La cultura genera referentes. En los últimos años los productos culturales han integrado nuevas representaciones de lo femenino para resignificar los arquetipos de las mujeres que aparecen en la industria musical y la ficción literaria y audiovisual.

Artistas y productos culturales entran en juego para cuestionar las estructuras patriarcales, alejándose de los cánones culturales tradicionalmente superpoblados de hombres, que tienen como consecuencia unos personajes femeninos dibujados bajo la mirada masculina y patriarcal.

Aún en la actualidad, las mujeres carecen de referentes empoderadas y líderes, más allá de los estereotipos de mujer heroína, mujer cuidadora, mujer objeto y mujer bruja y, sobre todo, buscan modelos que no deban someterse al escrutinio del resto. Además de referentes individuales, la nueva cultura ha evidenciado la falta de ejemplos de sororidad -mujeres unidas, respetuosas las unas con las otras, dispuestas a escalar junto a los hombres- y ha sabido denunciar el machismo intrínseco en nuestra sociedad, teniendo en cuenta el poder de la cultura de reflejar y transformar la realidad.

Poder a golpe de ‘autotune’

Expansivas, orgullosas y con autoestima. Así se presentan las estrellas de la música urbana en todo el mundo. Las discográficas más importantes no las han dejado escapar, y así es como han surgido artistas de la talla de Karol G, Mon Laferte o Natti Natasha, en el plano internacional, y La Zowi, Nathy Peluso, Bad Gyal o Sara Socas en territorio nacional.

Todas ellas son mujeres empoderadas decididas a revolucionar un género musical que es mucho más que las letras machistas, sexistas y misóginas que predican Maluma o Anuel AA. Sin embargo, la atención a este género no justifica las letras racistas, clasistas y machistas del resto de géneros musicales, que hasta el momento no se ha cuestionado.

La fábrica de sueños en obras

“Si estás soltera, no hay ni una sola ocasión después de la graduación en que puedas celebrar algo tuyo”, reflexiona Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker) en Sexo en Nueva York (1998). Lo que se vendió como una historia de mujeres emancipadas y sexualmente liberadas en la gran manzana resultó ser en realidad una franquicia del machismo: el ideal de las cuatro protagonistas -y el hilo conductor de la serie- era encontrar el hombre ideal.

Es un claro ejemplo de cómo la visibilización de la mujer no garantiza que se cuestionen las estructuras patriarcales. Además no es un caso aislado; Hollywood ha producido centenares de películas y series que no van mucho más allá del entuerto amoroso que se resuelve al final. Por suerte, recientemente han surgido otros productos audiovisuales alejados de estos cánones, que visibilizan muchos tipos de mujeres y muchos tipos de amor. Killing Eve (2018), Glow (2017), Big Little Lies (2017), Vida Perfecta (2019)… Los ejemplos son numerosos.

“Sé correr sin que me cojas la mano”, explica Rey a Finn en la última entrega de Star Wars: Episodio IX-El ascenso de Skywalker (2019). Tres décadas después de su estreno, la saga ahora hace reflexionar al público. Rey (Daisy Ridley) tiene la responsabilidad de salvar al mundo como la última jedi; es una heroína de la acción alejada de ser un personaje sexualizado. Lo mismo sucede con otras películas de culto de ciencia ficción como el personaje de Imperator Furiosa (Charlize Teron) en Mad Max: Furia en la carretera (2015) y con Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) en Los juegos del hambre (2012).

Lejos de ser personajes pasivos, como se han representado las mujeres en la tradición cinematográfica, todas ellas son heroínas y su épica se basa en que son capaces de salvar el mundo a través de su ingenio, valentía y fuerza física. Parece que por fin las películas taquilleras van más allá del remanido chica-busca-chico y pueden crear grietas en el sistema patriarcal.

Un salto de varios siglos

Un estudio reciente de las universidades de Illinois y Berkeley, La transformación del género en la ficción en inglés, ha demostrado que las mujeres estaban mejor representadas en las novelas de época victoriana, del siglo XVII, que en las obras de hoy en día. El estudio, que ha analizado los productos literarios hasta 2007, concluye que ha descendido la proporción de escritoras y personajes femeninos en las novelas, así como la calidad de la caracterización que se hace de los personajes femeninos.

En contraposición con estas perspectivas negativas, en los últimos años la crítica feminista -no ficción- está cogiendo peso en el plano literario, con firmas españolas como Ana Bernal-Triviño, Leticia Dolera, Nuria Varela y Anna Pacheco; y Chimamanda Ngozi Adichie, Virginie Despentes, Shaina Joy Machlus y Silvia Federici, en el resto del mundo.

Por otro lado, en la narrativa de ficción, se están reivindicando especialmente los títulos escritos por mujeres. La más destacada es El cuento de la criada, publicada en 1985 por Margaret Atwood -y popularizada recientemente por la serie homónima de HBO, estrenada en el 2017- que a su vez ha propiciado una serie de novelas distópicas en las que se cuestiona el futuro de la mujer. Voz, de Christina Dalcher (2018) o Relojes de Sangre, de Leni Zumas (2018), invitan a reflexionar sobre los límites entre la realidad y la ficción.