La víspera de su viaje a Suiza, el pasado mes de junio, Fernando Cuesta envió un mensaje a María José Álvarez, presidenta de la Asociación de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA Principado): "Mañana me voy", le dijo. Y le añadió que podían pasarse cuando quisieran a recoger la silla de ruedas eléctrica que este colectivo de enfermos le había proporcionado cuando se trasladó a Gijón, hace aproximadamente un año. Entonces puso rumbo hacia lo que llevaba tiempo planeando, casi desde que le diagnosticaron la enfermedad neurodegenerativa e irreversible: beberse un cóctel mortal para poner fin a su agonía.

Antes de cumplir los 66 años, este ingeniero industrial gijonés viajó a Suiza para cumplir con su voluntad de someterse a un suicidio asistido. No sin antes grabar una entrevista en Gijón, con la condición de que no fuera publicada hasta después de su muerte. Era "justamente lo que él quería: darle visibilidad, lo único que él pidió". Sabedor de que su testimonio -que ayer dio a conocer la cadena autonómica TPA- iba a tener "una repercusión muy grande", lo dejó como legado a aportar al debate abierto sobre la eutanasia y el suicidio asistido en España, donde estas prácticas no están legalizadas.

Fernando Cuesta llegó a Asturias a finales del verano pasado. Antes del cambio de ciudad, ya había contactado con ELA Principado. Y se había hecho socio para poder recibir servicios de rehabilitación en el centro gijonés de Cocemfe. "Lo traía muy planificado de Madrid", explica María José Álvarez, a quien confió que había grabado su testimonio: "El día que se emita, ya no estaré aquí", le dijo. En Madrid había tenido su vida, con su propia empresa y su exmujer, Mamen de Pablo, y sus dos hijos, Belén y Francisco José, ahora residentes en el extranjero y dedicados a profesiones sanitarias. Los tres le acompañaron en su último viaje.

Aunque afincada en Madrid, la familia no perdió vínculos con Gijón, ciudad a la que la madre de Fernando Cuesta viajaba cada vez que daba a luz a un hijo, incluido él. En un centro asistencial gijonés quiso pasar sus últimos meses, recibiendo atenciones hospitalarias para paliar los efectos del ELA que avanzaban en su cuerpo. Precisamente en esos meses en la ciudad asturiana, a la que llegó para tener menos dificultades en su vida en silla de ruedas que en Madrid, dejó el recuerdo de una persona "superagradable", que provocó emoción en su decidida partida.

No ocultaba su miedo a "posibles acciones legales" por la legislación española, por lo que quiso dejarlo todo bien atado antes de su partida en Suiza, con toda la documentación en regla y acorde a la normativa helvética. Allí le dieron un cóctel que él mismo se tuvo que tomar, "con plenas facultades mentales".

Estaba todo calculado, incluido su último testimonio. En sus palabras a la TPA deja clara su intención. Pide a los políticos que "por una vez estén pensando en los ciudadanos, que de una vez por todas admitan que no todo el mundo tiene una expectativa de vida". Y agrega: "No sirve el ejemplo de que 'tengo un amigo que está muy mal y tiene unas ganas de vivir tremendas'. Oiga, es que la eutanasia no es obligatoria. Que él viva, pero que nos deje a los demás morir dignamente". Al término de esta frase, con los ojos inundados de emoción, se atraganta y tose.

En el momento de la entrevista, apenas dos semanas antes de su viaje a Suiza, ya había perdido mucha movilidad, aunque mantenía mínimamente la de su mano derecha, la que le sirvió para tomar el veneno que le facilitaron. Así narraba su situación: "Claro , yo me levanto pensando en qué movimiento más voy a dejar de hacer. La mano derecha ya está teniendo bastantes problemas, la izquierda es totalmente imposible que la mueva. Como la evolución me dicen que es ésta, lo normal sería una muerte por asfixia. He elegido evidentemente que no quiero llevar ese tipo de vida hasta el final".

En el documento televisivo se deja claro el total apoyo de sus hijos y su exmujer. "No quería estar prisionero ni de su cuerpo ni de nada", afirma su expareja. "Mi padre siempre ha sido una persona de decisiones fuertes, claras, muy analítica, que siempre ve pros y contras. y una vez que tomaba la decisión sabíamos que realmente lo había valorado todo", asegura su hija Belén, quien, curiosamente, al tiempo que salía a la luz el testimonio que su padre dejó como legado público, alumbraba en Holanda a quienes serían dos nuevos nietos en la vida de Fernando Cuesta.

Fernando Cuesta, que hasta que pudo disfrutó de pasiones como el vuelo sin motor, el esquí o el aeromodelismo, regresó a su Asturias natal para vivir sus últimos meses antes de su partida final. Falleció en Zurich el 5 de junio mediante suicidio asistido. Y como legado dejó un testimonio con ecos nacionales en mitad de un debate social ya abierto.