Mientras hay quien cuenta los minutos para que llegue la hora permitida del paseo o el que no dudó en ir a su terraza de siempre en cuanto reabrieron los bares, otros ciudadanos mantienen a rajatabla la cuarentena y ajenos a las fases que marca el Gobierno temen el momento de volver a la calle y abandonar el que se ha convertido en su nuevo refugio: su hogar. Los psicólogos aseguran que, ante una situación excepcional como una pandemia, es normal tener cierto temor e instan a no presionar a nadie para que recupere sus rutinas cuanto antes. El miedo al exterior solo debería empezar a preocupar si se prolonga en el tiempo y es "incapacitante", es decir, condiciona la vida de quien lo sufre.

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Los expertos aseguran que el contexto actual favorece que aparezca cierto miedo a salir a la calle y que no hay que sentirse mal por ello. "Tras el confinamiento pueden surgir temores porque supone salir a un mundo diferente y del que no nos han dicho que sea del todo seguro. Estas personas saben cómo funcionaban en el mundo anterior pero ahora se sienten novatos y tienen miedo a los peligros de ir en transporte público o volver a trabajar. Además a eso se suma la incertidumbre constante de si pasamos de fase, de cuando se dejará de teletrabajar o las novedades diarias que se dan sobre el coronavirus", explica la psicóloga Beatriz Madrid, miembro de la plataforma Doctoralia. "El miedo inicial a salir en las circunstancias actuales es normal e incluso positivo. Los miedos por sí solos no son malos, nos permiten adaptarnos y ser prudentes. En este caso, con la pandemia, los que deberían preocuparnos son quienes no tienen ningún miedo ", añade José Eduardo Rodríguez, presidente de la sección de Psicoloxía e Saúde del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia.

Pese a que desde algunos sectores se ha bautizado a este miedo a salir de casa como síndrome de la cabaña, estos dos especialistas niegan tajantemente que se trate de una patología sino de una situación puntual que puede provocar una serie de síntomas y que tiene un origen común: el miedo a contagiarse de coronavirus o de transmitirlo a sus allegados. "No tiene la entidad de un síndrome pero sí es cierto que puede compartir rasgos comunes con otros trastornos como la agorafobia como puede ser la ansiedad que provoca el salir al exterior", indica Rodríguez. "Hay desde los casos más leves que son quienes bajan a la calle pero sienten angustia hasta los más graves que son quienes están confinados porque tienen miedo permanente a pasar de la puerta de su casa", añade Madrid.

Los expertos reconocen que hay quienes por su personalidad o su situación personal están más predispuestos a sufrir este problema. "La gente muy controladora, que tiene que tener siempre cada cosa en su sitio y que no toleran bien la incertidumbre lo llevará peor", indica Beatriz Madrid. "La mayoría se adaptará poco a poco a la nueva situación, pero siempre hay personas más sensibles, con problemas de ansiedad o fóbicos previos que llevarán peor la desescalada", añade José Eduardo Rodríguez.

La clave para sobrellevar mejor la vuelta a la rutina está en la "constancia y la prudencia". "Hay que ir saliendo poco a poco, algo más cada día, no de forma brusca. Al principio se puede hacer acompañado, en un contexto de seguridad y progresivamente ir avanzando", dice este psicólogo gallego. "Lo primero es darse permiso para sentir lo que sentimos, es decir, saber que cada uno somos diferentes. Muchas veces estas personas aumentan su angustia al sentirse como bichos raros, al ver que los demás sí pueden salir. No hay que compararse con nadie porque igual ellos no tienen a personas mayores en casa y tú sí, por ejemplo. Cada uno debe llevar el ritmo de desconfinamiento que desee", añade Beatriz Madrid, que también aboga porque las primeras salidas "sean a sitios de poco riesgo, es decir, un paseo mejor que ir en transporte público" para reducir progresivamente el temor a interactuar con los demás en la calle.

Solo en aquellos casos en los que abandonar el hogar genere "ansiedad o ataques de pánico", el deseo de confinamiento se prolongue mucho el tiempo o limite la vida diaria de quien lo sufre -por ejemplo, se niega a salir pese a tener que volver a trabajar- es cuando los expertos hablan de un problema grave que debería tratarse con especialistas. En el resto de casos bastará el paso de las semanas para adaptarse a la nueva situación y por ello instan a que nadie presione a quien no se anima todavía a salir a pasear. "Tengo pacientes a los que les agobia tener que salir ahora porque lo hace todo el mundo y que tienen la sensación de ser un bicho raro. Presionarles solo aumenta su angustia, hay que decirles que no pasa nada, que cuando les apetezca", indica Beatriz. "Las presiones nunca son buenas. Es más aconsejable preguntarle en qué le podemos ayudar para que salgan", indica Rodríguez. La clave, respetar el ritmo que cada uno se haya marcado en la desescalada.