Fernando Lamelo se define a sí mismo como un un "médico de a pie". Desde hace 28 años, desempeña su labor en la Unidad de Hospitalización a Domicilio del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), la más antigua de Galicia. "Somos como una planta más del hospital, pero fuera de sus cuatro paredes", señala. Apasionado de su trabajo, y acostumbrado como está a realizar curas, poner vías o administrar medicación en vena a los pacientes en sus casas, casi desde el inicio de la crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2, asumió el reto de coordinar el equipo Covid-residencias del Chuac. ¿Sus funciones? Organizar la atención ante la alarma. Ponerse a disposición de esos centros, golpeados por la pandemia. Canalizar material y test. Asesorar. Apoyar. Y desarrollar un protocolo para tratar enfermos allí mismo -cuando rechazaban la posibilidad de desplazarse al hospital-, y hacerles un seguimiento. "Nosotros los hemos estado viendo, pero el trabajo allí lo han llevado las plantillas y los compañeros de Atención Primaria", subraya.

Desde el 4 de marzo, el doctor Lamelo está al frente de un grupo de profesionales encargados de ofrecer apoyo y asistencia sanitaria a las 75 unidades residenciales para mayores que hay en el área, desde A Coruña hasta Fisterra. Centros que albergan a unos 3.700 residentes, y que suman alrededor de 2.800 trabajadores. Este facultativo, con una dilatada experiencia, lamenta que, "en medio de una situación tan dramática como la que hemos vivido", un "dedo acusador" haya apuntado, "desde muchos focos" a las residencias. "Al hablar del mundo residencial hay que diferenciar las viviendas comunitarias (de hasta once usuarios), de los hogares (hasta 24), los centros residenciales (30, 40, 50 usuarios...) y los grandes complejos (cien o más). Estos últimos tienen unos medios sanitarios más adecuados. Exigírselos a los demás es como si en nuestra casa nos piden que tenga que haber un médico o una enfermera. Son centros para vivir, no hospitales. Creo que la gente no sabe muy bien qué engloba la palabra residencia", apunta el coordinador del equipo Covid-residencias del Chuac, quien, no obstante, reconoce que la legislación que rige esos centros es del año 1996 y, por tanto, "está anticuada". "Después de todo lo que ha sucedido, quien tenga competencias probablemente debería darle una vuelta", recalca.

En los últimos dos meses, el doctor Lamelo ha visitado un porcentaje muy elevado de unidades residenciales para mayores del área sanitaria coruñesa, e insiste en lo "injusto de señalarlas con ese dedo acusador". "Es como si los cinco miembros de un hogar se ven afectados por el virus y se culpabiliza a la familia. En las residencias, sean pequeñas o grandes, cuando el SARS-CoV-2 ha entrado, ha hecho mucho daño. Hay que tener en cuenta que buena parte de los usuarios de esos centros son personas muy vulnerables, de edad avanzada, con comorbilidades, con discapacidad física o cognitiva en muchos casos... Y también, que en ese mundo residencial, al igual que sucede con los hoteles, hay centros de una estrella y de cinco. Pero todos cumplen con la normativa. Seguramente habrá que mejorarla. Sí veo necesario acercar la sanidad a alguna de esa residencias. Soy un firme defensor de esto, de hecho, mi vida profesional ha estado siempre dedicada a la hospitalización a domicilio. Pero en las viviendas particulares no hay médicos, no hay enfermeras. Permanecer en casa durante la enfermedad en una opción más de una modalidad de ingreso", sostiene.

El coordinador del equipo Covid-residencias del Chuac insiste en que el trabajo realizado en esos centros "ha sido enorme". "Se han registrado unos 394 positivos entre usuarios, lo cual no quiere decir que hayan estado enfermos, porque en los test masivos que se realizaron detectamos hasta un 50% de casos asintomáticos entre esos positivos. Cuando ha habido síntomas, siempre se ha planteado la posibilidad de trasladar a los enfermos al hospital, y así se hizo en muchos casos. En las residencias donde la cifra de contagios era muy elevada, se decidió adoptar otro tipo de medidas. Básicamente, medicalizar esos centros. Y lo hicimos de varias formas: aportando recursos humanos, o solo de farmacia hospitalaria. O Portazgo, por ejemplo, ya contaba con su propio personal sanitario, pero se le proporcionaron todos los tratamientos (medicación, suero, oxígeno...) que pudiese precisar para abordar la situación. En El Remanso montamos una estructura diferente. Se transformó en un centro de cuidados, con tres médicos y personal de enfermería del Sergas permanentemente allí", explica.

"Se medicalizaron otros centros -continúa- y en todos ellos se trató de ofrecer alternativas para que los familiares estuviesen en contacto con los enfermos, bien a través del teléfono o de videollamadas, como se ha estado haciendo en el hospital. Nuestros propios médicos llamaban e informaban a las familias, casi a diario. Y también se les permitió entrar a despedirse, con las correspondientes medidas de protección, cuando se preveía que el enfermo iba a fallecer", asegura.

Como coordinador del equipo Covid-residencias del Chuac, Lamelo forma parte del gabinete de crisis encargado de gestionar la crisis sanitaria en el área coruñesa. "Fue muy fácil trabajar con todos los compañeros. Quizá esto sea lo único positivo que se pueda sacar de esta tragedia. La enorme disposición de todo el personal. Nunca ha habido una mala palabra ni un mal gesto, pese a la tensión que se vivió en muchos momentos", destaca. ¿El peor? "Cuando nadie era capaz de prever con certeza cuándo íbamos a llegar al famoso pico. Veíamos a muchos enfermos ingresar, algunos muy graves, y no sabíamos cuando se iba a frenar esa situación. La última semana de marzo y la primera de abril lo pasamos un poco mal", reconoce.