Aunque la llegada del verano nos hace sentir invulnerables y felices, no es posible modificar todos nuestros hábitos y renunciar a los tratamientos farmacológicos pautados por nuestro médico porque seguimos necesitándolos. A ello se une el efecto que el calor provoca en los medicamentos, especialmente sobre los que deben ser conservados a temperaturas concretas y, por efecto de las variaciones térmicas, pueden verse alterados y afectar a nuestra salud. También es importante analizar que, si nos desplazamos a algún lugar diferente del habitual, debemos tener en cuenta la necesidad de transportarlos hasta allí u obtenerlos en nuestro destino.

A todos nos influye el aumento de temperatura de la época estival y nos provoca sensaciones anómalas que resultan incómodas como la bajada de tensión o el mareo. Los principales grupos de población afectados por las situaciones de calor extremo son los ancianos, los lactantes, los niños, los enfermos con una afección crónica que requieran tratamiento farmacológico y las personas dependientes (el aislamiento social también aumenta su fragilidad y el riesgo de sufrir problemas asociados al calor).

Los niños están demasiado ocupados para percibir que tienen sed o hambre. Es necesario ofrecerles comida y bebida con frecuencia y deben ser controlados por los adultos para evitar que se deshidraten. Los ancianos son particularmente vulnerables a causa de que padecen un deterioro de la capacidad de sentir la sed, por un menor control de la homeostasis del metabolismo y una disminución de su capacidad de termorregulación mediante la transpiración y deben estar especialmente vigilados en momentos así.

Aunque son muchos los medicamentos afectados por el aumento de temperatura, los que pueden inducir una hipertermia y los que indirectamente pueden exacerbar los efectos del calor deben ser especialmente tenidos en cuenta cuando analizamos los factores de riesgo en individuos susceptibles de una menor adaptación al calor. Este análisis es el único que puede ayudarnos a prevenir la aparición de las alteraciones orgánicas asociadas a su consumo y es muy importante no olvidarnos de ello. Conocer el problema y mantener una actitud de alerta adecuada nos permitirá prevenir la aparición de complicaciones que pueden llegar a resultar peligrosas para la salud.

Obviamente, no es posible renunciar a la medicación pautada por el especialista (un hipertenso controlado farmacológicamente no puede dejar de tomar sus pastillas porque haya aumentado la temperatura exterior, por ejemplo). La adaptación de un tratamiento con medicamentos en curso debe considerarse de manera personalizada porque no todos los pacientes son iguales ni reaccionan de la misma manera. Antes de tomar cualquier decisión terapéutica, es necesario analizar el estado de hidratación (evaluación clínica, evaluación de la ingesta de líquidos, medición del peso, de la frecuencia cardiaca, de la presión arterial y del balance electrolítico completo, etc.). Resulta imprescindible revisar periódicamente la hidratación del paciente durante todo el tiempo que dure la ola de calor para poder tomar la decisión adecuada en cada momento.

Si vas a viajar no debes olvidar guardar en la maleta los medicamentos que te haya pautado tu médico y en la dosis suficiente para cubrir el período de tiempo que vas a permanecer lejos de tu hogar. Es importante que mantengas la rutina diaria a pesar del cambio de vida que supone tu viaje. Antes de partir pregunta lo que debes llevar y busca información que te permita saber si podrás encontrarlo en tu lugar de destino. Si es necesario, solicita a tu médico la cantidad precisa para todo el período que vayas a permanecer alejado de tu casa. No olvides mantener las condiciones de humedad y temperatura que se indican en el prospecto. Es importante que las condiciones no varíen porque pueden afectar a la formulación y provocarte efectos secundarios inesperados que deberán ser tratados por el médico.

Consulta a tu médico la situación porque la decisión debe ser tomada por él. Eliminar radicalmente un tratamiento crónico, dejar de tomar un diurético o no administrar paracetamol a un niño sólo puede indicarlo él tras la realización de las pruebas específicas que considere oportunas. Además, y de manera general, es importante administrar líquidos de forma constante mientras las altas temperaturas se mantengan para que la hidratación del organismo resulte adecuada y el consumo de fármacos no se vea afectado por ellas.