Primero los síntomas, luego el diagnóstico e, inmediatamente, el ingreso. A partir de ahí, una carrera contra reloj por salvar la vida. Solos. Aislados. Sin posibilidad de recibir visitas de familiares y amigos. Desprovistos del calor y el cariño de su gente, el que más reconforta. La soledad y el aislamiento de los pacientes hospitalizados con Covid-19 es uno de los aspectos más crueles de esta pandemia. Enfermos que se pasan semanas postrados en la cama de un hospital rodeados de sanitarios pertrechados con sus equipos de protección y de aparatos e instrumental médico. Parejas, hijos y nietos pendientes las 24 horas del día de una llamada de teléfono que arroje algo de luz, que les devuelva la esperanza. Angustia. Incertidumbre. Miedo.Y una ingrata sensación de no poder hacer nada por quien siempre ha estado ahí, dándolo todo. Por quien más quieren.

"Cuando los pacientes con coronavirus ingresan en el hospital, automáticamente son aislados, y no pueden recibir visitas de sus seres queridos. Esto genera una angustia tremenda, sobre todo a las familias, de ahí que nuestra actuación inicial, en estos casos, sea con ellos", explica la responsable del Servicio de Trabajo Social del Complexo Hospitalario Universitario da Coruña (Chuac), Luz Campello. "Lo primero que hacemos es llamarles por teléfono para brindarles apoyo psicosocial y determinar cómo están viviendo la situación. En esa primera toma de contacto ya solemos detectar cuáles son los principales problemas a los que se enfrentan los familiares del enfermo. A veces también están aislados, son mayores o vulnerables... En otras ocasiones se trata de los hijos de los ingresados, personas jóvenes que no tienen habilidades y que tampoco pueden irse con sus abuelos para evitar ponerlos en riesgo... Identificamos las dificultades, tratamos de darles pautas y les informamos sobre los distintos recursos que tienen a su disposición a través de los servicios sociales", apunta Campello, quien especifica que a los familiares cuyo estado es anímico es peor, porque están "muy nerviosos, obsesionados", se les deriva al equipo de psicólogos. "Tanto a nuestros compañeros del Servicio de Salud Mental, como a los profesionales de un programa que Cruz Roja y La Caixa desarrollan en el Chuac, habitualmente dirigido a pacientes en fase terminal, pero que en las circunstancias actuales se ha reorientado", señala.

En ese primer contacto telefónico, el equipo de trabajadores sociales del Chuac trata de detectar, también, las dificultades que pueden tener las familias para comunicarse con sus seres queridos hospitalizados. "En la mayoría de los casos no hay problemas, porque el enfermo ingresado tiene consigo un teléfono móvil y lo sabe utilizar. Pero hay pacientes -sobre todo mayores de 80 años, o pertenecientes a colectivos vulnerables, como las personas con discapacidad o con problemas de salud mental-, que no se manejan bien con estos dispositivos, o que ni siquiera tienen uno. Algunos entienden que la situación es la que es y lo llevan más o menos bien, con resignación, pero a otros les resulta muy difícil, porque se sienten muy solos. En estos casos, intentamos facilitar la comunicación por otras vías", apunta Campello. "En ocasiones, les prestamos un teléfono móvil y los auxiliares o el personal de enfermería aprovechan los momentos de entrada en la habitación (comidas, mediciones, administración de medicinas, etc.) para ayudarles a realizar una llamada convencional o incluso una videollamada, si es posible, y que puedan verse. También favorecemos que las familias les hagan llegar vídeos o grabaciones de voz. Y otras veces, son los propios familiares los que nos piden que le digamos algo al oído a su ser querido. En este último caso, le hacemos llegar ese mensaje por correo electrónico a la enfermera de planta, y le pedimos que lo ponga al lado de la cama del paciente, para que los compañeros de cada turno se lo digan. Aunque esté en sedación y no pueda comunicarse, a la familia le ayuda. Le hace sentir que está a su lado", subraya la responsable de Trabajo Social del Chuac, quien reivindica el papel "esencial" que desempeñan sus compañeros sanitarios en esta situación. "La labor que están realizando es muy difícil de manejar a nivel emocional. Cuando todo esto pase, las familias tendrán que ir gestionando sus duelos y el estrés postraumático, pero los profesionales sanitarios también, porque esto nos va a pasar factura todos", señala.

Si el primer contacto de los familiares con el paciente aislado se realiza por vía telefónica, es muy importante "la preparación previa". "Hay que trabajar con las familias, prepararlas para que entiendan que quizás el enfermo no pueda comunicar, porque esté adormilado o por cualquier otra circunstancia. Aunque los médicos les informan puntualmente de cuál es la situación, a veces se crean otras expectativas, porque la imagen que ellos tienen de su familiar es la anterior al ingreso", explica la responsable de Trabajo Social del Chuac.

Desde hace un par de semanas, trabajadores sociales y sanitarios del complejo hospitalario coruñés facilitan también el contacto personal de las familias con los enfermos con Covid-19 en los llamados "procesos de transición", es decir, cuando se produce un empeoramiento de su estado de salud. "Cuando un paciente empeora, facilitamos que un familiar pueda entrar a verlo en la UCI, dotándolo de todas las medidas de protección. Si la visita presencial no es posible (porque a veces los familiares están aislados también), buscamos otro medio para que pueda darse ese encuentro, como la videollamada", indica Luz Campello, quien destaca la trascendencia que tiene para todos los implicados ese momento. "Aunque el enfermo esté sedado, para los familiares es muy importante dar esa última caricia. Ese beso. Decirles 'estoy aquí'. 'Te quiero'. Poder vivir ese momento les va a reconfortar y probablemente les ayudará en su proceso de duelo", señala.

La responsable del equipo de Trabajo Social del Chuac reitera la "enorme implicación" de todos los profesionales del complejo coruñés en esta crisis sanitaria generada por la pandemia de coronavirus. "Los unos sin los otros no podríamos sacar todo esto adelante. Somos las piezas de un gran puzzle, de un engranaje. Si una de esas piezas falla, el conjunto no funcionaría igual. Todos los compañeros hemos arrimado el hombro desde el principio. Nosotros trabajamos mano a mano con los psicólogos, con el personal de enfermería, con la UCI... Formamos un gran equipo", recalca.