Dice Mónica Naranjo (Figueras, 1974) que durante mucho tiempo todo fueron poses. Que se había inventado a sí misma para hacer frente a la industria, una que amenazó con devorarla con tan solo 17 años. Hoy, a sus 45, ya la han curtido las giras y la prensa, y ha aprendido a abrazar el nomadismo. En Mónica al desnudo, el espectáculo con el que llega esta mañana al Ágora, en A Coruña, desviste el proceso en una jornada maratoniana de 12.00 a 14.30 h y de 16.00 a 18.30 h, para responder a las preguntas de su público.

¿Todavía guardaba cosas escondidas?

Bueno... Mónica al desnudo es un evento donde comparto con el público no solamente música y clases magistrales, sino también qué ha pasado durante estos 25 años, cómo he logrado sobrevivir a una carrera como la música. Es un espectáculo biográfico, práctico, de estudio vocal... Muchas cosas. Y también un día bonito. La gente viene no solo a conocerme en profundidad, sino también a dejarse conocer.

¿Por qué necesitaba ese ejercicio de honestidad?

Porque Mónica Naranjo ha sido un personaje durante muchísimos años. Pero la edad es un grado, hace que necesitemos menos corazas. En el pasado, artísticamente, he utilizado un personaje que me ha servido de escudo, pero ahora es bueno que la gente sepa por qué se construyó y quién es realmente la persona detrás de la artista.

¿Qué le daba esa otra Mónica?

Yo sentía que era una niña jugando a ser mayor en un país extranjero. Estaba sola ante la adversidad y ante la grandeza de una profesión como esta. El personaje me ayudó a poder disfrazar mi vergüenza...

¿Vergüenza?

Sí, yo soy una persona muy tímida y poco sociable. Una vida nómada como la que yo he tenido hace que estés deseando refugiarte entre tus cuatro paredes.

¿Ve inconsciencia en esa chica de 17 años que quiso cruzar el charco?

Quedaría muy bien decirte que fui valiente. Es que con 17 años... ¿Qué sabes de la vida?

Usted decía que cantaba y componía como nadie.

Fue un escudo más, porque cuando llegué a España después de haber conseguido explotar artísticamente en Latinoamérica, me topé con muchos detractores. Me encontraba en las ruedas de prensa a personas que me miraban como diciendo: '¿Y esta petarda qué coño hace?'. Era una forma de defenderme, porque esos cabrones me iban a comer. Lo que pasa es que luego venía la triste realidad, enfrentarte a esa habitación solitaria de un hotel y decir: 'Madre mía, estoy muerta de miedo'.

¿Cómo ha sobrevivido a eso durante 25 años?

Ha habido momentos para todo. Lo más difícil que me ha pasado en la vida ha sido porque algo dentro de ella tenía que seguir evolucionando. Pero los zarandeos más duros al final han traído las mejores cosas.

Hoy todos dicen que está en el momento más luminoso. ¿Ya no hay sombras?

No, ahora no, porque no te sientes en la obligación de hacer cosas que no quieres hacer. Con lo cual, no te sientes frustrada. Yo soy una persona que, en cuanto creo en un proyecto, me tiro incondicionalmente, me da igual.

Uno de los últimos ha sido La Isla de las Tentaciones. Con la mala prensa de los realities, pocos cantantes se habrían atrevido a asociar su carrera a uno...

Era mi deber ir, un compromiso. Yo soy una persona de palabra, y cuando la doy, la cumplo.

¿No le preocupó la imagen?

No lo pensé. En su momento, le prometí a una persona que iba a estar en lo que necesitara, y me pidió ayuda y cumplí. Y te digo una cosa, yo me he hecho un máster y no solo profesional, sino personal, porque he vivido una experiencia que me ha servido de espejo para muchas cosas. Para lo que quiero y para lo que no quiero en mi vida, porque me he encontrado con historias que superan la ficción.

Y parece que le ha cogido el gusto a la tele...

Se ha convertido en una forma más de expresión para mí. Si me hubieras preguntado hace 20 años si quería hacer televisión, te habría dicho que ni loca, que qué iba a ofrecer yo, si soy cantante. Sin embargo, en su momento me propusieron hacer Tu Cara Me Suena y descubrí que me lo pasaba muy bien. Que no sentía el peso que siento con la música.

¿Cuál es la diferencia?

En la música hay una parte de mí que sufre mucho, porque soy muy tirana conmigo misma. Y a mí este efecto de piloto automático de sigo y sigo, pero no siento, no me parece sincero...

¿Tiene que recargar las pilas?

Sí, me encierro en casa. Me abriga mucho la soledad. Hay muchas personas que, cuando les comento que tengo días de estar muda después de un concierto, piensan que soy un poco friki. Pero a mí me da paz.

Su última gira la bautizaba Renacer. ¿Qué ha cambiado de usted en esa reinvención?

Muchas cosas. Quizás la que más es comprometerse con una misma...

¿Antes no lo estaba?

Es que te olvidas de ti, priorizas todo lo demás y es peligroso. Pero ahora mismo estoy muy pendiente. En el momento en el que siento que me estoy olvidando de mí misma, vuelvo otra vez a empezar.