Durante estas semanas de calles vacías y silenciosas, las sirenas recuerdan cada pocos minutos el motivo del confinamiento. En Madrid, las ambulancias acuden a socorrer a decenas de personas con problemas para respirar que pueden acabar en parada cardiaca. La manera de trabajar de estos sanitarios de urgencias ha cambiado de manera radical por la pandemia. Se suben al vehículo y parten hacia el domicilio con las primeras indicaciones que les ha dado su centro coordinador, que ejecuta con celeridad: "Mujer, 49 años, inconsciente", se lee en la tablet. En algunos casos va acompañado de un código rojo de "covid" (porque el paciente ya ha sido diagnosticado y está pasando la enfermedad en casa) o bien con el mensaje "sospecha de covid", pero, en muchos otros casos, no.

En ocasiones la ambulancia echa a andar sin saber qué se va a encontrar. Si esa inconsciencia es debido a una parada cardiorrespiratoria por el covid o a un infarto. "Cuando el familiar ha pedido la ambulancia, a veces, está tan nervioso que el centro coordinador no ha podido averiguar si es sospechoso de covid o no. No ha podido aclarar si tenía fiebre o tos los días anteriores", explica Raquel Merlo, del Sistema de Urgencia Médica de la Comunidad de Madrid (Summa 112) y miembro de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES). "Hay que entenderlo, la persona está nerviosa, quiere que vaya alguien ya a atender a su familiar y se piensa que, cuando el médico le hace tantas preguntas, la ambulancia no está activada. Pero nosotros ya estamos yendo. Las preguntas sirven para que nos vayamos preparando y saber cómo actuar y, en esta pandemia, saber si voy a tener que ponerme el equipo de protección individual (EPI) o no", añade, didáctica.

Minutos eternos

Al llegar, lo que tres semanas atrás se hacía en apenas un minuto, lleva mucho más tiempo. Ahora Merlo llama al interfono y hace un "segundo triaje" si considera que no tiene suficiente información para saber si pierde el tiempo en colocarse el EPI.

Primero pregunta si el enfermo ha tenido fiebre y tos. También pide si en la casa hay un termómetro y un tensiómetro que funcionen bien. "Tengo que tener claro si es necesario el equipo completo; si no, me protejo siempre bien la cara con gafas, me pongo una bata y guantes dobles", explica la doctora. ¿Por qué pide termómetro y tensiómetro? "Porque prefiero utilizar el que tengan en la casa para después no tener que desinfectarlo y pido que se vayan tomando la temperatura mientras subo".

Si es necesario usar el EPI, en principio solo se lo ponen la doctora y el enfermero, que serán las dos personas que entrarán en la vivienda. Los dos técnicos sanitarios que completan la UVI móvil hacen de "espejo" y se aseguran de que todo está bien colocado. Uno de ellos en ningún caso entrará en la casa ni se colocará el traje especial, porque tiene que mantenerse "limpio" de virus y debe poder mantener el contacto con el centro coordinador y el hospital, abrir y cerrar la ambulancia y ayudar a sus compañeros a quitarse el EPI, un momento muy delicado para evitar los contagios.

Cuando la doctora está vestida, vuelve a llamar al interfono y avisa: "Voy a subir, quiero a todos confinados en una habitación menos al enfermo". "Es muy difícil moverse y trabajar con el traje y, como no sabes cómo están los familiares, no puedes arriesgarte a que estén tosiendo a tu alrededor. Nuestra protección es muy importante para poder seguir trabajando contra el virus. Y a nosotros nos joroba más que a nadie el elentecimiento del proceso", añade. "Piensas: 'Estoy tardando demasiado y puede ser un infarto!' Eso nos duele", confiesa.

El encaje de la realidad

"Es durísimo. Todo se deshumaniza. No te ven", cuenta Yolanda Barrios, enfermera también del Summa 112 y afiliada de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF). "Pero, pese a ser así, los familiares te respetan. Lo entienden, porque no te atosigan y son muy respetuosos con lo que les pedimos", afirma antes de suspirar: "Nos están dando una lección en esta crisis".

Barrios cree que, por el miedo a ir a los hospitales, los enfermos "están aguantando demasiado en casa" y, cuando los servicios llegan, a veces, es tarde. "El covid desencadena crisis de manera sorpresiva y se ponen malitos muy rápido", se lamenta recordando las últimas guardias. Si la persona ya ha fallecido, ahora, con la pandemia, no se avisa al forense ni a la policía. Se expide directamente el certificado. "Es terrible. Te vas de la casa dejando a la familia destrozada y pidiéndoles encima que no se acerquen", continúa.

Luz en el túnel

Merlo acabó la guardia del pasado domingo creyendo que la situación ya empieza a estar controlada. "No ha tenido nada que ver a lo que viví el fin de semana del 14 y 15 de marzo. Ahí las llamadas de ictus, infartos, las emergencias que normalmente son las que atendemos, se quedaron colgadas en los teléfonos colapsados. Fue así de triste", lamenta. Ahora, con los refuerzos del Summa 112, con un número de teléfono especial (900-102-112) para las consultas sobre el coronavirus, se han liberado las líneas y los servicios, cuenta la doctora, y "se filtran mejor", de manera que los casos de más urgencia no se quedan sin atender. En todo caso, pide no bajar la guardia por el riesgo a una segunda ola de contagios.

Al final de cada servicio, los EPI terminan en una bolsa con doble vuelta, las botas rociadas con un espray de agua y lejía y la ambulancia, desinfectada. "Acabamos infinitamente más cansados por el trajín de los trajes, pero, sobre todo, por la carga emocional de trabajar en estas circunstancias", se despide Barrios.