El sentir de los diferentes tipos de familias ante el inminente alivio del encierro de los menores de 14 años es positivo. Por psicomotricidad, por desfogar o para conseguir que los rayos del sol incrementen las reservas de vitamina D en los organismos de los más pequeños. No obstante las salidas no van a ser "normales" o al menos no lo que esperan los pequeños de ellas. Y esto es porque se harán, presumiblemente por cortos espacios de tiempo, en las proximidades del domicilio e impidiendo todo tipo de relación o reunión con los amigos.

Vanessa Landeira es una empleada de banca, divorciada y con dos niñas de 4 y 5 años, de las que se ha hecho cargo casi todo el confinamiento. "Va a ser raro salir así, porque las niñas tienen mentalidad de ver a otros niños", asegura, aunque, añade, "les va a venir bien, por airearse, pasear, por psicomotricidad". Vanessa es de las madres que ha optado por tomar parte de las sugerencias escolares (sus hijas van en Infantil y sus tareas son opcionales) "para que estos días en casa sean lo más felices posibles".

En casa de Isabel Mariño, gallega residente junto a su marido en Vitoria y madre de una familia numerosa de tres hijos de 13, 9 y 6 años, ha conseguido rutinas de estudio más o menos estables, que incluyen madrugar y ponerse a la tarea a las 09.00 horas de la mañana e incluso dedicar tiempo a los ensayos del conservatorio, al que acuden los hijos mayores.

En su caso, las Ikastolas a las que acuden sus hijos, se esmeran en mantener contactos virtuales frecuentes. Más habituales en el caso de la hija mayor, que estudia 2º de ESO y algo menos, con intención más motivadora, en el mediano, un niño de 9 años de 4º de Primaria. "Ellos quieren salir a la calle para jugar y eso no lo van a tener", afirma, convencida de que en su caso juegan con ventaja al ser tantos en casa. "Somos muchos en un piso pequeño, pero siempre tienes a alguien a quien liar para jugar contigo". La otra cara de esta familia numerosa, dice la madre, es que "no tienes ni un minuto para ti sola, siempre hay alguien alrededor".

Elena Murillo y Javier García viven con sus dos hijos de 4 y 5 años en A Coruña. Ambos son abogados autónomos que han tenido que adaptar sus rutinas de trabajo a esta nueva situación. Ambos acuden a sus despachos, uno por la mañana y otro por la tarde. "En casa era muy complicado y necesitábamos ir al despacho para tener todos los expedientes y todas las herramientas de trabajo", explica Elena. "Veo bien que la salida se haga poco a poco, una vuelta cortita, a dar un paseo, que se aireen y vuelta a casa", afirma. No tiene prisa por la vuelta rápida al asfalto, ya que dice, con prudencia, "ya se va viendo cómo progresa la cosa".

Los abogados coruñeses veían "una locura el tema de que pudiesen ir a los supermercados a esos sitios". "De lo que se trata es de que les dé el aire, no de meterlos en otro sitio cerrado donde se puedan contagiar y contagiar a otras personas", aseguran.

Algo parecido opina Tay Naylor García. Su caso y el de su pareja es especial, porque ambos se dedican a la hostelería, ella con contratos ocasionales como extra y ven la cosa "muy negra". Su hogar lo completan tres menores. Dos niñas de 13 y 10 años y un pequeño de 3. "Me parece muy necesario que los niños salgan a la calle, siempre que se haga con sentido común", indica Tay, aunque, como dice, no hará uso diario de este derecho. La vuelta a la rutina costará algo más a una de sus hijas, adolescente con TDAH, "feliz sin horarios marcados".