Michel Noher (Buenos Aires, 1983 ) desciende de una familia de actores y es conocido en su país, pero en España solo había hecho un filme. Interpretar a Marcos en La unidad supuso rechazar un proyecto allí y separarse de su familia. Pero está feliz con la decisión tomada. La serie ha sido un éxito y él, el gran descubrimiento. Lo cuenta desde su casa en Buenos Aires. Confinado. Y resignado.

Ha vivido el estreno de su primera serie española en su casa.

A mí esto me pilló en medio de un rodaje, que no sabemos cuándo retomaremos. Porque era una comedia romántica y había besos. Habrá que filmar con certificado médico (ríe). Y la sensación de este estreno es ambiguo, porque da una alegría enorme que sea el más visto de la historia de Movistar+ y la devolución del público, pero nos falta juntarnos y celebrarlo. Ya se hará.

¿Sabe el porqué de ese éxito?

Imagino que tiene que ver con que la gente está encerrada (ríe). No, yo nunca había visto algo igual. Tan bien combinadas las historias personales con las misiones que tienen que cumplir. Dani de la Orden y Beto Marini han un hecho un trabajo de relojería. Todos. Además, esta serie permite lecturas diferentes. No es una publicidad de la policía.

¿Tenía ganas de trabajar aquí?

Cuando vine a estrenar El desentierro, hice el casting. Me llamaron para hacer de Marcos justo cuando tenía un proyecto sobre un cantautor muy querido de acá, que se iba a filmar entre Buenos Aires y Colombia. Y tenía que tomar una decisión. Pero cuando leí el guion, no hubo dudas. Porque era un personaje que te permite tocar muchas notas.

H ábleme de Marcos.

Tiene esa cuestión tan férrea con lo laboral y esa cosa tan hermosa con su familia. Y lo que le está pasando le está destruyendo la ilusión de toda su vida. Tiene mucho jugo que beber. Además, en Argentina consumimos muchas series españolas y uno quiere trabajar aquí.

Pero eso le alejaba de su casa.

Sí. Implicaba estar cinco meses lejos de mi hijo, que tenía 2 años y medio. Fue una decisión fuerte. Pero eso de poner la vocación y el deber por delante de la afectividad y la familia me hermanaba con él y lo pude aprovechar.

Vive muchos conflictos a la vez: el terrorista y su separación.

Es interesante ver cómo eso se mezcla y está en un momento emocional frágil. Intenta desesperadamente separar esos dos lugares, porque de él depende que no mueran civiles ni compañeros... Su camino habla de eso: de cómo hacerlo mejor pese a estar en su peor momento.

Marcos era policía español.

En el guion era españolísimo. Y el ser yo argentino llevó a su reescritura. Lo de que el padre de Marcos participó en la lucha anti-ETA, yo escapando a Argentina... fue a partir de que me habían elegido. Pero le dio un trasfondo muy bueno.

Ha debido domar su acento.

Mi logro es que el espectador no tenga que pensar en él, que no esté por delante del personaje. Aunque metimos palabrotas en argentino.

Y ha tenido una ayuda de lujo.

Sí, Leo Sbaraglia, al que conocí en El desentierro. Me dio películas suyas para ver y me pasó su trabalenguas. Fue muy generoso.

¿Es en su país un Chino Darín?

Mi papá es actor, aunque no es Ricardo Darín (ríe). Sí que vengo de familia de actores, y lo he mamado. Pero me crié al sur, en Bariloche, alejado de mi padre.

¿Qué más no ha podido ser?

Estaba por hacer más representaciones de El hijo eterno, un monólogo muy hermoso con el que he estado nominado a varios premios. Es una historia muy bella de un padre y un hijo que me gustaría llevar a España, porque es fácil viajar con ella: es conmigo solo y dos sillas. Cuando se pueda volver a las tablas...