Gloria tiene 94 años y pese a llevar más de una semana sin salir de casa, hoy al terminar de vestirse le ha preguntado a su hija si se pone los zapatos y el abrigo. Ella le ha repetido, un día más, que "no hay nadie en la calle" debido al confinamiento obligatorio por la pandemia de coronavirus. Gloria tiene alzhéimer y como ella miles de personas viven esta cuarentena sin entender lo que pasa porque aunque se les explique una y otra vez, lo olvidan rápidamente. Pero no son el único colectivo al que el cambio de rutinas al que obliga el quedarse en casa les puede afectar a nivel psicosocial y empeorar su situación. Muchas personas con trastornos del espectro autista no manejan bien los cambios, lo que puede llevarles a sufrir crisis, y por ello, el Gobierno ha publicado una disposición en el decreto del estado de alarma en el que permite que tanto discapacitados que tengan alteraciones conductuales como personas con autismo puedan salir a la calle acompañados para "no agravar su situación" y siempre que mantengan las condiciones y de higiene y seguridad adecuadas para evitar el contagio.

Tanto en pacientes con demencia como en quienes tienen autismo las rutinas son claves en su vida porque les ayudan a situarse un contexto en el que "se encuentran seguros y tranquilos", aseguran los expertos. "En el caso del alzhéimer el confinamiento es difícil porque supone que desaparecen todas las rutinas habituales para ellos. Lo ideal es intentar crear unas nuevas en el domicilio", explica la psicóloga Nievas Santiago, que trabaja en la Asociación de Familiares de Personas con Alzhéimer de A Coruña (Afaco) y que estos días hace seguimiento telefónico de las familias para ver cómo lo llevan. "Hay de todo, algunos están muy tranquilos en casa y otros inquietos, quieren salir a la calle", explica esta especialista, que da claves para organizar la jornada de confinamiento con un enfermo de alzhéimer en casa.

"Hay que intentar que se levanten siempre sobre la misma hora para evitar problemas de sueño, mantener la higiene, desayunar y después se puede hacer alguna actividad cognitiva como un juego de mesa y hacer que ayuden en alguna labor doméstica. También se aconseja algo de actividad física (estiramientos, bailar...), salir al balcón o la ventana a que nos dé el fresco y trabajar el lenguaje con ejercicios como '¿cuántos coches rojos ves?', dormir la siesta o incluso que vea algo la televisión", explica, aunque eso sí, "con cuidado". "Estos días no se está pensando en los mayores y hay mucha sobreinformación y ven que se muere mucha gente. Es mejor un documental o una película", sostiene.

Pautar unos hábitos en el hogar también es los que aconsejan desde la Federación Autismo de Galicia. "Se recomienda una planificación diaria a través de calendarios, pictogramas, alarmas..., organizar actividades con la familia y otras que puedan realizar ellos solos, evitar que abusen de la tecnología y fomentar una descripción visual de lo que va a ocurrir (el tiempo que queda de cuarentena, por ejemplo)", indican en su web, donde también aconsejan explicar, adaptándose a la edad y las características de cada afectado, lo que ocurre pero sin dar "sobreinformación" y en el caso del confinamiento "incidir en lo que se puede hacer y no solo en lo que está prohibido". Rita González, una madre coruñesa con un hijo con asperger, está acuerdo. "Hay que hablarles, explicarles bien para que estén tranquilos y seguir unas rutinas porque ellos, como nosotros, se ponen nerviosos y les puede dar una crisis", explica.

Precisamente ante el temor de que algunos pacientes con trastornos del espectro autista pudieran sufrir altos niveles de ansiedad, conductas disruptivas o incluso llegar a autolesionarse ante la incapacidad de salir a la calle, algo que altera su hábitos diarios, el Gobierno ha permitido que puedan salir acompañados.

Más allá de variar los hábitos del día a día, la cuarentena con alzhéimer significa redescubrir el confinamiento cada poco tiempo. "Hay que tener paciencia y explicárselo una o varias veces cada día", explica la psicóloga Nieves Santiago, quien recuerda que estos pacientes "lo último que pierden es la memoria emocional". "Aunque no lo puedan explicar ni expresar ellos saben si están bien, igual no saben que es su hija pero sí que esa mujer que les visita le hace sentir bien", dice para recordar el drama que viven ahora muchos enfermos aislados en residencias. "Notan que antes tenían visita, que les sacaban al jardín y ahora no, por ejemplo", explica.