El tema preocupa a todos los sectores de la población implicados porque afecta directamente a la salud de nuestros menores. Médicos, farmacéuticos y padres se encuentran entre ellos, buscando siempre lo mejor para todos. Cuando pensamos en medicamentos para los niños, no podemos imaginar que son adultos pequeños y que "todo vale" para su tratamiento. Debemos ser muy cuidadosos con su administración, especialmente cuando se utilizan de manera prolongada. Es imprescindible eliminar la palabra automedicación (y el acto) y consultar absolutamente todo al pediatra.

Uno de los grandes problemas a nivel mundial de los sistemas de salud ha sido tradicionalmente, la inexistencia de fármacos diseñados específicamente para los niños pero, actualmente, las cosas han ido cambiando. Se han creado comités de expertos que han trabajado en este sentido para conocer en ese grupo de población los efectos de los principios activos que se utilizan habitualmente. El mayor hándicap a este nivel se encuentra en la motivación económica de las empresas farmacéuticas (que buscan resultados rentables rápidamente) y en la dificultad de realizar pruebas en la población infantil (para conocer los efectos concretos de los principios activos analizados).

Los niños necesitan tratamientos específicamente elaborados para ellos porque presentan condiciones fisiológicas y anatómicas diferentes a las de los adultos. La absorción, distribución y disponibilidad de los medicamentos es diferente en su organismo, por lo que no se puede descartar que su consumo inadecuado genere problemas inesperados. Es cierto que se adaptan las dosis de principio activo al peso y edad del paciente, por lo que no debemos alarmarnos excesivamente con los efectos indeseables. Lo fundamental es no administrar ningún medicamento no pautado por el médico y seguir sin variaciones las indicaciones dadas por el pediatra.

Son muchas las "peculiaridades" conocidas relacionadas con los medicamentos y siguen las investigaciones dirigidas a localizar más. Los estudios se basan en las reacciones observadas tras su administración y los datos recogidos por los científicos. Un caso concreto sería el uso de la aspirina (desaconsejada en niños menores de 12 años por su asociación directa al síndrome de Reye), las anfetaminas (que en los niños actúan como sedantes y en los adultos como excitantes) o los inmunosupresores (de los que necesitan mayores dosis porque su hígado los metaboliza con mayor rapidez).

Los antibióticos son un grupo especialmente interesante del que se ha comprobado que provoca efectos indeseables. Además de las diarreas, los dolores de barriga, etc. el problema de las resistencias bacterianas está poniendo a los expertos en estado de alerta por el alcance de la situación. Una administración excesiva de este grupo de fármacos puede provocar, además, la aparición de alergias que impedirán su administración posterior reduciendo el arsenal terapéutico.

Destacaría que cada vez aumentan más las recetas de psicofármacos a niños para tratar diferentes problemas que, en muchos casos, no necesitarían una medicación tan fuerte según señalan los expertos. En este campo se utilizan muchos principios activos entre los que destacaría: metilfenidato (un estimulante del sistema nervioso que provoca como efectos secundarios dolores de cabeza y mareos), antidepresivos (para tratar la depresión y que causan insomnio o somnolencia a los niños) o ansiolíticos (destinados a reducir la ansiedad, suelen ocasionar somnolencia y fatiga). El uso de este tipo de compuestos se concentra en casos concretos en los que resultan necesarios, pero la calidad de vida de los consumidores se modifica y provoca alteraciones que deben ser controladas por los médicos.

Cuando hablamos de la administración de fármacos a los niños, es importante señalar que:

-No podemos tener miedo ni solicitar tratamientos innecesarios. La confianza en el pediatra es fundamental y, cuando no pauta un antibiótico, por ejemplo, es porque no lo considera necesario.

-Se deben evitar los medicamentos sin receta y consultar siempre al médico y/o al farmacéutico antes de administrarlos. También los considerados "naturales" porque contienen principios activos con efectos generales sobre el organismo y pueden interferir con los pautados por el pediatra.

-Los niños son muy vulnerables a su consumo y necesitan dosis especiales ajustadas a su edad y peso. No pueden equipararse directamente a las de los adultos, sino administrar lo que indique de manera personalizada el pediatra.

-Se debe consultar el prospecto donde se describen las características generales del fármaco y todo lo específicamente referido a los niños. Preguntar cualquier duda que se plantee al pediatra es fundamental para evitar situaciones complicadas.