Carlos Camiño siempre estuvo vinculado a la Iglesia, pero no decidió dedicarse al sacerdocio hasta que llegó a la treintena. Tras estudiar la carrera de Filología y ejercer varios años como docente, este joven de 36 años dio un giro de 180 grados a su vida y entró en el Seminario Mayor Compostelano. Ahora, este vecino de Vimianzo, está en el último año y la previsión es que se ordene en verano.

En su caso, la familia también tuvo mucho que ver en que después de haber orientado su carrera profesional hacia la docencia, decidiese formarse para ser sacerdote. "Mi familia es muy piadosa, desde muy pequeño iba a con mi abuelo a primera hora del domingo a misa y desde entonces siempre le acompañaba, después fui a catequesis para la primera comunión, fui sacristán e incluso llegue a crear una especie de pequeña capillita en mi casa", explica este seminarista coruñés.

Pese a que reconoce que esta inquietud religiosa estuvo presente en gran parte de su infancia, al llegar a la adolescencia estudió Secundaria y Bachillerato en un instituto ordinario y decidió matricularse en la que asegura es su otra "vocación", la carrera de Filología. "Fui a la Universidade da Coruña con el objetivo de ser profesor y ejercí durante años, pero en esa etapa volvió esa inquietud que seguía ahí y finalmente recuerdo el momento en el que, el 26 de junio de 2014, lo tuve claro y decidí que iba a ser sacerdote", explica Camiño, quien reconoce que la noticia no sorprendió a nadie de su entorno. "Era visto es lo que me dijeron mis allegados", explica este joven que asegura que, en su caso, el haber dejado su vida anterior por el sacerdocio "no tiene porque ser más complejo que alguien que lo tiene claro desde el instituto".

Este seminarista coruñés, que este verano será ordenado sacerdote, cree que la gente "tiene una idea equivocada" del sacerdocio, pero también asegura que son los propios religiosos los que con sus actos y su labor deben intentar transmitir una idea más ajustada de la realidad. "Si la gente ve que el sacerdote de su parroquia siempre tiene mala cara, si lo ven por la calle y no les atiende... pero si tal y como se debe abordar la profesión con alegría, siempre tienes una sonrisa, la gente te verá como más cercano. Tenemos que ser siempre felices y esto es lo que se transmite a los demás", indica Carlos Camiño, quien pone el ejemplo de cuando estuvo de misiones en Perú, con familias que lo habían perdido todo.

"Si les ayudan, te muestras cercano, esas personas al final vuelven a ti", indica este joven seminarista coruñés, que se muestran muy satisfecho de haber reorientado su vida personal y profesional a los 30 años y formarse como religioso.