Casi todos tenemos un ingeniero en nuestras vidas. Es esa persona que desde el asiento de atrás acecha tus nerviosos movimientos y luego te dice si puedes ir a recoger el carné de conducir. El coruñés Eduardo Fernández-Tafall Pardo es el único funcionario vivo de la primera promoción de la Jefatura Provincial de Tráfico de España, desde que se creó la DGT en 1959, una época en la que si se te estropeaba el coche, podías comprar unas bujías o una tapa del delco en la farmacia.

¿Por qué les llaman ingenieros?

Porque antes los primeros examinadores eran ingenieros, los exámenes los hacían las delegaciones de Industria. Solórzano o Frutos, dos de los más famosos en toda la provincia, eran ingenieros. Y les quedó el nombre.

Fue funcionario de la DGT desde su creación, 50 años de servicio y 43 como examinador. ¿A cuántas personas habrá evaluado? ¿Algún conocido?

Uf, miles y miles. Si me diesen una peseta por cada firma que eché, era millonario. Examinábamos a los de toda la provincia, íbamos a Ferrol, a Santiago... En cuanto a conocidos, recuerdo al obispo de Lugo. Se examinó con el hábito. Y aprobó a la primera. También examiné a un jefe de la Policía Municipal de Santiago.

¿Cómo entró en Tráfico?

Me hicieron las pruebas y una era de mecanografía y aprobé porque mi madre me había mandado a recibir clases. Entré a trabajar el 1 de diciembre de 1959 con 17 años y este 1 de diciembre próximo hará 60 años tanto de mi entrada como de la creación de la Dirección General de Tráfico. Mis compañeros andaban por los cincuenta años cuando entré, eran gente que venía del Ejército y de la Guardia Civil. Aquella primera plantilla éramos 16 personas. Luego, en 1968, la DGT ya asumió las competencias de los exámenes teóricos y prácticos y ya entré yo como examinador y como coordinador en la Jefatura Provincial de A Coruña hasta mi jubilación en 2009. Tuve que prepararme en Gijón y luego en Segovia, donde hice las pruebas con motos, tractores, autobuses, camiones, aprobando todo a la primera. Tengo todos los permisos.

¿Recuerda su primer día como examinador?

Un teórico, que entonces era en la Escuela de Comercio. Souto, Solórzano, Frutos y Arias eran los que más examinaban entonces. Tenía que vigilar a los que hacían los exámenes y detrás de todo una señora se volvía hacia mí para preguntarme las respuestas. Como yo era muy joven, pensaba que era otro alumno. El primer práctico que hice fue frente a Sanidad, en el aparcamiento y en la calle Estrecha, allí les examinábamos.

¿No salían a la carretera?

No, qué va, entonces no íbamos en el coche, los examinadores estábamos fuera y el examen era entrar en la calle Estrecha, girar, dar marcha atrás y luego aparcar. No había prueba de circulación. Cuando se empezaron a hacer, al principio se empotraban todos, subían por la acera... Los exámenes después pasaron a hacerse en Sabón. Es muy frecuente oír si uno suspendió en la cuesta de La Unión o de la Torre de Hércules.

¿Qué opina de las mujeres como conductoras?

En general siempre lo hacían mejor que los hombres. Se ponían más nerviosas pero una vez que se asentaban...

¿Cómo eran los conductores de aquellos años, por los sesenta y setenta?

Una vez, en el teórico en Ferrol, de un grupo de 200 aprobaron seis. Se armó tal follón que a la siguiente semana llamamos a la Policía Local y menos mal porque pasó lo mismo, no aprobó casi nadie. Hasta que las autoescuelas le cogieron el tranquillo a lo de los cuestionarios hubo mucho suspenso. Además, eran gente que muchos apenas leían o les costaba entender lo que se preguntaba. Y a lo mejor era gente que en el práctico, lo aprobaba con una mano.

¿Y cómo ha evolucionado el examen práctico?

Hoy preparan mejor, aunque hay gente que no quiere gastar dinero y coge menos horas de prácticas. Yo tuve dos casos de personas que sí, aprobaron, lo hicieron bien, pero se veía que no sabían conducir. Puedes aprobar y no saber conducir. Y murieron en accidente de coche. Recuerdo que una vez en Santiago llovía tanto tanto que yo hice el examen práctico en las pistas con botas de pescar, impermeable y capucha y como no podía apuntar, porque la lluvia empapaba los papeles, si aprobaba metía su ficha en el bolsillo derecho del impermeable y si suspendía en el izquierdo.

Usted sacaría bien el carné.

Claro, a la primera, en 1965, llevo 54 años. Entonces los profesores no tenían título, el mío era carnicero y hacía eso a mayores. Cuando saqué el carné aún no tenía coche, alquilé uno y fui con mi mujer embarazada, mi madre y mi hermana de excursión a pescar a Aranga, y ellas se fueron a confesar y comulgar antes. Hemos ido en autocaravana al Mar Menor muchas veces. Me gusta conducir.

Antes los padres te matriculaban sin tener aún los 18, ahora los jóvenes no tienen interés por conducir.

Mis nietos no quisieron sacar el carné. Antes te daba un caché tenerlo, estabas loco por tener coche. Yo vivía en Alfredo Vicenti y tenía la oficina en Pérez Cepeda, a dos calles, y cogía el coche.

¿Cuál fue su primer coche?

Un 600 descapotable.

Me ha dicho que su mujer también trabajaba en Tráfico.

Sí, era jefa del Negociado de Sanciones, 48 años de servicio.

Usted enseñaba a conducir y ella, la de las multas.

Sí (risas).

¿Cuál fue su primer salario como examinador?

900 pesetas. Una bici entonces te costaba mil y un Seat 600 nuevo, 60.000.

¿Qué opina del carné por puntos?

Una de las cosas más buenas que ha hecho el actual director de Tráfico.

Y eso que están pensando de limitar la edad de conducir...

Eso no es justo. Yo tengo 77 años pero estoy perfectamente, renové el año pasado mi carné pasé las pruebas en el psicotécnico. No se puede impedir a una persona que conduzca.Yo he tenido 16 coches, dos caravanas y una autocaravana y nunca he tenido una multa de tráfico ni un parte por accidente. Y jamás he aparcado en doble fila.