Habrán leído la noticia: Goop, la empresa de placebos cursis con la que Gwyneth Paltrow se está forrando, ha puesto a la venta al precio de setenta euros velas que desprenden el olor de la vagina de la ¿actriz? Aclaremos la cuestión: no es que los perfumistas de Goop hayan hecho con Gwyneth un cunninasus y después hayan reproducido en el laboratorio la experiencia. Fue la ¿estrella? la que, paseándose por sus dominios, comentó tras oler unas velas aromáticas " wow, this smells like my vagina". Un listo al que le pagan por tener este tipo de ideas captó rápidamente el potencial aforístico del comentario, mandó renombrar las velas como "Huelen como mi vagina" y ponerle un cero más al precio. Se agotaron en cuarenta y ocho horas.

¿Por qué esas velas le olieron a Gwyneth como su vagina? La respuesta está en " Goop Lab", el apestoso publirreportaje sobre esta empresa de timos con el que Netflix intenta que todos nosotros, no solo las velas, olamos a flujo vaginal de ¿artista? Más concretamente, la respuesta está en el póster de la serie. Permítanme que se lo describa: en él se ve a Paltrow tan sonriente, tan delgadita, tan mona, tan cuqui, dentro de... cómo explicarlo... una especie de diseño fusiforme concéntrico formado por varias capas de labios de un tono rosita cada vez más oscuro. No hace falta ser freudiano ni experto en la Virgen de Guadalupe para saber que la ¿modelo? está dentro de su propio coño, más o menos a la altura del ligamento uterosacro.

¿Cómo no le van a oler las velas a su vagina? Le huelen las velas, los cuarzos, las tisanas y su empresa entera. Cuando se vive dentro de uno mismo, el mundo tiene una textura secretada, una querencia a moco de la que es difícil librarse. Todo en " Goop lab" huele a vagina, salvo los honorarios de la ¿intérprete? Recuérdese lo que dijo Vespasiano cuando su hijo le recriminó que gravara con tasas el tráfico de orina: " Pecunia non olet", algo así como "Las velas olerán a tu vagina, Gwyneth, pero los setenta pavos que pagan estos tarados no huelen a nada".