Los españoles inauguran el horario de invierno este fin de semana, retrasando una hora el reloj en la madrugada del domingo 27 de octubre. Este cambio trae consigo, desde hace unos años, un debate entre expertos sobre si España debe mantener esta práctica o si debería mantener un horario fijo durante todo el año.

La Comisión Europea propuso en 2018 que los países de la UE eliminasen el cambio de hora estacional. Cada país, según determinó posteriormente el Parlamento europeo, debía decidir en qué horario van a vivir sus ciudadanos antes de 2021. Pero mientras países como Portugal ya han anunciado que seguirán cambiado la hora en primavera y otoño.

En España, el Ejecutivo creó una comisión de 14 'sabios' para determinar la conveniencia o no de eliminar el cambio de hora estacional y, en caso de decisión afirmativa, decidir qué horario era más adecuado, el de verano o el de invierno.

En marzo del año pasado, esta comisión presentó un informe en el que no llegó a ninguna "resolución concluyente", habida cuenta de la "gran cantidad de repercusiones de impacto" que tiene esta medida en campos como el económico o el cultural. A nivel europeo, los estados miembros se emplazaron a estudiar la cuestión hasta 2021.

Uno de los defensores de que España mantenga todo el año un horario continuo es la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE). En concreto, aboga por fijar el horario de invierno, en el que se va entrar estos días, basándose en que "su impacto económico es marginal y el más acorde con factores como salud, descanso, productividad y rendimiento (laboral y escolar)" de la sociedad.

Para los expertos de la Comisión, quienes defienden los cambios horarios tienden a "demonizar" las horas de oscuridad (que se emplean en su mayoría para descansar) y "santificar" las horas de luz solar asociadas al ocio. A su juicio, esta postura olvida que este periodo también es "bueno para producir y ser competitivos".

ARHOE argumenta que se "obvian otros factores como son las diferentes épocas del año, el clima y la distribución de horas" que tiene el país según su posición geográfica, así como "la diferente oferta de ocio, comercio y consumo". "Por ejemplo, en la época de rebajas hay una incidencia de población en la calle durante las horas de tarde independientemente de la luz y oscuridad existente", apunta.

Por ello, cree que este debate no es "estrictamente físico ni científico" y llama a que se tenga en cuenta la parte social, educativa, económica y de salud como "elementos fundamentales para adoptar decisiones al respecto".

Esta postura es opuesta, precisamente, a la que defienden algunos científicos. El profesor del departamento de Física de la Materia Condensada de la Universidad de Sevilla, José María Martín-Olalla, cree que el cambio de hora bianual es "más natural" de lo que se dice habitualmente y no se trata de una "ocurrencia" cuyo único propósito es "molestar dos veces al año".

Tal y como explica Martín-Olalla, si una sociedad elige una hora cercana al amanecer invernal para que los escolares no entren de noche a la escuela verían cómo en mayo y junio llegarían al colegio tres horas después de la salida del sol, lo que les expone a más calor. Se podría adelantar la hora de entrada al colegio en esos meses, aunque, según indica el experto, no se puede hacer poco a poco (cinco minutos cada semana, por ejemplo), sino "a golpe de una hora".

Además, apunta que este cambio no puede hacerse cuando los responsables de la escuela quieran pues perturbaría la vida de las familias. Por ello, a su juicio, "la forma más eficiente y coordinada de hacer este movimiento es cambiando la hora del reloj todos, el mismo día y a la misma hora, de forma que nadie se desfase respecto de otro".

De forma similar se ha expresado el catedrático del departamento de Física Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela, Jorge Mira, que es, también, uno de los expertos que forman parte de la comisión nombrada por el Gobierno para el estudio de la reforma de la hora oficial.

El científico ve normal que los países escandinavos no tengan problema en mantener el mismo horario todo el año, puesto que no tienen tantas variaciones entre días y noches por su latitud y cambiar una hora arriba o abajo no tiene consecuencias. Sin embargo, en zonas como la que se encuentra España la vida de una persona, acostumbrada a levantarse con el Sol, puede sufrir muchos cambios.

Así, Mira plantea la situación de que el país decidiera adoptar la hora de invierno (GMT+1) los 365 días del año. En este caso, indica, en el extremo oriental, por ejemplo, en Cataluña, habría cuatro meses al año que estaría amaneciendo a las 5 o 6 de la mañana. Por el contrario, en verano en el extremo occidental, por ejemplo, en Galicia, otros cuatro meses amanecería a las 9 o 10 de la mañana.