Desde que se inició el confinamiento, son muchas las ocasiones en las que desde medios de comunicación, comparecencias oficiales, programas de televisión y redes sociales se repite hasta la saciedad que quedarse en casa no es tan difícil, que solo supone un pequeño esfuerzo colectivo en pos de un bien común mayor. El enorme abanico de casuísticas que han ido entrando a debate a lo largo de estas semanas ha demostrado que no es así, y, que a veces, quedarse en casa puede suponer un auténtico infierno para los colectivos más vulnerables.

"Desde que empezó el confinamiento, se ha incrementado el rechazo por parte de mi familia", resume David (nombre ficticio), un joven trans que, como muchos otros debido al devenir de los acontecimientos, pasa la cuarentena en compañía de una familia que ni le apoya ni le reconoce. Una convivencia que da pie a situaciones desagradables que ya han empezado a hacer mella en su estado anímico y psicológico y que, unido a la paralización de los procedimientos médicos a los que se estaba sometiendo como parte de su transición, conforma un conglomerado de razones que convierten la situación en insostenible.

En la asociación de familias de menores trans, Arelas, han decidido no esperar a que los días pasen sin más y tender la mano, por vía telemática, a los jóvenes del colectivo LGTB que puedan estar viviendo el estrés del confinamiento agravado por el rechazo familiar y la constante negación de sus identidades en el lugar en el que, a priori, se espera que deban estar más seguros. "Estos menores viven su realidad muy hacia adentro porque no la pueden compartir con sus familias, cuando hay violencia intrafamiliar tampoco denuncian", explica la presidenta de Arelas, Cristina Palacios.

Nace así Libres en Casa, la campaña con la que la entidad propone brindar apoyo y visibilizar la situación de miles de jóvenes que, por miedo a represalias o rechazo, han tenido que volver al armario u ocultar quienes son debido a la falta de apoyo familiar, y evitar, con ello, ser susceptibles de vivir en sus carnes situaciones desagradables a las que muchos están, por desgracia, acostumbrados.

"Carecer de un apoyo familiar crea aún más miedo del que ya se tiene cuando no te has atrevido a decir quién eres, muchas veces los que no reciben esta aceptación, caen en depresión o cosas peores", añade David, que forma parte, desde hace un tiempo, de uno de los grupos de autoapoyo de Whatsapp que la asociación ha puesto en marcha para que estos jóvenes se sientan un poco menos solos. El grupo brinda a David un cobijo inexistente en su hogar y, como él mismo alega, entrar en contacto con otros jóvenes en su misma situación "hizo que cogiera fuerzas para seguir adelante, que tuviera información, apoyo y una segunda familia".

Desde el inicio de la campaña, son muchos los menores LGTB que se han puesto en contacto con la entidad para prestar su testimonio y buscar asesoramiento y consuelo. "Son chavales que tienen un dolor que parece que nadie quiere reconocer, que les están llamando por un nombre que no les representa o tratando con un género que les hace sentir fatal", explica Palacios.

Jóvenes que, en la mayoría de los casos, se ven obligados a llevar una doble vida dentro y fuera de casa. Es la segunda, la real, la que les salva a veces de darlo todo por perdido. "Hay muchos menores trans que en el instituto son tratados por su nombre y sexo sentido, son unas horas en las que al menos su identidad es reconocida", revela Palacios. Unas horas que, en situación de confinamiento, no son una opción.

"A veces estamos mirando la televisión y, al salir representación LGTB, mi familia se queja o dicen que está de moda, en estas situaciones no puedo rechistar porque sospecharían", confiesa Sara (nombre ficticio), una joven bisexual cuya orientación debe ocultar ante su familia. Un mecanismo de autoprotección en el que ha tenido que envolver su día a día por temor a que su realidad quede expuesta y, con ello, tener que enfrentarse al desprecio y al rechazo que sabe que encontrará en su hogar.

Es por eso que cuida cada paso que da y se afana en no cometer errores o descuidos que puedan dejar su condición al descubierto. "Si sigo a gente LGTB en Twitter o Instagram, lo hago con miedo por si alguna vez me revisan el móvil, siempre estoy escuchando sus pasos por si se acercan y miran lo que estoy haciendo", explica la joven.

Testimonios como estos se van acumulando en la cuenta de Instagram de la asociación, vía a través de la que tratan de visibilizar que esto existe y que ocurre, tristemente, con demasiada frecuencia. "Tras más de cuatro años preparándome para salir del armario con mis padres, ellos me rechazaron, se rieron de mí, e incluso me insultaron", reza uno de los mensajes en esta página web.

Palabras dolorosas que se mezclan con los muchos mensajes de apoyo que escritores, profesores, músicos, activistas y otros profesionales hacen llegar a diario a la cuenta para conformar, de algún modo, esa red de apoyo tan necesaria para estos niños y niñas, que no piden otra cosa que respeto, cariño y reconocimiento.