Las farmacias de los hospitales no han tenido la visibilidad de las Urgencias o las UCI durante la crisis sanitaria provocada por la pandemia de SARS-CoV-2, pero son la espina dorsal de esos centros sanitarios, un árbol con ramas que llegan a todos sus departamentos. "Los fármacos son la herramienta terapéutica principal. Todos los pacientes ingresados en los hospitales necesitan medicamentos, y nosotros somos el ingrediente que esos medicamentos precisan, a su vez, para ser seguros y eficaces", destaca María Sanjurjo.Desde hace veintidós años, esta coruñesa está al frente del Servicio de Farmacia del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, uno de los más punteros y prestigiosos de España. "Me formé en el antiguo Juan Canalejo (pertenezco a la tercera promoción de residentes), pasé por otros seis hospitales y, en 1997, recalé en el Gregorio Marañón. Este centro es mi segunda casa", reconoce. Un hogar que el coronavirus puso patas arriba. "Lo que nosotros hemos vivido estos meses era inimaginable. La Comunidad de Madrid suma desde el inicio de la pandemia más de 70.000 casos confirmados de Covid, nuestro hospital supera los 6.000. Llevamos más de 2.700 pacientes ingresados. En el peor momento, llegamos a sobrepasar el millar de hospitalizados. Pasamos de 22 camas de UCI, a 135. Lo más impactante fue lo rápido que sucedió todo", rememora.

¿Cuándo 'entra' el coronavirus en el Gregorio Marañón?

El primer ingreso en nuestro hospital se produjo el 1 de marzo, y el confinamiento se decretó el día 14. En dos semanas, teníamos más de mil pacientes ingresados por Covid en el hospital, de los cuales 115 estaban en la UCI. Y todo ello, con las Urgencias colapsadas y con casi la tercera parte de los profesionales del Servicio de Farmacia en sus casas, de baja por coronavirus o de forma preventiva debido a cuadros médicos de riesgo. Evidentemente, las medidas de protección individual y confinamiento se debieron iniciar antes. A posteriori, todo se ve mucho más claro pero, en ese momento, tanto las autoridades sanitarias como los profesionales hicimos lo que pudimos. El coronavirus ha sido un auténtico tsunami.

¿Cuáles fueron las primeras medidas para contener ese tsunami?

Tuvimos que reorganizar con carácter inmediato todo el hospital. Pasamos de tener un centro convencional, con cerca de 1.300 camas en total, a un hospital que solo era Covid. En apenas dos semanas, hubo que cambiar muchísimas cosas. A día de hoy, echando la vista atrás, nos preguntamos cómo fuimos capaces de sacar la situación adelante.

¿Cómo lo hicieron?

En el Servicio de Farmacia partíamos de una situación que nos ayudó muchísimo. Contábamos con una base sólida, en el sentido de liderazgo muy transversal. Me gusta que los compañeros participen, escuchar opiniones. Somos muchos tirando del carro. Además, disponíamos ya de una Unidad de Farmacia en el propio Servicio de Urgencias, y de un circuito del medicamento totalmente automatizado. Esto nos permitió conocer en todo momento el stock real de los medicamentos en todo el hospital. Fue muy útil, porque tuvimos grandes dificultades de aprovisionamiento.

¿Llegó a haber desabastecimiento de algún fármaco?

Afortunadamente no, pero tuvimos que buscar debajo de las piedras. Incluso se creó un grupo de WhatsApp con todos los jefes de los servicios de Farmacia y de la Dirección General de Farmacia de Madrid, en el que todos los días comunicábamos cuál era la situación en nuestros hospitales de los medicamentos más importantes para abordar la crisis sanitaria. Así, si un centro no disponía de algún fármaco, otro se lo podía prestar. Hubo una gran colaboración entre todos los compañeros.

¿A qué medicinas afectaron los problemas de aprovisionamiento?

Por un lado, a los fármacos utilizados para el tratamiento de la propia Covid. Por otro, a medicamentos de uso habitual en las UCI, sobre todo sedantes y relajantes musculares. Hubo una situación muy crítica en el mercado, que se pudo sortear gracias a la red que se formó entre los farmacéuticos de los hospitales y a que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), dependiente del Ministerio de Sanidad, intervino toda la producción de esas medicinas y empezó a hacer un reparto controlado en función de ciertos parámetros (población, número de pacientes afectados...). Así se pudo evitar que algún hospital acaparase medicinas por el pánico, y se garantizó que todos tuviesen suministro.

Los cambios en la terapéutica de la Covid se fueron produciendo a medida que se generaba conocimiento sobre la enfermedad. ¿Qué dificultades encontraron para adaptarse a esa situación?

