Es coruñés, tiene solo 33 años y su investigación es una de las más prometedoras para vencer a las temidas superbacterias, resistentes a los antibióticos y que amenazan con dejar a la humanidad sin el arsenal terapéutico necesario para combatir infecciones ahora controladas, pero que pueden llegar a ser mortales sin el tratamiento adecuado. Una labor que lleva a cabo en Estados Unidos, y que ha llevado a César de la Fuente (A Coruña, 1986) a ser elegido por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusettss (MIT) como uno de los diez mejores innovadores del mundo menores de 35 años en ciencias de la vida y la salud. De la Fuente trabaja en el desarrollo de logaritmos que siguen las leyes de la evolución de Darwin para crear antibióticos artificiales mucho más potentes que los actuales. También ha creado un método para convertir proteínas tóxicas, como las que se encuentran en el veneno de la avispa, en antimicrobianos, y ha extraído enormes bases de datos de las proteínas existentes en el cuerpo humano para descubrir moléculas que pueden eliminar microbios dañinos.

El reconocimiento del MIT le llega, en concreto, por su labor "pionera" en la informatización de sistemas biológicos para crear antibióticos más resistentes contra las superbacterias. "Nuestro sueño es enseñarles a los ordenadores a crear los antibióticos del futuro. Para ello debemos conseguir entender, controlar y computerizar las proteínas, que son las moléculas con las que trabajamos que tienen actividad antimicrobiana y que permiten que la vida exista (sin proteínas nada sería posible)", apunta De la Fuente. "El primer paso „continúa„ conlleva comprender desde un punto de vista de principios básicos la química y la física que explica cómo estas moléculas se comportan en el espacio y el tiempo. El segundo es un paso lógico al primero e incluye poder controlar o reprogamar estas moléculas de manera precisa. Para ello debemos elucidar las reglas que dictan cómo se comportan estas moléculas. El tercer objetivo consiste en digitalizar toda esa información para poder ejercer el control molecular usando máquinas", agrega, y subraya: "Somos pioneros en este campo que llamo machine biology y que opera en la intersección entre biología sintética, automación e inteligencia artificial".

Aunque pueda sonar a ciencia ficción, la estrategia del biotecnólogo coruñés y su equipo consiste en enseñar a los ordenadores a diseñar moléculas basándose en la teoría de la evolución de Darwin para atacar de forma eficaz a las superbacterias resistentes a antibióticos. "Las proteínas tienen un espacio químico casi infinito de 20^n, donde 20 son los 20 amino ácidos que existen de manera natural, y 'n' es el número de amino ácidos presentes en una proteína determinada. Los amino ácidos son los bloques que componen las proteínas, y que se unen en una cadena parecida a un collar de perlas. Para hacerse una idea de la complejidad de este espacio químico, destacar que una proteína minúscula compuesta por tan solo 25 amino ácidos tiene un espacio secuencial superior al número de estrellas en el universo. El proceso evolutivo tan solo ha explorado una fracción mínima de este espacio probabilístico, es decir, todas las proteínas que existen, que catalizan cada reacción en nuestro cuerpo y que permiten que la vida sea vida, tan solo son una parte minúscula del potencial completo de estas moléculas', apunta, y añade: "Este potencial puede llevarnos a descubrir nuevas medicinas y moléculas útiles para tratar enfermedades y solventar problemas de nuestra sociedad. Sabíamos que necesitaríamos ordenadores para explorar este mundo conceptual de moléculas. La siguiente conclusión a la que llegamos, es que la mejor manera de descubrir nuevas moléculas útiles era siguiendo el método que durante billones de años ha generado toda la diversidad que existe alrededor nuestra. Siguiendo las reglas de la evolución de Darwin", especifica De la Fuente, quien avanza que, en el futuro, cuando los métodos y herramientas que están desarollando estén consolidados, "se podrán extrapolar a otras áreas aparte de las enfermedades infecciones".

El biotecnólogo coruñés insiste en que esta línea de investigación "deriva de la necesidad de crear nuevos antibióticos". "Los que tenemos ya no funcionan en muchos casos y vamos camino de contabilizar unos 10 millones de muertes al año (una cada tres segundos) causadas por infecciones resistentes a los antibióticos. El mundo biológico ha sido una gran fuente de inspiración, y nos ha dado casi todos los antibióticos que tenemos hoy en día, pero su inspiración se ha terminado. En las últimas décadas, hemos sido incapaces de descubrir nuevos antibióticos en la naturaleza, bien porque hemos saturado toda la diversidad química de la tierra, o porque no tenemos a nuestra disposición las tecnologías o herramientas necesarias para poder ver estas moléculas", advierte, y dice: "Nos adentramos en una era postantibiótica en la que un simple rasguño puede derivar en una infección que puede ser mortal".

De la Fuente se licenció en Biotecnología por la Universidad de León y en 2011 recibió una beca de La Caixa para cursar su doctorado en la University of British Columbia (Vancouver, Canadá). Durante esa etapa, se especializó en el descubrimiento de nuevas terapias para el tratamiento de infecciones bacterianas. Tras la beca, fichó como investigador postdoctoral en el MIT, donde contó con una ayuda de la Fundación Ramón Areces y donde él y su equipo han trabajado en la reprogramación de moléculas de una avispa originaria de América del Sur para convertirlas en agentes sintéticos que pueden ser usados para solucionar la resistencia a antibióticos.

El coruñés acaba de ser nombrado catedrático por la Universidad de Pensilvania, una de las diez más prestigiosas del mundo."Estoy muy contento", recalca De la Fuente, quien, no obstante, reconoce tener siempre a Galicia "en la mente y en el corazón". "Estoy en proceso de colaborar con la Universidade da Coruña y me encantaría establecer vínculos más fuertes y duraderos con mi tierra". Y aunque reconoce que "siempre es complicado poder ganarse la vida haciendo ciencia", considera que la clave es "apostar de verdad por la ciencia", creando "una cultura de ciencia y tecnología. "Galicia es tierra de mentes creativas y manos trabajadoras. Tan solo hay que apostar por esas mentes", señala.