Periodista, escritor, sociólogo y teórico de la semiótica. El dilatado desempeño de Ignacio Ramonet (Pontevedra, 1943) le confieren una visión poliédrica del mundo que en buena medida le han servido para convertirse en un experto en geopolítica, consultor de la ONU, dirigir Le Monde Diplomatique durante casi dos décadas, promover el Foro Social Mundial de Porto Alegre y fundar la organización de justicia económica global ATTAC. Una hoja de servicio que le avala como voz autorizada del altermundialismo, el movimiento social que prioriza los valores sociales y medioambientales para proponer que otro mundo es posible.

-En los últimos meses se acumulan revueltas sociales de muy diferente signo en todo el planeta. ¿A qué se debe una agitación tan transversal y tan simultánea?

-Lo que hace singular a este fenómeno de rebelión mundial y lo diferencia de movimientos precedentes es que se produce mayoritariamente en países democráticos y en regiones ricas: Hong Kong, Francia, Chile, Catalunya... Hay algo de la política y el crecimiento actuales que no satisface a una parte de la población. Las respuestas de antes a problemas colectivos, como más libertad y más crecimiento en el 68, ya no son suficientes. Y en particular para las generaciones jóvenes, que consideran que la calidad democrática no es buena y ven el futuro con preocupación. También hay un gran fenómeno de liberación de la mujer. Más allá de las 'suffragettes' y de los 60, es el primer movimiento político en el que la mujer tiene un rol central.

Además, las personas consideran que las nuevas tecnologías les permiten amplificar su propia libertad de una forma muy superior a lo que le ofrece la sociedad. El uso de redes tecnológicas de comunicación dan al individuo el poder que hace 15 años tenía la CNN. Un sentimiento de poder que lleva al individuo a sentirse limitado por el poder de la sociedad, del sistema político y de las reglas de la vida en común.

-Parece que los problemas globales empiezan a tener respuestas globales. ¿Estamos asistiendo a un cambio de paradigma?

-Yo no aprecio un cambio de paradigma. Pero la realidad dice que tal ha sido el proceso de globalización que se ha acabado por globalizar al mundo. Y ahora también las respuestas son globales. Se han globalizado los mecanismos de comunicación, tenemos todos esta enorme capacidad de producir comunicación y de crear redes, que las personas desarrollan un sentimiento de poder mucho más importante. Además, la rebelión mundial se ha hecho de manera casi espontánea y colectiva. No hay líderes, ni un programa demasiado preciso, más allá de un par de consignas. En mayo del 68 había un sistema alternativo por si caía el capitalismo vigente: el socialismo. Hoy no se defiende este tipo de modelo ya elaborado, sino la idea de crear un programa en común.

-¿A qué atribuye esta fuerte pujanza del populismo?

-El populismo es la consecuencia del malestar con la política. Hay un capitalismo que crea insatisfacciones a las que no se les da respuesta. Y el propio modelo socialista no sabe muy bien con qué se corresponde a día de hoy. En las fallas entre ambos modelos surge el populismo, que es a la vez reacción contra el avance modernizador de la sociedad y la capacidad de dar respuestas sencillas a los problemas complejos de nuestro mundo actual. Esas respuestas sencillas son la estrategia de Trump, de Bolsonaro, de Salvini y Orban. En general, respuestas de autoridad. ¿Han solucionado algún problema real de la sociedad? Por el momento son laboratorios, tratando de ser objetivos.

El gran problema es que hasta una sociedad tan sofisticadamente política como la de EEUU no puede impedir que Trump siga avanzando, como acabamos de ver con el discurso de la Unión, con el fiasco del 'impeachment', un fracaso político muy importante. No cabe duda de que Trump ha abusado de poder, pero la mayoría republicana cierra los ojos y hace piña con él. Ahora Trump, que muy probablemente sea reelegido, puede hacer lo que le dé la gana. Podría postularse para cuatro mandatos, porque ya ha demostrado que puede hacer abuso del poder y aun así va a tener el apoyo de los suyos. Corremos el peligro de que este liderazgo caprichoso, imprevisible y autoritario se transforme en el modelo a seguir, como ya hemos visto con Boris Johnson en el Reino Unido.

-Los medios de comunicación pierden protagonismo en esta época de 'fake news' en la que los populismos marcan la agenda política y mediática. ¿En qué nos estamos equivocando?

-Los medios no se equivocan. Lo que ocurre es que establecen diferencias entre ellos y las tecnologías de comunicación de las personas, cuando deberían integrarlas. Hace años, pendían amenazas de cierre de los periódicos y hoy, los grandes periódicos no solo se han salvado, sino que tienen más audiencia que nunca, como 'The New York Times' y 'Le Monde', que han aumentado su plantilla y tienen más audiencia y suscriptores que nunca. Hace 5 años estábamos casi enterrando al 'Times' y ahora consideramos que es el que da más vitalidad, el que más dinero gana y todo por hacer su trabajo: no busca fórmulas para hacer TV, ni radio, simplemente hace su trabajo: explicar buenas historias.

Pero es cierto que la nueva realidad en materia informativa tiene mucho que ver con las 'fake news'. Se publican con la naturalidad de cualquier información. El populismo ha conseguido imponer la idea de que incluso la verdad es relativa, ha lograsdo que se cuestiones: 'si tú tienes tu verdad, yo tengo la mía'. Por más cifras y estadísticas que argumentes, no me interesa: yo ya tengo mi verdad. Y millones de personas creen mi verdad, a veces más que la tuya por más científica que sea. No olvidemos que el mundo ha funcionado durante miles de años con una verdad mágica, que la verdad científica tiene apenas dos siglos. Hoy está regresando el pensamiento mágico. Asistimos a una especie de comunicación salvaje en la que cada persona tiene el poder de la CNN. Esto es una revolución. Siempre hemos defendido la democratización de la información. Pues ya la tenemos. Ahora hay que adaptarse a este nuevo mundo.

-Usted alerta de un imperio de la vigilancia que deja pequeño al Gran Hermano de Orwell. ¿Qué puede hacer el ciudadano ante un entramado de control tan sofisticado?

-El problema del ciudadano medio es limitarse a pensar que no tiene nada que esconder, más allá de un poco de porno en la 'tablet'. Algunos incluso justifican ese control por su seguridad, para que detengan a los terroristas. A la gente le da igual que su privacidad esté amenazada y deberíamos conseguir que la defienda ante esta hipervigilancia, como denuncia Snowden. ¡Es tu santuario, tu identidad, eres tú! De lo contrario, mañana, con el 'big data' y el 5-G, lo sabrán absolutamente todo de ti. Y no para ayudarte, sino para explotarte.

-A quienes han perdido la esperanza, ¿cómo trataría de convencerles de que otro mundo es posible?

-La realidad demuestra que solo peleándonos, sublevándonos, protestando e informándonos podremos cambiar el mundo tal como está. Si la gente se subleva en el mundo no es porque no tenga libertad, sino porque siente que su espacio de libertad se está restringiendo más y más.