Tuvimos que hacer un esfuerzo importantísimo para seleccionar y protocolarizar los tratamientos, adaptándonos a la evidencia científica que había en cada momento. Una vez que teníamos claro qué fármacos queríamos utilizar, había que garantizar el aprovisionamiento, y esto resultó muy complicado. Como nos cambiaban continuamente de presentaciones comerciales, tuvimos que incrementar muchísimo nuestra producción de muestras intravenosas. Decidimos hacerlo así para evitar errores en las plantas a la hora de preparar esos tratamientos. Hay que tener en cuenta que no había internistas ni infectólogos suficientes para atender a los más de mil enfermos con Covid que llegamos a tener ingresados. Todo el mundo ayudó a tratar a esos pacientes, y esto hizo más necesario que nunca que hubiese un farmacéutico detrás, vigilando el cumplimiento de protocolos, las dosis máximas o mínimas, las posibles interacciones... Tuvimos que ayudar más que nunca a los prescriptores porque no eran especialistas en esas áreas concretas.

Y al mismo tiempo continuaban atendiendo a los pacientes externos del hospital...

Tuvimos que rediseñar totalmente los circuitos logísticos. En nuestro Servicio tenemos un colectivo de más de 10.000 pacientes que vienen regularmente al hospital a recoger fármacos que solo les podemos dispensar nosotros. A todos ellos se les empezó a enviar la medicación a domicilio para evitar desplazamientos al centro. Además, pusimos en marcha la consulta farmacéutica telemática -telefónica o a través del ordenador- y, a mayores, hemos desarrollado una importante labor investigadora. De hecho, estamos participando en más de una decena de ensayos clínicos sobre Covid.

¿Cuál fue el peor momento de los últimos tres meses?

Cuando no sabíamos en qué momento se iba a doblar la curva de contagios y hospitalizaciones. En un solo día -el 26 de marzo- llegamos a ingresar de golpe a más de 300 pacientes, y apenas nos quedaban camas libres. Fue muy duro. Se montó un hospital de campaña, y nos cedieron las instalaciones del Hotel Colón para albergar a pacientes que habían recibido el alta hospitalaria pero que no podían realizar la cuarentena en sus domicilios. En total, 170 camas más. Nuestro centro, que en circunstancias normales dispone de cerca de 1.300 camas, amplió su capacidad a más de 1.500. Por fortuna, después se abrió la infraestructura de Ifema, que para nosotros supuso un desahogo importante.

¿Tuvieron que distribuir también fármacos a Ifema?

Como el hospital de Ifema se abrió en apenas 72 horas, al principio les echamos una mano ofreciéndoles medicamentos, pero posteriormente fueron los compañeros de allí los que nos ayudaron muchísimo al resto, porque el reparto de los fármacos que estaban en una situación cercana al desabastecimiento a los 34 hospitales públicos de Madrid se realizó a través de Ifema.

¿Cuál es para usted la imagen más dura de esta pandemia?

[Largo silencio] Ver todos los pasillos vacíos, las urgencias colapsadas... fue desolador. Pensar en los primeros pacientes que fallecieron solos... [de nuevo, silencio]. Luego se empezaron a poner en marcha medidas de humanización, facilitando que los enfermos pudiesen contactar con sus seres queridos a través de videollamadas, y se dejaba entrar a las familias a despedirse... Creo que esta pandemia nos va a hacer reflexionar mucho sobre todo lo que debemos mejorar en los hospitales, pero cuando miro atrás, pienso que en dos meses hemos avanzado mucho más que en los últimos diez años. Esta crisis ha sido un tsunami, pero han surgido muchísimas oportunidades de mejora que tenemos que saber aprovechar. Tanto ahora, como en el futuro.

¿Qué oportunidades?

Se implantaron un montón de ideas innovadoras que, planteadas en circunstancias normales, o no se habrían podido llevar a cabo o se hubiese tardado muchísimo más tiempo. Por ejemplo, la telemedicina. La sanidad pública ha sufrido estos meses una transformación digital brutal. La telemedicina va a ser una herramienta maravillosa para que los pacientes crónicos no tengan que desplazarse tanto al hospital, de gran utilidad también para la coordinación de Atención Primaria y especializada. Además, esta crisis nos ha enseñado a trabajar más coordinados. No hubo individualismos de ningún tipo ni entre compañeros, ni entre servicios. Y también me parece muy positiva la creación de gabinetes de crisis, en los que participaron la dirección y los jefes de los servicios más implicados en la pandemia, incluido el de Farmacia. Esa gestión compartida de los hospitales entre gestores y profesionales clínicos no se debería perder. Tenemos que ir de la mano. Todos. El conjunto de la sociedad.

¿Se refiere a no bajar la guardia?

Así es. Lo hemos pasado muy mal. Los profesionales sanitarios tienen un reconocimiento público maravilloso, pero ese reconocimiento debe manifestarse en que todos seamos responsables y hagamos lo que se nos están diciendo que tenemos que hacer: mantener la distancia social de dos metros, usar mascarillas, lavarnos las manos frecuentemente con jabón o con una solución hidroalcohólica... Los aplausos en los balcones están muy bien, pero la mejor manera de homenajear a los profesionales sanitarios es ser responsables y colaborar en erradicar la transmisión de este virus. Se puede conseguir.