Estos días con motivo a una visita de un amigo he hecho de turista en mi propia ciudad.

Visitamos la casa Vicens, la primera casa que construyó el arquitecto Antonio Gaudí para la familia Vicens y luego la Pedrera, conocida también como la casa Milà, también un encargo familiar, y el Parque Güell. No solo el parque lleno de esculturas y pequeños recovecos monumentales sino también la casa en la que el arquitecto habitó durante más de veinte años.

Y después de ver todos estos lugares maravillosos que hoy día proporcionan una riqueza incalculable a la ciudad de Barcelona, mi conclusión es que mal que les pese a algunos si no hubiera sido por la labor de muchas familias adineradas de principios del siglo XX, familias ilustradas y cultas que valoraron el arte y la belleza, muchas de estas obras, simplemente, hoy día no existirían.

Entiendo que hay siempre que ponerse del lado de los más débiles pero no por ello debemos dejar de valorar lo bueno que proporcionó la alta burguesía catalana.

Nunca me gustó emplear términos como clase social o estatus. Ese lenguaje casposo que para algunos sigue estando tan vigente.

Ni hablar de izquierdas y derechas cuando en realidad ambos términos a menudo están más que diluidos. Y hay gente de derechas con actitud izquierdista y gente de izquierdas con actitud de derechas. Y obreros aburguesados o con aire aristocrático y burgueses obreros y aristócratas con muchos títulos y sin un solo céntimo en sus cuentas bancarias. Porque lo que está claro como el agua es que nada es absoluto.

En cualquier caso, siempre se critica a los ricos y se les responsabiliza de todos los males de la humanidad y pocas veces se reconoce también la labor cultural y artística que hicieron. Y creo que en relación a la Barcelona modernista esa labor fue inmejorable.

Es más que evidente la afluencia turística propiciada por el modernismo. Y que conste que en estos momentos comprar cuatro tickets para visitar la casa Batlló por poner un ejemplo sale por casi cien euros. Así que el tinglado que se ha montado en torno a Antonio Gaudí y compañía roza lo obsceno. A mí, como barcelonesa, me ha dado vergüenza ver cómo se exprime a los turistas.

En la casa Vicens nos pedían cuarenta euros por un posavasos de cerámica con un motivo floral gaudiniano. Terminamos comprando unos de goma que aunque no lucían tanto nos salían por quince euros.

La ciudad no sería lo que es ni atraería al turismo que atrae si no fuera por ese señor Güell, mecenas oficial, o por el señor Vicens que permitió excentricidades tales como que el arquitecto catalán construyera una cascada en el jardín de su casa. O que combinara varios estilos orientales en una misma vivienda. Algo completamente rompedor para la época.

Personas como ellos que en su momento tuvieron el valor y la visión de apostar por escultores, pintores y arquitectos que hoy día forman parte de la cultura universal no deberían ser olvidadas.