Monaguillo durante años en su parroquia y con una familia que desde pequeño le inculcó prácticas religiosas, Javier Carballo, de 23 años, es uno de los alumnos que entró más joven en el Seminario Mayor de Compostela, donde estudian hombres desde los 18 hasta los 50 años. Vecino de la localidad coruñesa de Vimianzo, Carballo reconoce que hubo varias motivaciones que le llevaron a decidirse por convertirse en religioso y que la vocación es algo que llega poco a poco.

"La vocación es sentir la llamada de Dios, ¿pero cómo llama Dios? Está claro que no te avisa por teléfono móvil", bromea este joven seminarista del sexto curso y que aspira a ser este año uno de los alumnos que sea ordenado sacerdote. "Tenemos que pasar un examen como en Bachillerato y después espero que sí, nos ordenaremos", indica Carballo, quien tiene claro tres pilares que influyeron en que tomase la decisión de dedicar su vida a la Iglesia.

"La llamada de Dios no es una visión celestial de ángeles pero para escucharla tienes que tener varias mediaciones. En mi caso, sin duda, una de ellas fue la familia porque desde muy pequeño yo recuerdo siempre rezar el rosario en familia, ir a catequesis...", indica Javier Carballo, que explica que su colaboración con la parroquia desde pequeño al ejercer de monaguillo también fue clave. "Con 12 o 13 años era monaguillo y es ahí cuando empiezas a ver al sacerdote como un referente", sostiene. El tercer pilar o mediación que orientó sus pasos hacia esta profesión fue la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en el año 2011 en Madrid. "Allí, en la visita del Papa, me encontré con muchos jóvenes de mi edad y comprendí que los jóvenes cristianos no éramos bichos raros, que había muchos con mis mismas inquietudes", resalta.

Este joven de Vimianzo entró hace seis años en el seminario y asegura que, desde el primer momento, todo su entorno no solo no se sorprendió sino que le apoyaron con su decisión. "Mis amigos me apoyaron totalmente y también profesores que igual no eran muy religiosos, todos entendieron que es una decisión que no era nada fácil", explica este seminarista coruñés, que está encantado con haber orientado su carrera profesional hacia el mundo religioso. "En todas las carreras tienen que estudiar, pero sin duda la parte que más me atrae es poder ayudar a los demás y además aquí en el seminario ves que todo el mundo tiene tus mismas inquietudes", indica.

Javier Carballo lamenta la imagen distorsionada de los sacerdotes o incluso de los cristianos que tiene hoy en día una parte de la población. "Parece que la religión y los jóvenes es algo incompatible y no es así. El evangelio habla de amor y la vida del sacerdote tiene ese sentido, ayudar a los demás", sostiene.