Nos pretenden convencer de que debemos elegir entre Anne Igartiburu y Cristina Pedroche. Entre Leticia Sabater y Tamara Falcó. Insisten en plantear la oposición entre estos dos estilos como si agotaran el abanico de posibilidades, lo cual nos aboca a interminables discusiones acerca de cuál de los dos extremos nos representa mejor y añade sofisticados matices al concepto de "mal menor". Tamara contra Cristina. Leticia contra Anne. La elegancia contra el chonismo. Este insidioso y sesgado enfrentamiento se libra cada día del año en nuestra televisión, pero en la nochevieja alcanza su momento de mayor intensidad.

Pero no es así. Especialmente en la nochevieja. No tenemos por qué elegir entre Anne Igartiburu y Cristina Pedroche. Podemos mandar a freír monas a las dos a la vez gracias a que contamos con Virginia Díaz y sus maravillosos Cachitos de hierro y cromo. Contra la elegancia, el recordatorio de su fecha de caducidad y su posterior conversión en un pastiche kitsch. Contra el chonismo, la defensa de un entretenimiento basado en dar una vueltina más a las cosas y la confianza en la capacidad del espectador para agradecerlo. Contra el costumbrismo, el costumbrismo reflejado en un espejo cóncavo en el Callejón del Gato. Contra los clichés, los clichés con notas a pie de página.

Otra televisión no sólo es posible, sino que ya es real. Que Anne y Cristina compitan en Masterchef Celebrity o en Tu cara me suena, pero que nadie pretenda convencernos de que su enfrentamiento va más allá del que mantienen marcas comerciales con diferentes perfiles de público, aunque fabricadas por la misma empresa. Puestas la una al lado de la otra, podemos dejarnos engañar por las apariencias y creer que son diferentes; pero añadiendo a Virginia Díaz a la imagen, las primeras se vuelven prácticamente gemelas y se colocan a años luz de la presentadora de Cachitos. No debemos elegir entre iguales. Debemos elegir entre diferentes.