O Carballiño, el pueblo gallego que ostenta el récord de cocinar la tapa de pulpo más grande del mundo, volvió hoy a alimentar su leyenda, eso sí, previa adaptación a la nueva realidad. Ni tapa ni cazuelas. Las raciones se entregarán en bolsas y tanto el cambio como el pago se harán a través de una caja.

Después de meses confinados sin poder sacar las ollas a la calles, estas maestras del oficio del cocer han vuelto a sacar su muestrario a O Carballiño, meca de peregrinación del pulpo, un oficio que se remonta al siglo XVII. En esta ocasión, con novedades.

A las tijeras, aceiteras, pimentón y un cefalópodo de ocho patas en su punto perfecto de cocción, hay que sumar mascarillas, mamparas, geles y todo tipo de medidas de seguridad en la nueva normalidad.

Todo un desafío, en una comunidad que siente devoción por el pulpo, en sus diferentes formas de preparación (a la mugardesa, de a Illa, con cachelos). En esta nueva normalidad, han sido las personas más buscadas durante este primer día de feria.

En las calles, largas colas para hacerse con una ansiada ración del preciado producto, regado con aceite de primera calidad, sal y pimentón.

"La gente tenía ganas de salir y de tomar el pulpo", han coincidido estas profesionales del oficio que se remonta en esta localidad siglos atrás.

La prudencia reinó en esta primera salida oficial a la calle, que estuvo marcada por el buen tiempo y la presencia de una veintena de puestos, además de los agroalimentarios.

"Por el momento, estamos sirviendo a domicilio. Los comedores todavía no sirven y, en nuestro caso, hemos decidido no poner en las terrazas para evitar que la gente se aglomere a comer", comenta en una conversación a Efe la presidenta de la asociación de pulpeiros

En bolsas de plástico, geles, cintas de seguridad guantes y mamparas coexistieron en esta nueva normalidad a fin de garantizar el cumplimiento de las estrictas medidas de seguridad mientras la gente se adapta a la nueva normalidad. Son los únicos que pueden tocar el producto.

Ni táper ni cazuelas para llevar el pulpo, algo que no todos siguieron. "El plato sólo lo usamos nosotros. Si alguien quiere el plato lo regalamos pero ya está", zanja María Isaura González. La clave, dicen, es "no apurar", mientras el Gobierno concreta la normativa para ellos.

Más precaución se podía ver en el puesto de Leticia, de A Fuchela, que ha optado por colocar mampara en su puesto. En otros casos, sí se animaron a servir en terrazas.

"Estamos empezando, esta es mi segunda salida, ya había ganas de que se vaya normalizando las cosas", apunta Leticia, quien ha decidido "poner todas las medidas de protección" para "evitar el virus".

"Estamos muy preparados para afrontar esta nueva situación. La gente se está comportando muy bien. La mayoría vienen con mascarilla, usa geles hidroalcólicos. El reparto se está haciendo en bolsa, sólo manipulamos nosotros el pulpo".

El éxito ha sido rotundo. A las dos de la tarde ya no se encontraban raciones, todo un incentivo para estas maestras de la tijera, que ya han inundado las calles con el vapor de las ollas para deleite de los vecinos.