No tenía nada claro hasta que encontró la interpretación, y entonces no volvió a dudar. El escenario la llevó de Monte Alto a Madrid, y de ahí a trabajos como Historias lamentables, la surrealista comedia de Javier Fesser que, si el Covid-19 no lo impide, se estrenará a finales de abril. Por el camino, Bárbara Grandío se tropezó con el equipo de La Que Se Avecina ( LQSA), que la reclutó en píldoras hasta una temporada 12 en la que gana peso. "Iba solo para un capítulo y al final me quedé", explica entre risas la coruñesa, que, ahora sí, dice, está en pleno "salto".

¿Su vida ha llegado a ser tan surrealista como las de Fesser?

El punto de partida sí, aunque no llevado a un surrealismo tan extremo. Son tres historias y un epílogo, y yo creo que en cualquiera de ellas todos vamos a decir: "Eso me ha pasado".

El director se nutre de la desgracia de sus protagonistas. ¿Complica el trabajo bailar siempre al borde de la tragedia?

No, porque los personajes no lo viven así. No te dejan mal sabor de boca, aunque cuentan los dramas humanos y las miserias más grandes que tenemos dentro todos. Yo creo que de lo que más nos reímos es de las cosas más dramáticas para poder soportarlas, y esta película va por ahí.

Su personaje tiene a la familia como centro, es su motor...

Sí. Es el motor de su vida, junto al negocio que tienen. Ella lucha un montón por defender la empresa y hace todo lo posible para que eso se mantenga...

¿Es mucho más clave ese vínculo familiar cuando una quiere ser artista?

Yo creo que lo es para todos, pero en cualquier profesión que tiene que ver con el arte los padres se echan un poco las manos a la cabeza. En el mejor de los casos, como me pasó a mí, por miedo a la inestabilidad laboral.

Le dirían: "Bárbara, no hagas locuras...".

Pero yo creo que entendieron de una manera muy natural que era en lo único en lo que había puesto interés en algún momento. Porque todo lo demás lo he hecho para salvarme, sin mucho esfuerzo. De repente vieron que después de probar mil carreras y FP, me lo estaba tomando en serio, porque no lo había dejado todavía (risas).

¿Se arrepiente de esa inconstancia?

No, porque con esa búsqueda entendí que lo que me gustaba era ser muchas personas en una. Por ejemplo, cuando era pequeña quería ir a baile gallego. Pero me daba igual el baile, yo quería vestirme de gallega desde el minuto uno, interpretar.

Habla de Galicia, pero usted es de Monte Alto. Casi un microcosmos.

¡Sí, sí! Yo soy superpesada con Monte Alto. Siempre vuelvo y cuando estoy en A Coruña estoy con mis amigos de allí.

¿Qué conserva de su barrio?

Todo. Para los personajes cojo algo de las personas de la zona, o de las vivencias. Es verdad que llevo muchos años en Madrid, aunque ahora estoy aquí otra vez...

Se queja de que todas le dan personajes extremos. ¿Han visto en usted una vena punki que no tiene?

Creo que es porque no tengo el físico normativo, y la gente no sabe dónde ubicar lo diferente. Si no pone algo extraño en el guion igual no me ubican ahí. También es verdad que los personajes que he hecho llaman a otros, y al final a mí una feria me gusta y se nota.

En La Que Se Avecina su personaje no es tan extravagante. Es paradójico que haya encontrado en una serie tan loca su papel más cabal.

En realidad, todos son normales, aunque no sean lo que estamos acostumbrados a ver. Pero sí, Sonia está supercentrada y cuerda, aun con su punto rancio...

¿Está siendo su trampolín?

Trampolín no tanto, pero en la calle lo noto un montón. Por ahora, capítulos míos solo se han emitido cinco en diferentes temporadas y alucino con la repercusión que tienen. No había hecho cosas con continuidad hasta que llegó LQSA. Es como que este año hay un salto, un escalón más.

¿Qué se frena con la pandemia...?

Pues bastante... (suspira). Yo me estoy ubicando con todo, con el susto, con entender lo que está pasando... Pero a nivel trabajo tenía un par de pruebas importantes y lo primero que pensé fue que no iba a poder ir. Y LQSA se ha parado también. Veo a todos los ministros hablando de profesiones y la nuestra jamás la contemplan. Nosotros ni somos autónomos, ni empresa, pero tenemos facturas. Yo no sé cuándo voy a volver a cobrar.