La coruñesa Begoña Vizcaíno reside en Nueva York desde hace siete años y el confinamiento por el Covid-19 no le ha cogido por los pelos en Manhattan, donde vive, sino en San Juan, Puerto Rico, donde lleva un mes encerrada en un piso con unos amigos del país. "Hay partes de Nueva York que parecen zonas de guerra, con escasez de alimentos en tiendas y colas en los supermercados en las que hay que esperar tres horas. Mucha gente tiene que usar servicios que te llevan la comida a casa, pero a veces no hay disponibilidad por tres semanas. También compran conservas y suministros básicos por internet, sobre todo a Amazon", dice, según le cuenta su pareja desde su apartamento en el Upper East Side.

Vizcaíno trabaja en la consultora PricewaterhouseCoopers en Nueva York desde septiembre de 2013. Se encontraba de viaje laboral en Bermuda y en Miami cuando la empresa cerró sus oficinas por la pandemia del virus y mandó a sus 45.000 empleados a casa para teletrabajar desde allí.

La coruñesa estaba en Florida esperando para regresar, pero su novio, que había vuelto de un viaje en Europa y ya estaba aislado, le aconsejó que no lo hiciera. Unos amigos de Condado, en San Juan, la invitaron a unirse a ellos en lugar de quedarse sola en Miami, por lo que embarcó un día antes de que prohibieran los vuelos a los extranjeros a Puerto Rico.

En el país que la acoge ahora el coronavirus apenas ha contagiado a 1.000 personas y los muertos son pocos, pero el Gobierno aplica medidas muy estrictas de confinamiento social. "Durante el día solo podemos salir al supermercado, el único sitio donde se ve a gente, y solo pueden circular los coches dependiendo si la matrícula es par o impar en días alternos. A las siete de la tarde siempre hay toque de queda", cuenta Begoña Vizcaíno, que cada día habla con sus hermanas a través del ordenador o el móvil. "Las noto con buen espíritu, pero preocupadas por el encierro de mis sobrinos pequeños, que son los que más sufren el encierro".