Manuel Tesouro es un superviviente. En 1982, sufrió un grave accidente de moto, en el que perdió la pierna izquierda y que a punto estuvo de costarle la vida. Una década después, le diagnosticaron hepatitis C, enfermedad que contrajo durante una transfusión posterior a ese siniestro y que superó tras dos años de intenso tratamiento con interferón, un fármaco con importantes efectos secundarios. A partir de ahí, inició una etapa de "cierta tranquilidad", aunque sometido a revisiones por un problema de hígado graso atribuido a esa dolencia y a la medicación que toma para controlar el dolor crónico que sufre desde la amputación. Un periodo de calma que saltó por los aires en julio de 2019. Tras constatar su médico de cabecera durante un control rutinario que tenía las transaminasas "por las nubes" y realizarle un sinfín de pruebas, le fue detectado un tumor hepático. Una nueva bofetada. La más dolorosa. Esa que nunca olvidará. "Fue un mazazo. Pensaba que el especialista me iba a decir que volviese al año siguiente, y que mientras tanto continuase con los controles rutinarios, y me encuentro con eso... Cuando escuché la palabra cáncer me quedé mudo, y lo único que acerté a preguntarle al médico fue: ¿Cuánto me queda?", rememora.

A partir de ahí, "pruebas, pruebas y más pruebas". Incertidumbre. Miedo. Y cuando un rayo de luz parecía asomar en el túnel de la enfermedad, un nuevo revés en forma de trasplante fallido. "En septiembre, tras un verano de idas y venidas al centro de salud y al Hospital de Ourense para hacerme pruebas, recibí una llamada del Servicio de Aparato Digestivo del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), para ir a consulta. Una vez allí, la especialista que me atendió me dijo que me iban a realizar varias analíticas, pero ya mucho más específicas, y que cuando estuviesen los resultados, tendría que volver por allí. El 6 de noviembre, estaba de nuevo en el Chuac. La doctora me informó de que todo estaba en orden, y que ese mismo día entraría en la lista de espera para recibir un trasplante de hígado. Al escucharla decir eso, me puse aún más nervioso que cuando me diagnosticaron el cáncer. Pero nervios de alegría e ilusión. Al fin había una alternativa para mí. El 27 de ese mismo mes, me llamaron para avisarme de que había un posible donante. Nos fuimos corriendo para A Coruña. Pero cuando ya estaba con la vía puesta y a punto de bajar a quirófano, vinieron a la habitación a avisarme de que el órgano no servía. El mundo se me vino encima. Me quedé... eso no fue un palo, fue una puñalada", señala.

El camino de vuelta a Ourense "fue terrible". "De noche, lloviendo a cántaros, mi mujer y yo llorando, en silencio...", recuerda Manuel, todavía algo afectado. "A medida que pasan los días, las semanas, los meses, te vas acostumbrando a vivir esa espera. Pero ya cuando llegó el 13 de marzo, anunciaron que se iba a decretar el estado de alarma por la pandemia de coronavirus y empecé a ser consciente de que se paraba el mundo... Ahí fue cuando pensé que para mí ya no había opción. Que todo se había acabado. Nunca pensé que me fueran a trasplantar en plena crisis sanitaria", apunta.

Prueba del coronavirus

La llamada que le devolvió la vida, la que tanto ansiaba pero que ya no esperaba, llegó al mediodía del sábado 28 de marzo. En pleno confinamiento. Cuando Galicia rozaba ya el pico de la pandemia, con el área sanitaria coruñesa a la cabeza en número de contagios de SARS-CoV-2 y de pacientes ingresados con Covid, en torno a medio centenar ya en la UCI del Chuac. "Estaba con mi nieta de 4 años jugando con una aplicación de Pocoyó en el móvil. Serían las doce y media de la mañana, cuando me llamaron y escuché al otro lado del teléfono: 'Manuel, hay un posible donante de hígado compatible contigo. Te tienes que venir para A Coruña lo antes posible, porque necesitamos hacerte la prueba del coronavirus, y los resultados tardan unas cuatro horas'. Allá nos fuimos y mujer y yo como pudimos. Con los hoteles cerrados, en pleno confinamiento... Fue como de película. Media hora antes de llegar al hospital, llamé para que me diesen entrada por un circuito especial. Como el área de hospitalización de Aparato Digestivo, en la décima planta, estaba reservada para pacientes con Covid, me mandaron para Cirugía Torácica, en la sexta, donde ingresan y se recuperan habitualmente los trasplantados de pulmón", relata Manuel, quien recuerda haber vivido las horas de espera previas a la intervención "con mucha impaciencia". "No tanto por el tema del coronavirus como por el miedo de que me pudiese pasar lo mismo que la vez anterior", indica.

En esta ocasión, no fue así. La suerte, por fin, estaba de su lado. "Sobre las ocho de la tarde, y después de haberme informado de que había dado negativo en las pruebas de coronavirus, llegó el médico para comunicarme que el donante era perfecto para mí, que el hígado estaba 'de diez' y que yo también era una receptor 'de diez'. En poco más de una hora, me bajaron a quirófano", indica este ourensano, quien explica que tanto el trasplante como la recuperación fueron "muy bien". "Al parecer el tumor estaba muy avanzado. La intervención duró unas cuatro horas, pasé dos días en la UCI y en planta algunos más, ya no recuerdo exactamente cuántos", rememora.

Agradecimiento

Lo que no se le olvida a Manuel es "la emoción que sientes al volver a casa". "Ahora le doy vueltas a cómo fueron estos últimos meses... Muchas veces me paro a pensar en que una persona tuvo que fallecer para que yo esté vivo... Es bastante duro, pero es real", apunta, y se muestra "eternamente agradecido" con esa familia que en uno de los peores momentos de su vida dijo 'sí' a la donación. "Gracias a su generosidad, estoy hoy aquí. Vivo. Recuperado. Para mí, mi donante es mi ángel de la guarda", subraya este ourensano, quien dos meses después del trasplante hepático hace vida normal. "Sin excesos, por supuesto, porque aún tengo alguna grapa puesta. Pero camino todos los días 3 o 4 kilómetros pese faltarme una pierna (voy con la prótesis). Cuando llego a casa, me saco la prótesis y hago una hora de bicicleta. Como sano, procuro evitar las carnes rojas, bebo mis dos litros de agua al día... Y estoy como nuevo", apunta, y recalca, con entusiasmo: "Ahora tengo tres cumpleaños: el 15 de septiembre, que es cuando nací; el 9 de mayo, cuando tuve el accidente; y el 28 de marzo, el día que me trasplantaron".