Cada año mueren en España 3.000 personas por resistencias a los antibióticos. El abuso de estos fármacos se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública. De ahí, que tanto desde la Xunta como desde el Ministerio de Sanidad se hayan reforzado los controles y la vigilancia para reducir su consumo. Estas medidas empiezan a dar resultados, aunque todavía son insuficientes, según los expertos. Los gallegos se tomaron en 2018 un 4,7 % menos de antibióticos que en 2015.

El Ministerio de Sanidad, en colaboración con las comunidades autónomas y con la ayuda de más de 300 expertos, puso en marcha en 2014 el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN). La Xunta, por su parte, intenta concienciar a los médicos de familia para que mejoren su prescripción y receten antibióticos solo cuando son estrictamente necesarios.

En 2015 el consumo en Galicia de estos fármacos era de 26,75 dosis diarias por cada 1.000 habitantes. El pasado año esta cifra se redujo a 25,47. A pesar de este descenso, la comunidad gallega es la tercera donde menos ha bajado, aunque el elevado envejecimiento de la población puede influir en que haya peores resultados.

Solo en Asturias y en Aragón hubo una reducción menor, mientras que comunidades como Madrid, Castilla La Mancha, Murcia o Cataluña lograron reducir el consumo de antibióticos en más de un 10 %.

Las comunidades donde se toman más antibacterianos son Extremadura (27,84 dosis por cada 1.000 habitantes al día), Murcia (27,17) y Cantabria (26,99). Galicia es la séptima con mayor consumo, según los datos recogidos en el PRAN.

En estas estadísticas solo se computan, sin embargo, los antibióticos recetados, no los que se suministran en los hospitales.

El grueso de los antibióticos que se prescriben son con receta del Sergas: 18,32 dosis diarias. La reducción en la sanidad pública ha sido del 3,5 %.

Pero también están los antibióticos dispensados en consultas privadas: 6,28 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, un 4,5 por ciento menos que hace cuatro años. Y por último, con carácter más residual están las 0,87 dosis que recetan las mutuas.

El problema del abuso de antibióticos es que las bacterias terminan haciéndose resistentes y pueden causar infecciones para las que dejan de ser efectivos los tratamientos llegando incluso a causar la muerte.

Un creciente número de infecciones, como la neumonía, la tuberculosis, la septicemia, la gonorrea o las enfermedades de transmisión alimentaria, son cada vez más difíciles -y a veces imposibles- de tratar, a medida que los antibióticos van perdiendo eficacia. Un reciente estudio cifraba en 33.000 las muertes anuales por esta causa registradas en Europa.

No se trata solo de un problema de salud pública. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la resistencia a los antibióticos hace que se incrementen los costes médicos, que se prolonguen las estancias hospitalarias y que aumente la mortalidad.

Se augura que la resistencia a los antibióticos podría causar incluso más muertes que el cáncer en el año 2050.