La gracia de series documentales como La historia de Europa (#0) es que los hechos históricos pasan tan rápido por delante del espectador como los cambios en la moda expresados en el maniquí que contempla George Wells mientras viaja al futuro en su máquina del tiempo, una de las maravillosa ideas que nos regala la película El tiempo en sus manos. En el primer capítulo de La historia de Europa viajamos de Stonehenge hasta Roma y más allá, pasando por el polvo de Maratón donde griegos y persas libraron una batalla decisiva para Europa, los celtas, Vercingetórix, la reconversión de la república romana en un imperio a partir de Augusto, la original versión del monoteísmo propuesta por Jesús de Nazaret y las invasiones bárbaras. Todo a la misma velocidad con que el maniquí del escaparate que está delante del estudio de George asombra al científico con la evolución de la moda femenina. Admito que la velocidad documental puede dañar el rigor y la pausa que exige la historia, pero hay cosas que conviene cuidar. Por ejemplo, lo que Esquilo quería para Esquilo.

Esquilo, considerado el padre de la tragedia griega, combatió en Maratón. En La historia de Europa vemos al autor de Los persas nervioso mientras se representa su obra y suspirando con alanzar la inmortalidad gracias a sus versos, mientras el narrador menosprecia la participación de Esquilo en la batalla contra los persas. Pero el epitafio del dramaturgo, escrito por él mismo, decía: "Este sepulcro alberga, en la fértil Gela, el cadáver del hijo de Euforión, el ateniense Esquilo. De su glorioso valor hablar podrían -pues bien lo saben- la sagrada tierra de Maratón y el medo de larga cabellera". Es decir, Esquilo no hace referencia a su obra y sí a Maratón y a los persas, lo que da idea de lo que supuso esta batalla para los atenienses. No es extraño el orgullo de Esquilo por haber sido uno de los hombres que lucharon en Maratón, porque la glorificación de la batalla comenzó muy pronto, con la decoración a mediados del siglo V a. C. de la stoa poikile ("pórtico pintado"), un edificio público del ágora de Atenas, que representaba al héroe Teseo y al general Milcíades luchando en primera fila. ¿Nos sorprende que Esquilo prefiriera ser recordado como un hoplita que luchó que Maratón que como autor de la Orestíada? Así es la moda, amigos. Que se lo pregunten a George Wells.