Las declaraciones que hizo Elsa Pataky en El hormiguero del otro día „aconsejando a la audiencia realizar ayunos intermitentes de dieciséis horas de duración como técnica alimentaria antiedad„ no deben ser juzgadas como afirmaciones propias del ámbito de la nutrición, sino como propuestas de naturaleza religiosa. No tendrían razón, por tanto, los ciudadanos que han mostrado su indignación en las redes sociales, arguyendo que una celebrity sin titulación ni formación alguna en nutrición no debería dar ese tipo de consejos a una audiencia millonaria. Estaríamos ante el mismo error que se cometería si criticásemos las alabanzas al Ramadán que se proclaman en Medina en TVE „el espacio de proselitismo musulmán que emite La 2 los domingos por la mañana„, destacando la nula formación en nutrición de los imanes invitados.

Usted sabe seguramente quién es Elsa Pataky y probablemente ignore la existencia de Medina en TVE. Lamentablemente, esto no quiere decir que la religión se halle en retroceso, sino que los discursos religiosos, aquéllos que buscan encarrilar a los fieles hacia los valores trascendentales que dan sentido a la vida, han cambiado de aspecto, pero retienen su vocación dogmática, metafísica y totalitaria. Los mandamientos referidos a la vida en común dan paso a los mandamientos referidos a la gestión del cuerpo. La moral como guía que distingue el bien y el mal es sustituida por la distinción entre emociones agradables y desagradables. Los influencers no ocupan el lugar de los médicos, sino de los sacerdotes, y el seguimiento de sus preceptos tiene más que ver con una vocación de santidad que con una práctica instrumental para conseguir consecuencias concretas que tienen tanto de promesa como la vida eterna.

Un musulmán ayuna desde el amanecer hasta el atardecer para purificar su alma. Elsa Pataky ayuna dieciséis horas para purificar su cuerpo. Para el musulmán su alma es su cuerpo. Para Elsa Pataky „pija, pija, pija, pija, pija„ su cuerpo es su alma. Y ambos respetan el Ramadán.