Los dispositivos electrónicos llegaron a nuestras vidas hace ya algunos años y están aquí para quedarse. Teléfonos móviles, tabletas, ordenadores y consolas son algunos de los muchos ejemplos de dispositivos electrónicos que es frecuente ver tanto en casas como en colegios. Es innegable que tienen aspectos muy beneficiosos y positivos, pues nos pueden facilitar la vida o hacérnosla más divertida, lo hemos visto durante este confinamiento, pero una mala gestión de dichos dispositivos puede tener consecuencias fatales para el menor y su entorno.

Los estudios y la experiencia ponen de manifiesto que aquellos niños (y adultos) que no solo usan, sino que abusan de estos dispositivos acaban exigiendo inmediatez, tienen baja tolerancia a la frustración y tienen relaciones basadas en la dependencia. Además, no aportan un aprendizaje real sobre el mundo en el que vivimos. Por ejemplo, los videojuegos con los que niños y adolescentes se entretienen durante más horas de las debidas aportan el mensaje a nuestros hijos de que en la vida siempre existe el botón de reset. Es decir, si pierdo en el videojuego o "me matan", siempre podré reiniciar el juego (game over). Y la vida real no es así.

Consecuencias a corto y largo plazo

En muchas ocasiones, sin darnos cuenta, estamos utilizando los dispositivos electrónicos como "chupetes emocionales" para nuestros hijos.

Si cada vez que mi hijo se siente rabioso, triste o tiene celos de su hermana lo que hago es darle el móvil para que se calme, no estaremos enseñando a nuestros hijos a calmarse, le estaremos ofreciendo un elemento externo para hacerlo. Si el móvil no estuviera no se calmaría porque nadie le ha enseñado a regularse emocionalmente, depende de recursos externos.

Cuantos más recursos internos tengamos, mejor. Si cada vez que nuestro hijo está enfadado o siente miedo le dejamos la tableta, a nivel cerebral se produce una asociación donde se conectan dos situaciones: "Me siento enfadado" y "me tranquilizo con el móvil". De tal manera que cada vez que en un futuro me sienta enfadado, necesitaré el móvil para alcanzar el equilibrio. Y ahí vienen las adicciones.

Además, si cada vez que tiene un mal día o siente una emoción desagradable, le doy el móvil o la tableta, le estoy anestesiando emocionalmente, le estoy evitando que sienta esa emoción. ¡Qué pena que hagamos esto! Perdemos una gran oportunidad para que nuestro hijo conecte con sus emociones.

Suelo decir que los niños deben aprender a sufrir de manera moderada y controlada con sus padres.

Madres y padres, maestros de la regulación

La sede cerebral de la regulación emocional, la concentración y el control de lo que hacemos y decimos está en una zona denominada corteza prefrontal. Si esta estructura está bien desarrollada y potenciada desde casa y el colegio seremos capaces de concentrarnos, de regularnos emocionalmente y de controlar nuestros impulsos, entre otras muchas funciones. Los estudios científicos demuestran que niños que manifiestan un abuso de los dispositivos electrónicos (ven muchas horas la televisión, juegan mucho a los videojuegos o utilizan en exceso los móviles) tienen bajos niveles de concentración y de inhibición de impulsos. Esto quiere decir que los dispositivos electrónicos no favorecen las funciones de concentración, regulación emocional y control de impulsos. Estos niños y adolescentes tienen la corteza prefrontal más inmadura, menos desarrollada y menos conectada que otros niños de su edad que no abusan de dichos dispositivos. Además, presentan baja tolerancia a la frustración, dificultad para regular sus emociones, son más irascibles, etc.

Entonces, ahora que ya sabemos que estos dispositivos inciden negativamente en el desarrollo de la capacidad de concentración de mis hijos, en su regulación emocional o en su autocontrol, ¿cómo podemos hacer los padres para fomentar en ellos una buena capacidad de autogestión emocional?

Esto solo se puede hacer desde la heterorregulación, es decir, regulándoles nosotros a ellos cuando experimentan una emoción muy intensa. La heterorregulación es un paso previo a la autorregulación. Nuestros hijos serán capaces de regularse a sí mismos si previamente nosotros les hemos regulado cuando eran pequeños.

En muchos casos los likes y el número de seguidores de las redes sociales vienen a cubrir las carencias afectivas que arrastramos de nuestra infancia. Claro que esas "caricias tecnológicas" las agradecemos todos, pero no es lo mismo agradecerlas que necesitarlas. No es lo mismo que nos gusten a que dependamos de ellas. Esas casillas que no han sido suficientemente rellenadas por nuestros padres se pueden llegar a rellenar con alguna adicción o algún trastorno.

A continuación, enumero una serie de recomendaciones para poner en marcha con nuestros hijos ante los dispositivos electrónicos:

  • La solución no consiste en erradicar de nuestras vidas los dispositivos electrónicos, sino en aprender a gestionarlos de manera adecuada y sana.
  • La mejor manera de gestionar adecuadamente un dispositivo electrónico no es dejar a nuestro hijo que explore la tableta o el móvil, sino enseñarle a usarlo mientras estamos con él. Al igual que no les dejaríamos un cuchillo o un coche sin supervisión para ver si se hacen con él, con los dispositivos electrónicos pasaría lo mismo.
  • Cuando entremos en casa después de una larga jornada de trabajo, lo mejor que podemos hacer es poner nuestro móvil en modo avión y activar la wifi emocional con nuestros hijos.
  • En vez de estimular tecnológicamente a tus hijos, trata de estimularlos cognitivamente. Los resultados a largo plazo serán mejores. Podemos potenciar la estimulación cognitiva haciendo puzles, practicando el juego simbólico, haciendo construcciones, jugando con muñecos, leyendo cuentos, jugando al escondite, etc. Todas estas actividades rellenan casillas de la rejilla, pues son necesidades afectivas de nuestros hijos que se cubren.
  • Recuerda que somos modelos para nuestros hijos. Tus hijos te observan. Si queremos que hagan un buen y moderado uso de los dispositivos electrónicos, debemos empezar por nosotros.
  • Estar en contacto con el móvil o la tableta mientras estamos comiendo no es nada recomendable. Si estamos comiendo con nuestros hijos y utilizamos el móvil, habremos perdido una buena ocasión para socializar y comunicarnos emocionalmente con ellos. En caso de que estemos comiendo solos, si utilizamos el móvil, los estudios concluyen que aumenta la probabilidad de sobrepeso, pues no somos conscientes de que estamos saciados por estar atendiendo el móvil.