"En mi casa no entra nadie", es la máxima que se ha impuesto Trini, una mujer de 83 años, que vive sola en Barcelona, y que trata de evitar la infección de coronavirus suspendiendo el contacto con el mundo exterior. "Me agobia un poco, me gusta salir a pasear, pero tenemos que cuidarnos", añade. Varias viudas jubiladas consultadas, en su misma situación, salen a la calle protegidas, y para hacer lo mínimo: tirar la basura y comprar alimentos básicos. Han suprimido los servicios privados de limpieza y evitado pedir ayuda a sus familiares o mirar las noticias. Mientras tanto, entidades como Amics de la Gent Gran o Avismón refuerzan la atenció telefónica para asegurarse de que están bien en una ciudad donde el número de ancianos que viven solos ha superado todos los récords.

"Trato de ver el coronavirus como una lotería, si te toca, te toca... no puedo vivir agobiada", explica Encarna Taroca, una mujer soltera de 78 años que vive sola en el barrio del Clot. "No estoy asustada, pero al principio lo pasé mal", relata la mujer, acostumbrada a salir cada tarde a dar una vuelta por el vecindario. "Pensé que no lo aguantaría, pero ahora cada día me llaman mis amigas y así vamos tirando" dice sonriente. También Rosa Maria Pastor, de 63 años y con una enfermedad pulmonar, ha visto cómo el telefono la ha absorbido tras el confinamiento, aunque aclara: "Yo no llamo a todo el mundo, a esta gente que sufre tanto no le cojo el teléfono, prefiero evitar las preocupaciones".

Muchas han dejado de ver la televisión. "Me gusta ver las novelas, pero es que en la tele solo hablan del coronavirus este y me pone nerviosa". Lo dice Pilar, de 68 años y con problemas coronarios y asmáticos. Pero lo suscriben todas las entrevistadas. Trini dejó de ver las noticias cuando se enteró de que el primer ministro británico no iba a confinar el país: "¿Qué se piensa este señor, que los mayores somos basura o qué?", se queja. Rosa Maria está "cansada de ver a los políticos". "Yo quiero ver a alguien que haya pasado la enfermedad y que diga que está bien", añade. Ha dejado de mirar la tele, pero se mantiene conectada al mundo a través del grupo de whatsapp que han creado los vecinos de su bloque. "Es una buena iniciativa, aunque de momento no he pedido ayuda".

Encerradas desde el jueves

Por el momento, las cinco mujeres encuestadas llevan encerradas en casa desde el jueves, el día en el que se aprovisionaron de comida (mucha ya en el congelador), guantes y gel desinfectante. Trini ha tratado de salir "lo más mínimo posible", aprovechando todo el material que tiene en casa. "Me he puesto los guantes de jardinería, la mascarilla que tengo en casa de cuando fumigaron, y cuando vuelvo me limpio las uñas con un cepillo de dientes". Tiene nietos e hijos, que viven fuera de la ciudad que la podrían ayudar a hacer la compra o ir a buscar los medicamentos. "Prefiero que no vengan, no quiero que nos pongamos en riesgo, yo estoy bien y puedo ir tirando", justifica. Ella también ha pedido a la mujer que limpia en su casa que deje de venir por unos días. "Y si tuvieran que venir, les pediría que me dejaran la comida en la puerta, no les abiría", añade.

Josefa Porcel, sus 79 años y con un asma que le impide de respirar con normalidad, no puede prescindir de los cuidadores. En vez de ir al comedor social donde come cada día, ahora le traen hasta su piso del Raval la comida precodinada. También le asiste, como siempre, una trabajadora familiar del servicio domiciliar que, aun "sin mascarilla ni guantes", le ayuda a ducharse, le limpia la casa y le compra los medicamentos que necesita. A ella, lo que más le sorprende es ver esta Barcelona vacía. "Parecemos una isla desierta, no lo había visto así en mi vida", subraya. Y la soledad, ni le molesta ni le agobia. "Ya estoy acostumbrada".

Sin embargo, las ancianas no saben cómo proceder si notan algún síntoma. "El 061 está colapsado", lamentan. Por ello, varias entidades que apoyan a la gente mayor han ampliado sus servicios. Tanto la fundación Avismón como Roure han habilitado un número de teléfono donde, todas las personas mayores que viven solas pueden llamar si necesitan algo: "ya sea compañía o cubrir necesidades básicas", explica el director de Avismón, Daniel Salvador. Amics de la Gent Gran también llama cada día a sus 2.000 usuarios. "Cuesta convencer a los voluntarios que no pueden ir a sus casas", comenta el presidente, Albert Quiles.