Habitual en las tertulias televisivas, el periodista Antonio Maestre, redactor en La Marea, remueve en Franquismo S.A., el libro que presentó ayer en la sede de la ONCE en A Coruña, la vigencia de las estructuras del franquismo y delata hasta qué punto las oligarquías de entonces son las que integran las actuales cúpulas del poder político, empresarial y jurídico.

En el libro se compara cómo se llevó a cabo la reparación en Alemania con respecto a España. ¿Qué se ha hecho mal aquí?

Lo que ha pasado en Alemania ha sido más tiempo. Allí el proceso se inició en el 45, aquí en el 75. Allí perdieron la guerra e hicieron reparación en el primer momento. Hay que desmitificar ese proceso de desnazificación, no fue idílico, lo primero que hicieron fue integrar las cúpulas nazis en toda la judicatura y la política alemana durante mucho tiempo. Lo que sí, luego, tras la caída del muro, a partir del año 90 hubo una asunción de culpa por parte de Alemania en relación con su pasado nazi, cosa que aquí no se ha hecho. Vamos atrasados por una cuestión temporal.

¿Qué componentes favorecen que la empresa

Sobre todo, que durante la Transición no hubo un proceso de restitución, de revisión del pasado. La Transición se hizo teniendo en cuenta que las cúpulas de decisión empresarial no tenían que ser tocadas, el status quo no podía ser revertido, era una transición con condiciones. El poder establecido durante el franquismo al más alto nivel no se podía tocar, eso impidió que haya una reparación moral o económica.

¿Por qué se tiende a priorizar la reparación moral por encima de la económica?

Yo creo que una y la otra van unidas. El paso previo a la económica es la moral, estética, la justicia. A partir de ahí empiezan a darse pasos más ambiciosos. Ser consciente de que la reparación económica es más sensible, es que, al fin y al cabo, los que tienen que reparar son los que tienen ahora el patrimonio. Tomar decisiones en ese sentido va a llevar a una reacción virulenta, porque quien tiene patrimonio no va a querer devolverlo. Esa es la mayor resistencia de aquellos colectivos que se oponen a la memoria histórica.

¿Se es consciente, a nivel social, de hasta qué punto llega el legado del franquismo a día de hoy?

No. Es uno de los motivos fundamentales por los que yo escribí el libro, para que la gente fuese consciente de hasta qué punto están integradas en el presente las cúpulas de decisión que se fraguaron en el franquismo. Que la gente sepa hasta qué punto en el día a día, de las empresas que están en nuestro proceder habitual, todo se fraguó en el franquismo.

¿Convierte este hecho el legado de la Transición, a veces tan idealizado, en una mera cuestión estética?

El problema fundamental es que la Transición es lo que se pudo hacer, pero no es algo que haya que mitificar. En su momento fue un proceso histórico que lo que fraguó lo que tenemos ahora, la pervivencia del status quo y de los privilegios que se formaron durante el franquismo. Modélica no fue, en ningún caso. Lo que demuestra el libro es que en el fondo, los que mandaban en el año 74 son los que mandan ahora.

¿Habría que plantearse, como medida de reparación, incorporar este relato a la educación?

Sí, es fundamental hablar de las concreciones de esa transición. Si empiezas a tomar decisiones que desmonten lo que la Transición consolidó, la estás desmitificando sin hablar de ello, por la vía de los hechos. Si empezamos a desmontar la Ley de Amnistía, a tumbar las sentencias franquistas... Hay decisiones que, al tomarlas, desmitificas ese proceso que fue la Transición sin hablar de ello.

Sabiendo que las oligarquías de entonces son las de ahora, ¿es posible que se llegue a culminar o siquiera a iniciar ese proceso?

En el fondo soy optimista por los tiempos, aunque soy consciente también de cuáles son las resistencias que va a haber. Sí creo que se puede hacer por la vía de los hechos, en el momento en el que se tomen parcelas que no estaban tomadas, las resistencias pueden ser conquistadas. El hecho de recuperar las Torres de Meirás es una medida que no va a tener mucha resistencia más allá de los Franco. En el momento en el que se recuperen, se podrá empezar a ver que recuperar el patrimonio es posible. Se empezará a ver que es posible recuperar el de los Barrié, y tantos otros.

Se tiende a juzgar como no prioritarias decisiones como la exhumación de Franco o la recuperación de Meirás. ¿En qué medida lo son?

En el momento en el que las batallas culturales son un punto de acción de la extrema derecha, todas estas batallas en las que la izquierda tiene algo que ganar, son prioritarias precisamente por eso. Las batallas culturales te permiten vencer para poder tomar otras medidas más materiales y concretas. Si no tienes el poder, no puedes tomar esas medidas.

¿Considera que hay que ganar el discurso?

Mediante el discurso consigues el poder. Son indivisibles todas estas medidas, son un bloque.

La Justicia dio la razón a los Franco con respecto a la devolución de las estatuas de Mestre Mateo. El problema es que actúan dentro de una legalidad vigente.

Lo fundamental es que todas estas medidas simbólicas, para tomarlas, hay que tomar antes una serie de medidas estructurales. Mientras que el cambio no sea estructural mediante la abolición de la legislación vigente, que propicie la ley de responsabilidades políticas o de incautación de bienes materiales, mientras no se desmantelen las estructuras franquistas que perviven, habrá medidas muy difíciles porque son legales.

La actitud de la familia durante la exhumación evidenció que se sienten legitimados para ostentar la posición que ostentan.

Claro, porque ellos tienen detrás un soporte que tiene que ver con el franquismo sociológico, se sienten herederos del relato porque hay una cierta aceptación sobre aquel período. El resto de oligarquías saben que cuando los Franco caigan, caerán ellos. Mientras el patrimonio de los Franco esté a salvo, el suyo también. Se sienten privilegiados porque nunca han sido puestos en cuestión, no perciben el hecho de perder.