Cuando Pedro Pablo Rubens falleció, en 1640, las grandes casas reales de Europa mostraron gran interés por hacerse con algunas de las obras que este artista había atesorado. En otro extremo totalmente diferente, cuando David Bowie murió, pese a ser artista musical, el mundo se quedó impresionado con la colección de arte visual que había logrado reunir. Artistas y colecciones son dos términos estrechamente relacionados, aunque han ido mutando a lo largo del tiempo.

De los artistas de época moderna hay más noticias de las colecciones que acopiaban, no así tanto de los contemporáneos, "que aún necesitan el paso del tiempo" para poder definirse, explica Ana Diéguez-Rodríguez, doctora en Historia del Arte, directora del Instituto Moll y profesora asociada en la Universidad de Burgos.

Diéguez-Rodríguez dirige junto a Ángel Rodríguez Rebollo (de la Fundación Universitaria Española) el Congreso 'Los artistas como coleccionistas: modelos y variantes. Desde la Edad Moderna al siglo XIX', que tendrá lugar el próximo 23 y 24 de enero en la sede de la Fundación Universitaria Española.

Cómo han influido las colecciones en el proceso creativo de los artistas o qué suponía tener esos referentes visuales como libros grabados dentro de sus propios ambientes cotidianos son algunas de las cuestiones que se abordarán en el congreso.

- Artistas y colecciones son dos términos estrechamente ligados, pero ¿cómo ha cambiado este concepto a lo largo del tiempo?

A partir del siglo XIX surgen los museos y hasta ese momento era muy difícil entrar en las colecciones privadas. Los artistas tenían acceso a elementos visuales en espacios abiertos como iglesias, pero a las grandes colecciones como la del Rey de España solo los que eran pintores de cámara podían acceder a ellas. Actualmente todos los artistas tienen en su mano acceder a los museos e internet, lo que ha revolucionado todo lo que es el arte contemporáneo, incluyendo la idea de colección para un artista. Además, ahora también las casas son más pequeñas, se puede almacenar menos, y las colecciones son más digitales que reales.

De todos modos, hay que esperar un tiempo para conocer las colecciones de los artistas contemporáneos. Un ejemplo es David Bowie, aunque sea un artista musical. Se sabía que coleccionaba arte, pero cuando falleció y se conoció la lista de obras visuales que había atesorado, el mundo se quedó impresionado.

- ¿Cree que los artistas eran conscientes del valor de estas obras o simplemente las veían como una herramienta para su inspiración?

Depende del artista (dice entre risas). Si ponemos el caso de Rubens, él sabía perfectamente el valor de los 'Tiziano' y los 'Ribera' que tenía. Cuando visitó por segunda vez España en 1928, y accedió a la colección de Felipe IV, pidió copiar los "Tiziano' de la colección real y se los llevó a Amberes. Era un artista que admiraba las obras de otros artistas y que las utilizaba en sus composiciones posteriores.

- En el congreso dedicáis un bloque a la conservación de las colecciones por parte de los artistas€ ¿eran también conservadores de obras?

Hay diversos tipos de artistas: el artesano, que tenía su taller y hacía toda la labor con una gran destreza; y los artistas que entraban al servicio de aristócratas o reyes. Allí no solo realizaban obras para ellos, sino que se encargaban de la conservación de sus colecciones. Si había alguna maltrecha, la reparaban. En muchos casos se ocupaban también de la colocación de las obras dentro de las residencias de sus patronos. Estoy pensando ahora en el Almirante de Castilla, que tenía al pintor Juan de Alfaro como uno de los conservadores de su colección pictórica; o el propio Velázquez, uno de los casos más significativos, pues su labor fue primordial para comprender el acondicionamiento de las estancias del antiguo Alcázar de Madrid y la distribución de la obras dentro de él.

Una imagen de Ana Diéguez-Rodríguez. Foto: José Luis Roca.

- ¿Tenían los artistas aprecio a estas obras?

Sí, sí, totalmente. Desde Rubens, por ejemplo, que es un caso atípico. Pues no era un pintor al uso, un artesano, sino que era un pintor humanista que se codeaba con la élite de Europa a nivel político e intelectual. Rubens era muy consciente del valor y el uso que podía dar a todas esas piezas de otros artistas y maestros que formaban parte de su vida cotidiana. No sólo le servían a él, sino que dejaba que fueran modelos en su taller para sus aprendices y colaboradores, que podían copiar y les podían servir para sus propias composiciones. Otro ejemplo del valor de esos modelos lo tenemos a principios de siglo XVI, cuando un proceso judicial entre dos de los pintores asentados en Brujas en esos momentos, Ambrosius Benson y Gerard David, sacaba a la luz la disputa por la posesión de unos bocetos que el primero le había prestado al segundo y éste no se los había devuelto. Esto demuestra que eran muy conscientes del valor de estas obras.

- ¿Hay constancia de que comercializaran con las obras que tenían de otros artistas?

Sí y no. El coleccionista, a nivel del artista en el taller, sí que utilizaba grabados, libros o esculturas en su taller como modelos para sus aprendices. Se prestaban entre ellos, como hemos dicho, pero esas obras no estaban en venta pues eran "herramientas" para su trabajo. Si alguien las vendía solía ser la viuda o los herederos del artista cuando éste había fallecido. Sin embargo, en los siglos XVI y XVII, sí hay constancia de artistas que vendían obras de otros colegas dentro sus propios talleres, pero era más una labor comercial que una labor de colección.

