Julia, con alzhéimer y dependiente de grado III, pasó de poder desplazarse sin ayuda por casa a necesitar una silla de ruedas; Alicia vivió el confinamiento entre problemas de ansiedad, trastornos del sueño y apatía; Purificación, con demencia, está ahora más desorientada y Alejandro, con una discapacidad de más del 65%, se resiente de no poder socializar con sus compañeros del centro de día. Ellos son solo cuatro ejemplos de coruñeses para los que la vida se paralizó el pasado 14 de marzo cuando el centro al que acudían gran parte de la jornada y en el que recibían todo tipo de terapias cerró sus puertas por la pandemia. Tras la decisión de la Xunta de prorrogar este cierre hasta septiembre, familias de usuarios se suman a la petición de la Plataforma Gallega de Centros de Día y urgen a la administración que dé marcha atrás o bien busque alternativas para mayores y discapacitados cuyo estado de salud empeora cada día que no pueden recibir los cuidados específicos que precisan.

"Mi madre ha perdido mucha movilidad, ha empeorado en estos meses. Es necesario que los centros abran porque para estos pacientes son muy importantes, lo necesitan más que nosotros vacaciones", indica Mari Carmen Filgueira, cuya madre acudía hasta que comenzó la pandemia al centro de día de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer de A Coruña (Afaco). Una opinión que comparte Jorge Guitián, también con su madre con alzhéimer. "Necesitan terapias específicas y si pueden abrir terrazas y bares, los centros son más necesarios", lamenta este coruñés cuya madre es usuaria de uno de los centros Frama. "Entiendo un poco la decisión porque son colectivos vulnerables, pero con las medidas de seguridad adecuadas creo que deberían abrir antes", añade Belén López, madre de un joven usuario del centro de día de Aspace Coruña, entidad de atención integral a personas con parálisis cerebral.

Más allá de los beneficios de las actividades de fisioterapia, logopedia, activación de memoria o simplemente ocio que los usuarios han dejado de obtener por el confinamiento, el cierre obligatorio de las instalaciones de las asociaciones por la pandemia hizo que muchas familias tuviesen que hacer malabares para poder atender en casa a estos dependientes. "Trabajo en una residencia y no podía dejarlo, me sentí un poco sola", señala Belén López. "Han abandonado a los mayores, se habla mucho de la conciliación con niños pero es más sencillo entretener y cuidar a un niño que a una persona enferma", añade Mari Carmen Filgueira.

Para paliar estos problemas de conciliación, la Xunta ha anunciado que dará bonos de 500 euros a cada usuario para recibir atención a domicilio. Los cuidadores consultados se muestran cautos y quieren esperar a ver la letra pequeña -a quién se la darán, si es en función de la renta y cuándo llegarán- antes de aplaudir una medida que, reconocen, en todo caso será "un complemento". "Confío más en lo que vayan a organizar en el centro en función de lo que se pueda ir haciendo", explica Isabel Pedrera, madre de una usuaria del centro de día de Aspronaga, quien lamenta que "haya gente en la playa y las cafeterías y no se pueda en estos centros donde todo está más controlado". "La ayuda no puede sustituir al centro", sostiene Belén López. "Creo que es una medida electoralista", añade Jorge Guitián. Todos abogan por la reapertura de los centros para volver cuanto antes a la vida anterior al Covid-19.