El ritual. Poco a poco se van conociendo más datos. La noche mágica, los rituales, los participantes. Terelu no es Lestera. Lo dicen sus compañeros, sus amigos, su familia. Carga con esa fama. Por los tiempos de Pipi y los bailecitos de boîte. Pero aquello quedó atrás. Lo más reúne a cuatro, cinco, amigos, en casa. Eso sí, si hay que hacer el ritual, el ritual se hace. Por eso salieron a la terraza. Si no de qué. Mejor recogidos dentro, a salvo de paparazzi apostados en drones, helicópteros o grúas alrededor del edificio, como en la boda de Belén Esteban. Pero, claro, si hay que hacer un ritual de fuego no es plan. De eso se queja la vecina quejosa. Es de suponer que seguirían el ritual de Joao, que ahora es el vidente de moda entre los famosos. O sea, un ritual de andar por casa, un papel, una vela. Y no el de Aramís Fuster para alargar el miembro viril. Puede que sí. Puede que eso alarmara al vecindario. Aramís es tan poderosa que no requiere ni presencia, puede hacerlo a distancia, vía wifi. Pulgada y media, eso sí. Todo tiene un límite. Igual ahora más, con el 5G.

El encuentro. Saltan todas las alarmas en la pasarela madrileña. Se moviliza la estructura entera. Alguien se encarga de contar que la tensión es máxima, que se puede cortar el aire, que se masca la tragedia. Resulta que se pasean por allí Makoke y su novio italiano, un amor surgido en un reality. Y también ha acudido la mujer rubísima y calladísima de Julio Iglesias. A Miranda no se le alteran los ojillos ni la sonrisa, no se le alteran nunca, que se haya visto (todo esto acontece antes del hijo nono), pero insisten: ¡Que no se vean, que no se vean! Makoke, por mediación de su ex, y amén de Brad Pitt, anda aireando como sin querer airear, como con rubor, que también anduvo en amores con el cantante universal. El cantante universal lo niega, pero ellos erre que erre, que cuando el río suena. Y ahora venden el encontronazo como Ana Obregón el suyo con la Beckham en un gimnasio. Pero sin ajo.

Las aceitunas. Los ricos y famosos hacen las cosas a lo grande. Tamara Falcó, para concursar, hace un cursillo exprés con un dos estrellas Michelin. También convive con un Nobel. Y, como ahora ella es experta en gastronomía, dieta y alimentación, revela sin empacho las fobias de Vargas.Llosa teme a las aceitunas. Es una fobia rara. Pero es así. El escritor no soporta ver a nadie tragar olivas. Pues bien, en casa de Isabel,contradiciendo la creencia popular, nada de bombones, aceitunas de aperitivo, hasta que se supo. En realidad, el académico detesta los huesos de aceituna, y es público y notorio desde tiempo inmemorial. Para quien le lee. Le escucha. Le sigue.

Pares. No hagan Lestas, como diría poniendo morritos de enfurruñada Mónica Hoyos, porque la felicidad de algunos siempre contrasta con la desgracia de otros. No celebren que, al fin, Malú y su político se muestren al mundo como Isabel Pantoja y el suyo en tiempos, pero no en una carreta del Rocío sino a las puertas de un hospital. Porque mientras ellos dos exhiben tanto Love se ha roto en mil pedazos una de las parejitas más entrañables de los últimos tiempos, influencers ambos, personajes mediáticos ambos, la de Kiko y Gloria Camila. Andan en un lío cruzado de mujeres, hombres y viceversa. Matamoros sigue con su modelo. Tranquilos.

El retrato. El retrato real fue siempre símbolo de poder. El primer photoshop de la historia. Iconografía jerárquica. Museos, palacios, castillos, edificios nobiliarios y oficiales exhiben retratos oficiales desde tiempo inmemorial. Los pasillos de Telecinco también. Y en la galería persiste, sigue reinando en las sombras, como la capitana de un barco fantasma, María Teresa. La daban por jubilada (eso jamás). Ja, ja. Su noble retrato sigue atornillado a las paredes blancas de Fuencarral. El detalle lo puso en evidencia, como un ectoplasma, Raquel Bollo. La mujer colgó una storie en su cuenta de Instagram después de autopropinarse un tartazo en Sálvame (cosas) y en segundo plano surgía, como una aparición, María Teresa. Son muchos los que piensan que el alma puede saltar del cuerpo carnal a la imagen (y no me refiero a Mariló). Y hasta quedar ahí, capturado, para la eternidad. Ahí está Dorian Gray y el suyo. Narciso, fascinado por su propio hipnótico reflejo en el agua. Dicen también que las almas no abandonan aquellos lugares donde dejaron algo pendiente. Ahí sigue. María Teresa. Colgada. Pero bien viva.