Sin velatorio, sin funeral, sin abrazos ni besos, sin poder llorar juntos y a más de un metro de distancia de sus allegados y amigos, así están teniendo que afrontar el último adiós miles de familias en España por las restricciones del Ministerio de Sanidad a los fallecidos por la pandemia. Los seres queridos de las víctimas del Covid-19 no pueden acudir a sus sepelios o incineración. Además, no se les permite abrir el féretro para una última despedida. Así lo establece el procedimiento para el manejo de cadáveres en estos casos. Los psicólogos lo tienen claro: estos duelos sobrepasados por la alarma, postergados, van a tener un impacto traumático en las familias.

"Los procesos de duelo son siempre difíciles, pero en las circunstancias actuales, es probable que todas las personas que están perdiendo a familiares o a algún ser querido por esta enfermedad tengan que pasar por procesos de duelo todavía más complicados. El hecho de no poder ver a esas personas, de no poder contactar con ellas y acompañarlas en sus últimos momentos, puede hacer que todo se complique bastante más", explica Eduardo Martínez Lamosa, vocal de la sección de Psicología y Salud del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG), quien asegura que, ante estas situaciones, "pueden aparecer cualquier tipo de sentimientos". "Las medidas de aislamiento y de separación ordenadas por las autoridades son muy lógicas, pero más allá de la lógica, las emociones que se viven al perder a un ser querido en estas circunstancias pueden ser muy complicadas. Emociones de culpa ("quizás esto se podría haber evitado", "a lo mejor soy responsable de que se haya contagiado"...); o de irrealidad (el hecho de no ser testigo o no haber estado acompañando al enfermo, y no ver el desarrollo de dolencia y su fallecimiento, puede provocar que, cuando todo vuelva a la normalidad, no sean conscientes de que esa persona ha fallecido). También de enfado, de sentir que lo sucedido es una injusticia...", señala.

Martínez Lamosa explica que los duelos suelen ser procesos "con unas fases más o menos universales", aunque "cada persona y cada circunstancia pueden variar estas fases", de ahí que no siempre sean "lineales". No obstante, reconoce que en circunstancias particulares como las que estamos viviendo en la actualidad, "lo que más cabría esperar es que se diese un bloqueo, que ni siquiera hubiese ningún tipo de avance en estas fases". "Primero, por la ya comentada sensación de irrealidad, de no aceptar la pérdida, pero también por todo lo que viene después. El velatorio, el entierro... son rituales de despedida, que sirven para aceptar la pérdida, para sentirse acompañados por otras personas en esos momentos más difíciles... En definitiva, para cerrar un capítulo, y empezar a escribir otro. Pero si la muerte en sí se vive desde la distancia y esos rituales de despedida también se ven alterados, es bastante difícil que poder avanzar en el duelo", reitera.

El vocal del COPG insta a aprovechar el potencial y las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para hablar con otras personas durante este trance y sentirse acompañados. "Podemos sustituir el contacto físico por el virtual porque estamos aislados pero no estamos solos", subraya, y advierte: "Si se bloquea todo tipo de apoyo y comunicación, seguramente en las próximas semanas y meses será cuando empecemos a ver el verdadero impacto psicológico de estas pérdidas".

Martínez Lamosa reconoce que comunicar a los más pequeños de la casa estas pérdidas es "un tema complicado para manejar por parte de los padres", por el temor a cómo puedan reaccionar. "Lo que más ayuda a los niños frente a la sensación de angustia de no saber lo que está ocurriendo es informarles, de una manera sencilla y con un lenguaje adaptado a su edad. Necesitan entender lo que ocurre y que un adulto les acompañe en ese proceso, siendo claros y transparentes. Si se les mantiene al margen, se corre el riesgo de que su duelo se bloquee", avisa.