Hay muchas zarzuelas grandes. Por dimensión y por calidad. Incluso las obras del llamado género chico. Podemos comprobarlo si las escuchamos con una orquesta sinfónica, un excelente director y dos notables cantantes. Un verdadero lujo. Sobre todo si, además, se plantea un programa de alta calidad como el que hemos podido escuchar en Santiago. Manuel Coves está especializado en dirigir obras líricas: ópera y zarzuela. Y es un gran conocedor del género típicamente español. Dirigió muy bien a una orquesta poco acostumbrada al acompañamiento de cantantes. De ahí la dificultad para seguirlos en sus naturales licencias, lo que produce algunos descuadres; y también la tendencia a tocar demasiado fuerte en ciertos pasajes cuya excesiva sonoridad los ahoga. Es verdad que la orquesta tocaba con nueve refuerzos, siete de los cuales pertenecían al grupo del viento-metal. Los cantantes, espléndidos, a pesar de que el barítono se hallaba aquejado de un constipado que limitó sus notables dotes como cantante. Una señora, aplaudiendo con entusiasmo, resumió muy bien la situación: "Pues si no llega a estar acatarrado, nos morimos todos". Cantó maravillosamente dos romanzas entre las más bellas del repertorio: las de El caserío y La del soto del parral (con su difícil fa sostenido final); en los dúos, espléndido en el de Luisa Fernanda (también con un doble sol agudo al concluir) y en el de El caserío. Ella es una lírica de hermosa voz; canta muy bien, aunque sería deseable que se le entendiese un poco mejor lo que dice; en cambio es muy expresiva y dará mucho juego sobre las tablas; también ella cantó una de las más bellas romanzas del repertorio: La del manojo de rosas. Quisiera destacar el hecho de que una orquesta haya interpretado el precioso intermedio de La meiga que „como el propio director dijo„ solo las bandas lo han mantenido. Un gesto de cortesía para nuestra tierra de Coves. Hace años, estos gestos eran habituales; hoy, no.