Rubén Lage llevaba solo un mes y tres días como autónomo cuando tuvo que echar la verja del Bunna Café. Después de trabajar en hostelería como empleado, en febrero se lanzó con su propio negocio y cogió el traspaso de esta cafetería de la calle Fernández Latorre. Ayer tramitó un ERTE para suspender su propia actividad y la de sus dos empleadas, cocinera y camarera. Está a la expectativa, sobre la duración del estado de alarma y también sobre las medidas laborales del Gobierno. "Esto cambia cada día y seguimos con la incertidumbre de si hay que pagar la cuota de autónomos", explica. A juicio de este hostelero, "el decreto del Gobierno más que una solución es un parche". Eso sí, "un parche importante porque el gasto más grande es el de personal", reconoce. Pero no basta para paliar su situación: "La prestación que puedo cobrar es de poco más de 600 euros y tengo que seguir pagando un alquiler de 700, con lo que ya estoy en negativo sin tener en cuenta ningún gasto más".

A las cargas que acarrea el local se suma la pérdida de mercancía. "Preparamos el café con leche fresca y hemos tenido que tirar más de veinte litros porque no aguanta más de una semana: todos los frescos han ido a la basura", relata. Además, recuperar la actividad de la cafetería llevara un tiempo. "La vuelta a normalidad va a ser muy paulatina. Muchas oficinas empezarán a trabajar a medio gas y las cajas de los primeros días van a costar", aventura. La clave ahora para Rubén Lage, como para el común de los autónomos, está en "cuándo va a acabar esto". "Que se va a prolongar más de 15 días seguro, pero a ver hasta dónde llegamos. Llegar a dos meses así sería una situación crítica en mi caso y otras cafeterías que tenga más gastos pueden tenerlo aún más complicado", lamenta.