Una especie de detectives cuya misión es descubrir todos los movimientos de un afectado por Covid-19 desde al menos dos días antes de dar positivo con el fin de alertar y vigilar a sus contactos y así evitar nuevos rebrotes. Son los bautizados como rastreadores, sanitarios que al inicio de la pandemia y desde que la curva de contagios empezó a aplanarse se encargan de localizar a todas las personas que hayan estado en contacto durante al menos 15 minutos y sin medidas de protección con un rastreadorescontagios positivo por coronavirus. Una labor minuciosa que a medida que los casos aumentaban obligó a ampliar también la plantilla dedicada a estas tareas. "Hubo días puntuales donde llegamos a 200 casos", explica el jefe del servicio de Alertas Epidemiolóxicas de la Jefatura Territorial de la Consellería de Sanidade en A Coruña, Manuel Porto, quien explica que pese a que al inicio de la pandemia era el personal de este departamento el que se encargaba de buscar y localizar a los contactos, "a medida que fueron llegando más casos fue preciso la colaboración de médicos, enfermeros y hubo mucha gente haciendo este tipo de llamadas, casi unas 40 personas".

La labor de estos rastreadores depende en gran medida de la memoria del paciente. Una vez se detecta un caso positivo de Covid-19 o incluso desde que ya es sospechoso y está a la espera de las pruebas, los rastreadores le llaman e intentan que recuerde cuales fueron sus movimientos desde dos días antes de presentar síntomas. "Lo primero es ver quienes viven con él porque con esas personas ha tenido un contacto más estrecho y después ver dónde trabaja y cómo es el contacto con sus compañeros, si atiende a clientes, si ahora que se puede salir ha salido y a dónde, con quién, etc...", explica Begoña Alonso, una de las doctoras que se encarga de estas labores de rastreo desde finales de febrero. Pero no todas aquellas personas con las que un afectado ha estado entran en la lista de contactos a los que hacer un seguimiento por si están contagiados. Todo depende del tipo de contacto que hayan tenido y si se tomaron las medidas de seguridad adecuadas. "Si alguien va a una tienda pero tanto él como el dependiente usan mascarilla y mantienen la distancia social, no es un posible contagiado. Son aquellos con los que esa persona ha estado a menos de un metro y medio y durante al menos 15 minutos", añade Porto.

Una vez establecida la lista de contactos del afectado, los rastreadores les llaman por teléfono para informarles de la situación. "Deben permanecer aislados durante 14 días y vigilar si tienen algún síntoma. Se les llama periódicamente para ver la evolución", indica Porto. Y todo es una cadena. "Si en ese periodo uno de los contactos presenta síntomas y resulta afectado se convierte en caso y por tanto hay que analizar sus posibles contactos aunque suele ser más sencillo ya que lo normal es que no haya salido", indica Begoña Alonso, quien recuerda cómo la búsqueda de contactos era más compleja al inicio de la pandemia cuando no había confinamiento obligatorio y la movilidad no estaba restringida. "Tuvimos algún caso entre personas que habían ido de viaje del Imserso y esto obliga a contactar con todas las personas del avión o el autobús en el que se trasladó, lo que supone igual contactar con más de 40 personas", explica esta doctora, quien deja claro que cada caso es diferente y hay "quien solo tiene diez contactos y quien llega a 30".

Fundamental al inicio de la pandemia, buscar y localizar a posibles contagiados por un positivo dejó de ser operativo cuando el virus se convirtió en pandemia y la transmisión era comunitaria. "Llegó un momento que era inabordable", explican desde Alertas Epidemiolóxicas, donde han coordinado la labor de todos los rastreadores operativos en la provincia de A Coruña desde el inicio de esta crisis sanitaria. Una vez que se ralentizó de nuevo la transmisión del virus, estos profesionales volvieron a volcarse en las llamadas a contactos para intentar localizar a todos los posibles contagiados.

Ellos forman parte de la estructura diseñada por las administraciones sanitarias para la desescalada y el inicio de la nueva normalidad con el objetivo de evitar rebrotes. Tan importante como la obligación de llevar mascarillas en lugares cerrados o públicos en los que no se pueda mantener la distancia de seguridad o la higiene de manos -claves para evitar la propagación del virus- es detectar de forma precoz a los afectados -mediante los test PCR cuando hay síntomas o sospechas de que puede estar infectado (es el médico de cabecera o el servicio de Medicina Preventiva del hospital correspondiente quien determina qué personas deben someterse a estas pruebas ) y localizar a todas aquellas personas que hayan tenido un contacto directo con esa persona para que durante al menos 15 días estén atentos a posibles síntomas y eviten salir de casa. Todo para localizar posibles focos y evitar la propagación del virus y nuevos rebrotes en el futuro.

Pese a que la situación ha mejorado - "en los últimos días apenas hay uno o ningún nuevo caso en la provincia y los que hay algunos son importados", explica Porto-, desde Alertas Epidemiolóxicas piden no bajar la guardia ya que la lucha contra el virus no ha terminado. "Hay que mantener las medidas de seguridad porque un rebrote supondría un problema sanitario pero también económico y social", dice Porto. "Al menor síntoma hay que ponerse la mascarilla, aislarse en casa y alertar al médico de cabecera que indicará cómo proceder", añade Alonso.