- ¿Qué tipos de obras solían acumular?

Hablamos de colecciones, pero en un sentido muy amplio, no como un objeto 'per se' sino como elemento que sirve a estos artistas como instrumento de trabajo dentro de sus propios talleres. Es complejo. No solo hay obras de otros artistas, sino también libros, grabados, ropajes, e, incluso, los propios libros con bocetos de obras o esculturas que estos maestros veían durante sus viajes y que luego podían servirles de inspiración o recuerdo de piezas que no podían tener. De Rubens son muy importantes los libros de bocetos que realiza durante su viaje a Italia. Al igual que los que se conservan de Van Dyck.

Actualmente, por ejemplo, el artista es muy ecléctico. No solo se basa en obras del pasado, sino en lo que tiene alrededor. Para el arte contemporáneo nos falta el paso del tiempo para ver las cosas de manera más objetiva, y advertir sus fuentes de inspiración; aunque en muchos casos es mucho más sencillo, pues son los propios artistas los que señalan sus referentes.

- ¿Qué pasaba con esas colecciones cuando fallecían?

En el siglo XVII la consideración social de un artista era la misma que podía tener un zapatero: un artesano que hacía su trabajo. Los había muy buenos que no salían de su ciudad y había otros que llegaban a unos círculos sociales más elevados. Estos solían tener unas colecciones mucho más amplias. Los inventarios nos demuestran que tenían interés por tener piezas de otros artistas que admiraban.

Cuando el círculo del artista era relativamente pequeño, era la viuda la que vendía las piezas o bien a talleres o a otros compañeros de profesión. En el caso de artistas más reconocidos, como Rubens, su colección era tan espectacular que se hicieron listados para enviar a diferentes cortes europeas para que los reyes, como Felipe IV o Carlos I de Inglaterra, compraran las obras en las que estuvieran interesados.

Una imagen de Ana Diéguez-Rodríguez. Foto: José Luis Roca.

Concepción estética o sensibilidad

- Aprovechando el ejemplo de Bowie, ¿está más estrechamente ligado que un artista sea coleccionista?

No tiene tanto que ver con el hecho de que sean artistas sino con su concepción estética o sensibilidad. Nadie puede negar que Bowie tenía estéticamente muy clara su música y su propia fisionomía. El hecho de tener reproducciones a tu disposición con un solo clic ha cambiado completamente el concepto de colección de arte como recurso dentro de un taller. Los artistas actuales tienen todo "a mano", algo que era completamente impensable en los siglos XVI y XVII.

- Por último, una cuestión que ronda por la cabeza de muchos, ¿cómo diferenciar una buena obra de otra que no lo es? Sobre todo en arte que es más difícil de entender o de valorar como el abstracto.

Me lo preguntan mucho, sobre todo mis alumnos. El arte ha cambiado mucho. En la Edad Moderna (de los siglos XV al XIX) digamos que hay otros parámetros. Están muy marcados. Había unas estructuras llamadas guildas que señalaban cuándo una obra o el maestro eran aptos, o no, para que sus obras pasasen al mercado. Había una estructura que delimitaba qué artista podía vender sus trabajos y quienes aún no tenían el grado de maestro para abrir taller y por lo tanto trabajar de forma independiente. Por eso, en esa época, si un cliente se acercaba a un taller sabía que lo que estaba comprando era bueno o tenía unos parámetros mínimos de calidad, pues también había talleres mejores y peores.

Al llegar el siglo XX esto cambia. Las guildas desaparecen para dar paso a las academias y organismo oficiales. Los marchantes de arte empiezan a tener mayor peso, y el concepto tradicional de artista al que se paga por su trabajo cambia por el del artista genial que está imbuido de esa inspiración creativa por la que se le paga, desapareciendo la idea del artesano. Aparecen nuevas vías. Uno de los casos más representativos es el de Van Gogh, que ahora es reconocido, pero en su momento nadie compraba sus obras porque no había encontrado su cauce comercial. Ahí es donde ha habido una revolución en el mundo artístico. Actualmente también se ha pasado el peso del arte contemporáneo a estos comerciantes y a sus galerías de arte. Ellos son los que determinan que un artista se venda y otro no. En estos momentos estamos viviendo en una etapa de caos en el sentido de que se está apostando por artistas que salen de las facultades de bellas artes, muy jóvenes, a los que, en muchos casos se les ve cierto talento, pero frente a los que no sabes dónde van a llegar. Son apuestas arriesgadas que, a veces, quedan en nada, aunque en otras, sí que han tenido buen ojo. Sí que es cierto que los que despuntan o los que marcan tendencia tienen un profundo conocimiento de lo que se hizo anteriormente, de la historia del arte. Son personas muy reflexivas y lo que están haciendo llega al público, como es el caso de Banksy o las españolas Cristina Iglesias o Lita Cabellut.

Es por eso que el arte contemporáneo fluctúa más. El de la época moderna es más difícil que pierda valor, los nombres y la calidad ya está definida. Por eso la gente que invierte en arte antiguo lo hace con un sentido más de preservación, en cambio, los que se decantan por el mundo contemporáneo ven alterada su apuesta inicial, a veces para bien, y otras para mal. Este aparente caos y multiplicidad de tendencias actuales no deja de ser reflejo de la sociedad que nos ha tocado vivir.