El "Hermano mayor" necesita un "Hermano mayor". Un "Hermano máximo", vaya. ¿Recuerdan a Pedro García Aguado? ¿Recuerdan que triunfó en televisión con un programa llamado "Hermano mayor" en donde actuaba de consejero espiritual de jóvenes problemáticos a los que enseñaba a no rendirse ante las dificultades de la vida, a perseverar, a ser constantes en sus propósitos esperando recoger los frutos a largo plazo? ¿Recuerdan que no tenía la menor capacitación, ninguna titulación, nada que le acreditara para realizar esa tarea, que acabó siendo un rosario de intervenciones chapuceras que iban desde el sentido común hasta la total y contraproducente insensatez? ¿Recuerdan que gracias a este único punto en su currículo alcanzó la Dirección General de Juventud de la Comunidad de Madrid hace cinco meses?

Pues ha dimitido. A los cinco meses. Antes de que puedan dar resultados ninguna de las políticas que haya aplicado. A la primera de cambio. Sin un motivo especial. Ha declarado que todo ha sido maravilloso, que se lleva de fábula con la presidenta de la Comunidad, que simplemente ha cambiado de opinión y ahora se quiere dedicar a otra cosa.

Así que hace falta que el Hermano Mayor reciba la visita del Hermano Máximo y se someta a una intervención televisada para corregir sus evidentes rasgos de impulsividad, falta de constancia y conducta errática. A lo mejor le podemos poner muy lejos la comida en la mesa para que tenga que levantarse en cada bocado y aprenda así que las cosas en la vida requieren su tiempo. A lo mejor le podemos meter en trenes de larga distancia sin paradas para que aprenda que en la vida no se puede estar cambiando de destino al tuntún. O quizá podríamos hacerle construir un castillo de naipes para que vea cómo se derrumba al subirse a él. Así quizá aprendería que no se debe ir escalando puestos sin capacitación con el único mérito de haber desempeñado en el pasado puestos sin capacitación.