Palabras que duelen más que los golpes, reproches que minan la autoestima y un sutil pero cada vez más férreo control sobre las amistades o las visitas de familiares que tienen un único fin: dominar a la mujer. El maltrato psicológico no deja huella en el cuerpo, pero sí en la mente y es el eterno olvidado cuando se habla de violencia de género ya que muchas veces incluso las propias víctimas tardan en darse cuenta de que lo son. "El maltrato psicológico es peor que el físico porque nadie lo ve, pero hay que salir de él. Hay que pedir ayuda y aunque después el juzgado no vea como demostrarlo o no se condene al agresor, al menos la víctima ya ha salido de ese bucle", resalta Concha Rodríguez, terapeuta del programa de atención a víctimas de violencia de género del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, quien asegura además que "todo tipo de violencia contra las mujeres, incluida la sexual, conlleva maltrato psicológico".

Hasta el pasado mes de septiembre había casi 60.700 casos de violencia de género activos en toda España (3.577 en Galicia). A ellos habría que añadir los de todas aquellas mujeres que no sufren agresiones físicas, pero que cada día tienen que convivir con críticas, reproches, malas caras o insultos que poco a poco hacen no solo que cambien sus hábitos y se aislen de su familia y amigos sino que pierdan su personalidad con tal de no enfadar a quien se supone que la quiere. "Las víctimas quedan destruidas psicológicamente, llegan a aceptar las premisas del maltratador como el 'no sirves para nada' y cuando cometen un error creen que no hace sino confirmar lo que él les dice", explica Rodríguez, quien resalta que ya en terapia se trabaja primero que "aprendan a saber que ellas tienen criterio y que puede estar equivocado o no, pero deben usarlo, hay que trabajar para que recuperen la fe en ellas mismas y en paralelo que vuelvan a tejer sus redes familiares, sociales".

Pero antes de pedir ayuda hay que ser consciente de que se sufre malos tratos psicológicos, algo que muchas veces tarda en aceptarse. ¿Cuándo se puede hablar de este tipo de violencia? "Cuando hay todo un tipo de maniobras para manipular, someter a la otra persona con el único objetivo de ejercer el poder sobre la mujer, quedar por encima de ella", explica Rodríguez, quien asegura que normalmente este tipo de control se produce "de forma gradual, muy sutil" y esto hace que "muchas veces ellas no se den ni cuenta" hasta que llega un punto "en el que se sorprenden haciendo cosas que no quieren solo por no enfadarlo o ven que trabajan o tienen determinados comportamientos solo por temor a su reacción".

"Un caso de control extremo es cuando no les dejan salir solas ni al supermercado, les piden que bajen las persianas para que no la vean, etc. pero todo empieza de forma más sutil. Por ejemplo, un caso que tratamos y todo lo que hacía ella estaba mal: si había un filete de más y se lo daba al hijo era mala esposa y si se lo daba al marido, era mala madre. Otro ejemplo es aislarla poco a poco; primero no le gusta que hables por teléfono con amigos varones, luego con cualquier amigo y después con la familia. Hemos atendido a mujeres que incluso no hablaban con sus padres", explica esta terapeuta, quien asegura que se trata de un maltrato invisible de puertas hacia afuera porque en la mayoría de los casos, el agresor "tiene una doble cara y fuera es encantador". Al hecho de que no sea fácilmente detectable por los demás „que podrían actuar de testigos„ se suma que muchas veces y en función de la resiliencia de la mujer, no siempre el informe del forense revela secuelas psicológicas en las víctimas y esto hace que el agresor no sea condenado. Pese a todo hay que pedir ayudar para salir de esa espiral.