Mario Bunge se adentró apenas seis meses en sus cien años. El filósofo argentino falleció en la noche del lunes, en un hospital de Montreal (Canadá), donde residía desde 1966. Su intensa dedicación a la filosofía de la ciencia, con una mente lúcida hasta los últimos días, deja una obra muy extensa, cuya presencia continua y reconocida en los libros de otros lo convierte en un referente del pensamiento. En 1982 obtuvo el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Nacido en la provincia de Buenos Aires, Bunge fue en origen físico y matemático, una formación que le proporcionaría el sustrato de su filosofía, de corte materialista y con un marcado afán de sistematización, que los lleva a abarcar desde la teoría del conocimiento a la ética. En La ciencia, su método y su filosofía, un libro de 1960, está el embrión de todo lo que desarrollaría después, y que se agrupa en los ocho tomos de su Tratado de filosofía, publicados entre los años 70 y 80.

Entre sus obras en lengua castellana destacan además Teoría y realidad, Filosofía de la física, Epistemología, Materialismo y ciencia, El problema mente-cerebro o Economía y filosofía y entre 1969 y 1989 Bunge trabajó en la construcción de un sistema filosófico que abarca la ontología, la semántica, la teoría del conocimiento, la filosofía de la ciencia y de la tecnología, la teoría de valores y la ética.

Su editor en España, Serafín Senosiáin reconoce que "la filosofía de Bunge resulta a veces difícil de leer, sobre todo porque suele ir acompañada de fórmulas matemáticas". Sin embargo, su combate contra las pseudociencias lo puso para muchos en el terreno de lo inteligible. A partir de la idea que la única fuente fiable de conocimiento es la ciencia, Bunge desacredita los falsos saberes que se construyen con apariencia científica pero se sustraen al método y al rigor que ese conocer exige. Ello incluye desde el psicoanálisis hasta la teoría de las supercuerdas. En un terreno más filosófico, esa misma posición lo llevó a desacreditar la fenomenología o el existencialismo. Heidegger era uno de sus mayores demonios y en su filosofar detectaba "frases propias de un esquizofrénico".

Distinguido con dieciséis doctorados honoris causa, en 2009 recibió el Guggenheim Fellowship y en 2014 el Premio Ludwig von Bertalanffy.