Reunión de jefazos en una multinacional. El superjefe proclama su lucha contra el techo de cristal que frena el ascenso de la mujer a puestos directivos. ¿Cómo que las mujeres no saben mandar? Subraya su defensa de la igualdad vistiéndose de mujer un rato. Los asistentes le ríen la gracia (es tan gracioso que un jefe parezca mujer) y en las redes sociales aplauden su valentía. De locos. Tan de locos como si hubiera sentado un instante en su puesto a una limpiadora subcontratada en prácticas, le rieran la ocurrencia (es tan gracioso ver a una mujer que parece mandar algo) y recogiera una oleada de apoyos por luchar contra la desigualdad con tanta determinación. Pues la presentadora Carme Chaparro hizo algo así y triunfó.

Un Homo sapiens (no un neandertal, esa oficina la lleva Adolfo Suárez Illana) que ocupa el puesto de portavoz del PP en un ayuntamiento de Cuenca dedicó este tuit a la diputada Irene Montero: "Espero que si esta tipa es vicepresidente del Gobierno de España se afeite los pelos del sobaco cuando nos represente". En Cuatro al día (tardes de Cuatro), Chaparro lo criticó y, para mostrar su apoyo a las mujeres que no se depilan, cubrió durante un ratito una de sus perfectamente depiladas axilas con una pelambrera de quita y pon. Sus compañeros de mesa se reían de lo lindo (es tan gracioso ver a una mujer haciendo como que no está depilada) y las redes sociales apoyaron su valiente lucha contra la desigualdad.

Hace medio siglo, el hombre del tiempo Eugenio Martín Rubio apostó su bigote a que al día siguiente llovería en Madrid. No llovió, así que dio el tiempo en el Telediario sin bigote. Chaparro podía haber recordado al maestro y optar por reírse de los cavernícolas dejando de depilarse siquiera unas semanas, pero prefirió el disfraz. Sus compañeros de mesa querían pitorreo, pero no tanto como para depilarse en directo una axila sí y otra no. ¿Se lo imaginan? ¡Es tan gracioso ver a un hombre reírse de sus propios prejuicios.