"Mi cuerpo es mi hogar" es el título del taller impartido por Magda Piñeyro, uruguaya de 32 años, cofundadora de la plataforma Stop Gordofobia. También es autora del libro Stop Gordofobia y las panzas subversas, además de licenciada en Filosofía. Esta lucha era, al principio, una afición en la que se introdujo de la mano de un amigo mientras estaba implicada, como activista, en el feminismo y los derechos de las personas LGTBI. "Teníamos nuestras historias, buscamos gente a quien le pasaba lo mismo y la del cuerpo gordo se convirtió en una militancia más", explica.

¿Existe la gordofobia? Hay gente que no se lo cree.

Existe. Cuando empezábamos nos decían que era una paranoia, pero explicábamos nuestras historias, qué nos pasaba, y la gente se dio cuenta que era real. La gordofòbia existe, hay un prejuicio, odio, desprecio y exclusión de las personas gordas. No se nos contrata y te lo dicen directamente en la entrevista laboral. Se nos hace bullying en las escuelas. Y hay prejuicios médicos. Hace poco, en Málaga, una muchacha iba al médico porque se le había ido la regla y le dolía la barriga. La quinta vez que fue al médico ya estaba de parto. A nadie se le había pasado por la cabeza que estuviera embarazada. Le decían que los dolores y la retirada de la regla se debían a qué estaba gorda. También la gente se ríe de nuestros cuerpos. En los medios, las redes, las series, las películas... Y se nos discrimina en el aspecto afectivo. Es una presión. Como el racismo o la homofobia. Hay todo un sistema que humilla nuestros cuerpos y los discrimina.

Pero nadie es gordofíbico, ¿no?

(Ríe) La gente cree que no. El racismo sigue existiendo, tristemente, pero hay más gente concienciada con que se tiene que acabar con el racismo que con la gordofobia. Está normalizada. Hay series y películas que son una burla constante de la gente gorda. Si fuera una contra las mujeres o las personas racializadas no tendrían cabida, pero los chistes sobre gordos son un éxito.

¿Por qué?

Hemos empezado a quejarnos hace poco. Las discriminaciones se ponen sobre la mesa cuando un grupo se empodera y reclama no ser discriminado. Creíamos que nos mereceríamos esta gordofobia.

¿Esta salida del armario cuesta porque da vergüenza?

Exacto, nos da vergüenza nuestro cuerpo. Nos han condenado a sentir vergüenza de él y desear cambiarlo. Se nos perdona si estamos a dieta, intentándolo. La salida del armario no es solo decir "me gusta mi cuerpo" sino decir también que no lo cambiarás. Curiosamente, a mis charlas viene muy poca gente gorda, muchos me han confesado que les da vergüenza venir.

¿La gordofobia carga más contra las mujeres?

Sí. La sufren hombres y mujeres, pero la presión es más fuerte en las mujeres. Se empieza a ser gorda antes si eres mujer que si eres hombre. Ellos necesitan mucho más peso que nosotros para que los consideren gordos. El patrón corporal en la sociedad machista dice que el hombre tiene que ser fuerte y la mujer, frágil, así que las mujeres salimos antes de esa fragilidad que los hombres. Además, la exigencia de estar delgada se enmarca dentro de la belleza, que es una cualidad imprescindible para cualquier mujer. Si no somos bellas no servimos para nada.

¿El movimiento bodypositive ayuda? Lo digo por los mensajes terroríficos que recibe la gente que sale de ese armario...

A mí, en las redes, me han deseado la muerte. Las personas gordas nos exponemos mucho en las redes. El movimiento empieza en ellas porque nos ha costado hacerlo público. Los dos primeros años que estuve en Stop Gordofobia nadie de mi entorno sabía que trabajaba en ello. La pantalla te cubre, sobre todo al principio, pero hay tanto acoso que llega un momento que ya no. Soy un poco crítica con el bodypositive.

¿Por qué?

Es importante que existan estos discursos que dicen que ningún cuerpo merece la discriminicación, pero esto no es un trabajo individual. Es difícil quererte en una sociedad que te odia. Los mensajes son positivos, pero hace falta un espaldarazo social. Si estoy a tope con mi empoderamiento y después salgo a la calle o en las redes y todo el mundo me odia... Es muy importante el activismo gordo, crear un ambiente de amor, no hostil, entre nosotros para poder soportar este odio externo.

Hay quién dice que el exgordo es especialmente intransigente.

El exgordo! (Ríe) Algunos se vuelven más chungos que quienes no lo han sido nunca. Existe el mito de que cualquiera puede bajar de peso si se lo propone. Es mentira. Hay exgordos que creen que como ellos pudieron, el resto también. Quien ha sido gordo toda la vida no lo dejará de ser por el hecho de que adelgace. La infancia gorda te marca para toda la vida. Hay una identidad gorda. Algunos somos gordos, otros lo están de vez en cuando y no lo viven con este dolor.

¿El cuerpo importa más que la cara?

Un defecto físico se puede discriminar o puede hacer sentir lástima, que es un sentimiento asqueroso. Pero a las personas gordas se nos machaca con la culpa. Se cree que es nuestra responsabilidad y que nos merecemos estar discriminados. Hay quien defiende esta discriminación como aliciente de cambio. Solo es aliciente de odio y tristeza. Se nos considera irracionales, sin fuerza de voluntad... Los cuerpos son diversos por diferentes motivos, pero se nos hace responsables de ellos.

¿Qué son las panzas subversas?

Es el título de mi libro. No va solo de gordofobia sino de todos aquellos que nos hemos rebelado. Son panzas rebeldes, que no sienten culpa, no permiten que los machaquen y quieren luchar.

Dicen que hacéis apología de la obesidad.

Hacemos apología del amor corporal, del derecho a existir de la gente y de ser felices y libres sin discriminación. Me agota cuando sacan el tema de la salud. No soy diabética, no he tenido colesterol nunca... Y si así fuera no merecería que me discriminaran.