Aflora soledad en tiempos de zozobra y una Luz puede marcar el camino. Puede ser la de Luz Casal, emblema de la música gallega hecha universal y voz con matices inconfundibles, tono valiente en días de alerta y faro que alumbra a quien ve lejos una mano amiga.

Emulando a los programas de la madrugada radiofónica que tanta ayuda dieron casi en el silencio propio de esa franja horaria, la cantante de Boimorto responde a quien la llama desde su confinamiento.

La popular intérprete del desenfadado y ochentero "Rufino" o del emotivo y más reciente "Un nuevo día brillará", quizá tan simbólico en este confinamiento desencadenado por la pandemia de coronavirus, reconoció en las primeras horas de cuarentena que le faltaban a su lado instrumentos para hacer su propio recital. "Me estáis pidiendo que os ofrezca un pequeño concierto; no puedo complaceros", lamentó la artista. Es decir, no podía asomar a su balcón como otros compañeros de gremio para combatir la sed de escenario.

Casal, muy activa en redes sociales cuando más falta hace el acercamiento, se mostró "sola, sin ningún equipo ni instrumento que acompañe mi voz".

Quizá ya era consciente de que podía aportar algo que no fuese lo esperable. Y se destapó: "Vamos a intentar hacer más llevadero el confinamiento de algunas personas atendiendo a las peticiones que nos estáis haciendo llegar; os llamaremos por teléfono para hablar un poquito, para compartir, para animarnos, para hacernos compañía".

Tan lejos, tan cerca; tan sencillo: el teléfono de siempre, el que ha devuelto al imaginario colectivo las llamadas de voz que antes hacían escapar a cualquiera como símbolo de agobio.

Un modo inclusivo, dijo la propia cantante, para no "dejar fuera a la gente que no tiene internet, a nuestros mayores que igual no se manejan bien, a quien está en un hospital". La intimidad de un tono sosegado que amanse las aguas fieras de ahí fuera, nadie puede quedarse al margen.

La que se podría definir como voz oficial del "Negra sombra" ejerce con precisión, hay un horario reservado: entre las seis y las ocho menos cinco de cada tarde, que a las 20:00 horas "tenemos una cita todos en nuestros balcones para aplaudir". Y como en aquellos consultorios de transistor trasnochador, pide que al mandar un mensaje privado por redes sociales "adelantéis un poco vuestra historia" para facilitar la tarea, nada fácil, de "intentar hacer felices" a todas las personas posibles.

Luz Casal resume con una palabra muy gráfica el conjunto de sensaciones que experimentó en estos primeros días de interacción: "La gente es cojonuda". Porque, más allá de alguna jornada "un poco más dura", apunta que sus interlocutores tienen "fortaleza". Atiende a "numerosas personas" en llamadas "muy emotivas, enternecedoras" y en las que al descolgar hay quien "no se creía que fuera yo".

"A veces intento ir rápido, pero no soy capaz de cortar; gracias por estas muestras de amor, es muy fuerte", dice quien sigue siendo roquera.

Al altavoz, una enfermera con Covid-19 que espera "volver pronto para seguir ayudando, que se necesitan muchas manos; es más espeluznante de lo que dicen, si no te gusta es muy duro enfrentarte al dolor de la gente". Tiene su medicamento para la melancolía, "tu música todo el día, me hace enfrentarme a mis hijos, que están al otro lado de la puerta".

Mar es otra de esas seguidoras incondicionales que ha querido destapar su caja de los sueños. Lo está "pasando sola" y tuvo cáncer de mama en su momento, una experiencia que conoce Casal. La cantante coincide, "nos está tocando vivir un período difícil e inesperado, no tenemos herramientas para desenvolvernos".

Sin embargo, su mensaje central es de consolar a quien se ve perdido y que la senda a la meta brille: "Saldremos reforzados de una u otra manera, con algunas lecciones", zanja Luz con su luz.