La primera grabación de la frecuencia cardiaca de una ballena azul en la naturaleza apunta a un trabajo al límite de sus corazones, lo que puede limitar el tamaño de este enorme animal.

Según publica la revista PNAS, los científicos de la Universidad de Stanford utilizaron un dispositivo que consistió en una carcasa de plástico naranja neón conteniendo una colección de sensores electrónicos. El dispositivo fue adosado mediante cuatro ventosas cerca de la aleta izquierda de la ballena, donde registraba la frecuencia cardiaca del animal a través de electrodos incrustados en el centro de dos de las patas de succión.

"No teníamos idea de que esto funcionaría y estábamos escépticos incluso cuando vimos los datos iniciales. Con un ojo muy atento, Paul Ponganis, nuestro colaborador de la Institución Scripps de Oceanografía, localizó los primeros latidos del corazón en los datos --explica Jeremy Goldbogen, profesor asistente de Biología en la Facultad de Ciencias Humanas de Stanford y autor principal del artículo--. Hubo muchos aplausos y saltos de júbilo en el laboratorio".

El análisis de los datos sugiere que el corazón de una ballena azul ya está trabajando al límite, lo que puede explicar por qué las ballenas azules nunca han evolucionado para ser más grandes. Los datos también sugieren que algunas características inusuales del corazón de la ballena podrían ayudarlo a funcionar en estos extremos. Estudios como este se suman a nuestro conocimiento fundamental de la biología y también pueden informar los esfuerzos de conservación.

"Los animales que operan en extremos fisiológicos pueden ayudarnos a comprender los límites biológicos del tamaño --señala Goldbogen--. También pueden ser particularmente susceptibles a los cambios en su entorno que podrían afectar su suministro de alimentos. Por lo tanto, estos estudios pueden tener implicaciones importantes para la conservación y el manejo de especies en peligro de extinción como las ballenas azules".

Hace una década, Goldbogen y Ponganis midieron las frecuencias cardíacas de los pingüinos emperador en el McMurdo de la Antártida. Durante años después, se preguntaron si se podría lograr una tarea similar con las ballenas.

"Honestamente pensé que era una posibilidad remota porque teníamos que hacer muchas cosas bien: encontrar una ballena azul, colocar la ventosa en el lugar correcto de la ballena, conseguir un buen contacto con la piel y, por supuesto, asegurarnos de que funciona y registra datos", detalla Goldbogen.

La etiqueta funcionó bien en ballenas cautivas más pequeñas, pero acercarla al corazón de una ballena azul salvaje es una tarea diferente. Por un lado, las ballenas salvajes no están entrenadas para volverse boca abajo. Además, las ballenas azules tienen una piel similar a un acordeón en su parte inferior que se expande durante la alimentación, y uno de esos tragos podría reventar la etiqueta de inmediato.

"Tuvimos que poner las ventosas sin saber realmente si iban a funcionar o no --recuerda en un comunicado David Cade, recién graduado del Goldbogen Lab, coautor del artículo y quien colocó el dispositivo en la ballena--. La única forma de hacerlo era intentarlo. Así que hicimos lo que pudimos".

Cade lo pegó en su primer intento y, con el tiempo, se deslizó a una posición cerca de la aleta donde podía captar las señales del corazón. Los datos que capturó mostraron extremos sorprendentes.

Cuando la ballena se zambulló, su frecuencia cardiaca disminuyó, alcanzando un mínimo promedio de aproximadamente cuatro a ocho latidos por minuto, con un mínimo de dos latidos por minuto. En el fondo de una inmersión de búsqueda de alimento, donde la ballena se lanzó y consumió presas, la frecuencia cardiaca aumentó aproximadamente 2,5 veces el mínimo, luego disminuyó lentamente nuevamente.

Una vez que la ballena se llenó y comenzó a emerger, la frecuencia cardiaca aumentó. La frecuencia cardiaca más alta, de 25 a 37 latidos por minuto, se produjo en la superficie, donde la ballena respiraba y restauraba sus niveles de oxígeno.

Estos datos fueron intrigantes porque la frecuencia cardiaca más alta de la ballena casi superó las predicciones, mientras que la más baja fue aproximadamente 30 a 50 por ciento más baja de lo previsto.

Los investigadores creen que la frecuencia cardiaca sorprendentemente baja puede explicarse por un arco aórtico elástico, parte del corazón que lleva la sangre al cuerpo, que en la ballena azul se contrae lentamente para mantener un flujo sanguíneo adicional entre latidos.

Mientras, las tasas impresionantemente altas pueden depender de sutilezas en el movimiento y la forma del corazón que evitan que las ondas de presión de cada latido interrumpan el flujo sanguíneo.

Los investigadores piensan que el corazón de la ballena está funcionando cerca de sus límites. Esto puede ayudar a explicar por qué ningún animal ha sido más grande que una ballena azul, porque las necesidades de energía de un cuerpo más grande superarían lo que el corazón puede sostener.

Ahora, los investigadores están trabajando arduamente para agregar más capacidades al dispositivo, incluido un acelerómetro, que podría ayudarlos a comprender mejor cómo las diferentes actividades afectan la frecuencia cardiaca. También quieren probarlo en otros miembros del grupo de ballenas rorcuales, como las ballenas de aleta, las ballenas jorobadas y las ballenas minke.

"Mucho de lo que hacemos involucra nuevas tecnologías y muchas de ellas dependen de nuevas ideas, nuevos métodos y nuevos enfoques --explica Cade--. Siempre buscamos ampliar los límites de cómo podemos aprender sobre estos animales".