"Las políticas sanitarias han sido posibilistas. El Ministerio ha dado instrucciones contradictorias y ha habido confusión en las primeras semanas". Es la opinión del neumólogo y presidente de la Sociedad Gallega de Patología Respiratoria Alberto Fernández, uno de los especialistas del gremio que observa con desconcierto la nueva propuesta del Gobierno central en materia preventiva contra la Covid. Tras hacer obligatorio el uso de mascarillas en el transporte urbano, el Ejecutivo plantea ahora extender el decreto a todos los espacios públicos, en los que se desaconsejó su empleo durante la primera etapa de la pandemia.

Esta semana, sin embargo, el ministro Salvador Illa les ha planteado a las comunidades autónomas esta posibilidad, que provoca entre los especialistas opiniones encontradas. Los hay que aplauden la propuesta y su puesta en marcha durante esta fase 1, pero también los que consideran que su uso podría llegar a incrementar el riesgo de contagio. Para Fernández, este equipo de protección debería activarse tanto en espacios cerrados como en aquellos en los que no sea posible guardar los dos metros de distancia de seguridad. Y las urbes, a pesar de estar al aire libre, entrarían dentro del cómputo. "En una ciudad es difícil mantener esa distancia, porque hay estrecheces. La opinión general de los neumólogos es que hay que utilizarla siempre que no se pueda establecer, porque el riesgo de transmisión se minimiza al máximo", indica.

La regla, no obstante, debería tener para el profesional sus excepciones. "Si estás en el monte o en una gran ciudad a media noche no tiene sentido", asegura el sanitario, que considera que "la higiene respiratoria solo es válida si la ejercemos todos". La medida del Ejecutivo central podría permitir, en ese sentido, una uniformidad que a día de hoy no se observa en las calles, y que para otros expertos como Jesús López no es "necesaria desde el punto de vista científico". El catedrático de Microbiología de la USC considera que "es difícil que cruzándonos con alguien por la calle el virus se transmita", aunque duda "viendo cómo actuamos" con el inicio de la fase 1.

Para otros expertos, como el profesor emérito de Medicina Preventiva de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) Juan Gestal, la decisión es mucho más clara. "La mascarilla debe ser obligatoria para salir a la calle, porque la que yo llevo puesta está protegiendo a los demás", afirma. Asegura que este método "disminuye el número básico de reproducciones", y que puede lograr un efecto parecido al conocido como protección de rebaño. "Actúa como algo similar a las vacunas. El virus tendrá dificultades para transmitirse, aunque todos seamos susceptibles a él", indica.

Lejos de ser solo positivas o neutras, las mascarillas también tienen sus detractores. El microbiólogo Jesús López advierte que su uso continuado puede llegar a ser contraproducente, porque aporta al que la lleva "una falsa sensación de seguridad" que puede hacer que se relaje en el resto de medidas preventivas. Utilizarlas aumenta también el número de veces que el usuario se toca la cara, si el material se descoloca o las gafas se escurren y, por lo tanto, puede "producir la contaminación". Por eso los especialistas abogan por la importancia de saber emplearlas, y no ponerlas "en el cuello o por debajo de la nariz", donde "no valen para nada".

"Si tienes una mascarilla tienes que saber cómo colocarla, y lavarte las manos cada vez que la tocas, porque el mayor contagio es por contacto", indica el jefe de servicio de Microbiología del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi) Benito Regueiro. El también catedrático ve "razonable" su empleo en personas con síntomas, pero cree que lo "fundamental" es "lavarse las manos". En ello concuerdan todos los expertos, así como en la importancia de no confiar en exceso en los guantes, que la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph) desaconseja porque el virus no puede penetrar en la piel sana y no aporta una protección adicional.

Además de la higiene de manos, la distancia social se erige como pieza clave contra la Covid-19. Así lo afirmó el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, que aseguró ayer que "la mejor mascarilla son los dos metros de distancia". El epidemiólogo se ha mostrado tibio ante la propuesta estatal de recomendar o imponer la medida en los paseos por la calle. Opina que es una "buena medida de prevención", pero que "no es fácil obligar a todo el mundo" porque "hay grupos que no las pueden utilizar o por periodos muy breves".

"Tenemos que entender cómo funciona la transmisión: una persona que vaya sola con su coche es indiferente que lleve o no mascarillas. Si se decide que sea obligatoria, se tendrá que valorar cómo se explicitan las excepciones de uso", apuntó el portavoz de Sanidad. Dentro de estas singularidades entrarían las personas con ansiedad, o los niños más pequeños. También los aquejados de graves problemas respiratorios como el EPOC, aunque el neumólogo Alberto Fernández indica que la cifra de "aquellos a los que la mascarilla les podría molestar" es "baja".