La supervisora de Enfermería del Servicio de Aparato digestivo del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), María Jesús Goyanes, tenía previsto prejubilarse este mismo mes, pero en cuanto vio venir las primeras olas del tsunami provocado por la pandemia de Covid-19, no dudó en echarse a remar junto a sus compañeras para tratar de reflotar el barco. "No me parecía ético marcharme en estos momentos, dejando el hospital en una situación tan excepcional. Por mis enfermeras, por mi equipo, por todo", subraya, comprometida con un centro que desde hace 40 años es su segundo hogar.

Más de cuatro décadas, toda una vida profesional, lleva también en el Chuac el jefe del Servicio de Nefrología, Ángel Alonso, quien a sus 67 años, se resiste a colgar la bata blanca. "Debería estar jubilado ya, pero voy con mi tercera prórroga, y al menos un año más voy a seguir", señala el doctor Alonso, quien destaca lo "inédito" de la crisis sanitaria generada por el coronavirus SARS-CoV-2 -"evidentemente, estamos ante una pandemia que está golpeando muy duro a todos los países del mundo y que no tiene precedentes", destaca-, aunque reconoce en la actual situación "algunos factores comunes" con los inicios de "la última epidemia que tuvo un impacto importante en la población", la de VIH, a principios de los años 80. "Con el tiempo se ha ido perfilando la etiología y el manejo del sida, pero cuando aparecieron los primeros casos, no había un diagnóstico, no se sabía cuáles eran los grupos de riesgo o cómo se podía contagiar, había mucha paranoia también", explica, tirando de experiencia y de memoria.

Frente a estos dos veteranos, un novel, Juan Cabrera, médico residente del Servicio de Otorrinolaringología al que la pandemia ha convertido en adjunto temporal. Un reto que afronta con ganas e ilusión. Dos generaciones de profesionales, tres experiencias, y un solo virus.