Ángel Rodríguez utiliza siempre el bastón para desplazarse por la calle y ha comprobado en primera persona los cambios que experimenta la ciudad gracias al confinamiento. "Está todo más tranquilo, da gusto pasear porque ya no te tropiezas con la gente", explica este invidente retirado, que dice no tener "ninguna queja" sobre el apoyo que recibe de los ciudadanos cuando tiene dudas sobre cómo ponerse en la fila de la panadería o de si hay alguien dentro de un establecimiento. Acostumbrado a dar un gran paseo cuando bajaba a la compra, Ángel reconoce haber pasado "mal" la cuarentena. Entre lo que más echa de menos están las actividades que realizaba en la sede de la ONCE aunque gracias a la tecnología ha podido seguir con alguna de ellas. "Formo parte de la coral y seguimos ensayando a través del móvil, con videollamadas, pero es cierto que echas de menos las charlas con los compañeros", sostiene.